Extraño momento musical [Bellamy, Idris & Candice]

Finalmente agosto llegaba a sus días culmines, dejando otra hoja de mi almanaque caer. Era increíble como aquel año los meses pasaban sin que uno fuera consciente, haciéndote sentir como en una especie de letargo que no te conducía a ningún lugar, pero sin embargo avanzabas, porque tal vez, después de todo el exceso de sucesos era, contradictoriamente, lo que me hacía olvidar el pasaje del tiempo. Demás estaba decir que desde el retorno de New York varias situaciones vividas habían dejado marcas en mi vida que inexorablemente me forzaron a desdibujar mi rutina, sin embargo a medida que esos días transcurrían las heridas sanaban y gradualmente los hábitos volvían   a restituirse forzándome a ser consciente nuevamente del presente.
Pues en mi “ahora” estaba el estudiar, recién aquella semana caí en cuenta que la graduación estaba a tan solo una vuelta de la esquina y que yo estaba allí, perdiendo el tiempo en los confines de mi habitación, por tanto milagrosamente me había vuelto un “chica responsable” ¿Yo Breya Gardner una estudiante aplicada? Jamás visto la verdad...
Reteniendo un suspiro continué realizando aquella eterna tarea teórica de solfeo, sentada en el suelo del dormitorio mientras el radiante sol vibraba en lo alto del cielo, dotando a la suave brisa que ingresaba por la ventana de una calidez agradable, que impulsaba a realizar actividades. Maldición ¿Que rayos hacía ahí aislada con los estúpidos ejercicios de lectoescritura? Lancé el cuaderno pentagramado por los aires sin importarme donde demonios caería y me puse de pie lista para salir hacia los pasillos de la casa morada, cargando mi saxo y una melódica. Mentalmente repasé los nombres de los hermanos Omega que gustaban de la música tanto como yo, sin embargo no fue necesario que continuara haciéndolo al toparme accidentalmente con Bellamy. -Hey Bells voy a hacer algo de ruido ¿Te unes? -Le pregunté a la muchacha esbozando una gran sonrisa esperanzada por la obtención de una respuesta afirmativa, ya que compartir un momento de música con otros siempre lo volvía más divertido e interesante.

No había podido traerse el piano de casa de su abuelo, pero al menos había podido traerse su tan amado violín. A pesar de que había comenzado a tocar aquellos instrumentos solo por la presión de su madre había terminado amando la música. Nunca había sido tan buena como su hermana mayor, y quizás ese había sido uno de los grandes motivos por los que no había seguido practicando cuando era pequeña pero con el tiempo había retomado aquella pasión, aunque claro no la demostraba delante de sus familiares; no quería ser criticada por ellos o que la compararan con su hermana, especialmente su madre. Pero cuando había llegado a California su abuelo la había sorprendido con un violín y un piano en la habitación que tenia en su casa, aquella muestra de afecto había hecho que las lagrimas aparecieran en los ojos de la castaña; su abuelo había sido el mayor apoyo que había tenido cuando había llegado a la ciudad y no podía estar mas agradecida con el si fuera posible.

Volviendo al presente tomo su violín que estaba colocado en una esquina de su lado de la habitación. Sus compañeros de cuarto no parecían estar en ningún lugar cerca así que comenzó a afinar el instrumento. Hacia mucho tiempo que no lo tocaba, había estado ocupada en otras cosas -como ir de fiesta y perder la conciencia en el alcohol durante los fines de semana- pero aquella mañana había despertado con el extraño deseo de tocar un poco; quizás el espíritu musical de los omega se había apoderado de ella aquella tarde. La aucustica en su habitación no era la mejor así que decidió salir al jardín del frente la casa, ademas de que quería un poco de aire fresco. Estaba intentando recordar las notas de una vieja canción que solía tocar cuando se encuentra de frente con Breya. Le da una sonrisa y asiente entusiasta. —Por supuesto Brey, justo tenia esas ganas de tocar un poco el violín —comenta entusiasmada de tener una compañera musical para aquel día. —Vamos, vamos me muero por escucharte tocar el saxo —le dice mientras se encamina hacia la salida.