WE ARE THE NEW AMERICANA — Ruby

¿Ya había desayunado? Desayunado... ¿qué horas eran? ¿Si bajaba a comer algo tendría que almorzar o desayunar? ¿Y si no bajaba, sería socialmente aceptable de todos modos? No había salido de mi habitación en todo el día. Y tampoco tenía planeado hacerlo, ayer ni siquiera sé a qué hora llegué, ni cómo llegué, lo único que recordaba luego de haberme despertado era la terrible sensación (que además era imposible de ignorar) de que estaba sucio. Pero no sucio como una persona normal, sino sucio como un legítimo cerdo. Asqueroso y lleno de mierda, con moscas incluidas y demás. Nunca en mi vida había durado tanto en la ducha sólo bañándome...

Busqué mis pantalones con la mirada y, con un absurdo deseo de ser como Matilda, la niña maldita esa que podía mover cosas con la mente, me levanté de la cama y arrastré los pies hasta donde estaban. El 78% de mí estaba seco y si bien me había podido quedar sin ropa por lo que quedara del día, porque sabía que ni Zoe ni Breya iban a llegar pronto, prefería evitarles un accidente en caso de que tuvieran un cambio de planes repentino. Nadie quiere ver a un hombre desnudo sin la intención. Nadie. Además... algo picaba en la parte trasera de mi cabeza y me decía que tenía que estar presentable... no tenía idea de qué podría ser, pero siempre es mejor prevenir que lamentar. Un suspiro vacío se me salió cuando aterricé de nuevo en mi cama y luchaba contra la cremallera que se había atorado. "Vaya mierda", murmuré entre dientes mientras me sacaba esos pantalones y los dejaba tirados a un lado, comenzando a creer que la mejor idea que se me había ocurrido en todo el día, después de bañarme, fue decidir ponerme uno de mis onesies y amarrar la parte superior a mi cintura como si fuese un suéter cualquiera. El hijo de puta calor de California me tentaba, con cada día que pasaba, a quemar todas mis camisetas o a salir en ropa interior como esas chicas que se la pasan haciendo rollerskate en las calles de Venice.

Tomé las gafas de mi mesita de noche y busqué mi teléfono en alguna parte de la cama, teniendo que entrecerrar un poco los ojos para acostumbrarme a la repentina vista en HD que tenía. Imagina ver así todo el tiempo, Delta. Ah, sí, sería genial. Pero qué lástima que ese par de cristales frente a mis ojos son increíblemente incómodos y no era capaz de usarlos por más de veinte minutos sin que me picara el puente de la nariz. Apenas tuve las manos sobre el iPhone, lo sincronicé con las cornetas (que estarían perdidas en algún lugar recóndito de la habitación) y coloqué la primera lista de reproducción que me apareció, comenzando con algún mix de Thomas Jack que sirvió para despertarme un poco los sentidos. Sentidos que no tardé mucho en querer alterar, pero ni siquiera había terminado de pestañear cuando de repente me vi pegado a la pared como un animal asustado por el repentino sonido de la puerta de mi habitación. "¡Chloe!" No, no soné efusivo... mas bien sorprendido. ¡Había olvidado por completo que ella vendría! Y yo pensando en quedarme sin ropa... sin ropa. Buenísimo, no me puse ropa interior. "¡Chloooooooooooooooe!" Repetí, ahora corrigiendo mi tono y abrazándola -o estrujándola- de vuelta, mientras una risa suave hacía que mi pecho vibrara. "¿Me crees si te digo que olvidé que venías? Es una suerte que me haya vestido..." Aquello último lo dije en un tono peculiarmente serio, mas la mueca con la que lo había acompañado demostraba que seguía siendo una broma para nada alejada de la realidad. "Oh, vamos. ¿Te intimidan un montón de ojos chiquitos? Somos inofensivos, lo prometo... o quizás conspiraban en tu contra, mira que una Alpha venga a la casa..." Sí, Sarah había venido un par de veces, pero nunca nos quedábamos por demasiado tiempo. Su desagrado por la casa Omega no era secreto para nadie o, bueno, al menos no lo era para mí.

"O podrían haber estado juzgándote, también. ¿Qué clase de atuendo es ese?"