Glitter in the air || Privado

Emma aparcó el vocho frente a la casa sigma, día a día mejoraba en eso de la conducción a medida que cobraba más seguridad en sus habilidades de conductora. Venía del estudio con una enorme caja proveniente de casa, la cual contenía posiblemente todo los pedidos que le había hecho a su madre en las últimas semanas y que en su mayoría consistían en cosas de su habitación que echaba de menos. No le gustaba mucho la idea de su madre hurgando en su espacio personal pero como no tenía alternativa decidió correr el riesgo, no es que tuviera cosas que esconder, pero eran suyas.  Subió a su habitación, no había rastros de tigre, así que desparramó sus cosas en la cama y comenzó lentamente el proceso de pasar a estar apta para la calle a estar entre casa. Lo primero que se sacó fue el sostén, la mujer que no hiciera eso no era mujer, punto. Se colocó unos pantalones de algodón, un abrigo de hilo liviano y enfundó sus pies en unas pantuflas, se hizo un moño en el pelo, tomó la caja, el móvil y bajó a la cocina.

Era un día que se iba acabando, precioso atardecer, por lo que se preparó rápidamente un té de esos que tienen miles de cosas mezcladas y cada sorbo representaba una sorpresa. Salió al patio trasero y al notar que estaba más fresco de lo que esperaba, volvió apresuradamente al interior dejándolo todo allí en una mesita, en busca de un cobertor de hilo tejido que siempre estaba a mano para esas situaciones. Se enrollo en él, abrió la caja y se encontró con una esquela de su madre: “Emma, no sé a cuál caja con flores te referías, te envíe todas las que encontré. Amor, Mamá” Sonrió por la esquela, extrañando más a su madre y comprendió entonces el volumen del paquete. Bebió un sorbo de té mientras abría los ojos con sorpresa al ver la caja con florecillas amarillas y hojitas verdes, eso sería divertido. Su colección de fotos de antaño, ella y Jacko en una serie de fotografías;  de pronto se sintió algo ansiosa por comenzar esa especie de viaje al pasado.

Había comido demasiado los últimos días, y no es que fuera demasiado pretenciosa con el peso, nunca lo había sido, mi madre me había heredado su genética y no tenía demasiado de que preocuparme, y aunque no la hubiera heredado, no creo que tendría el sentido de masoquismo extremo de las alpha para vivir a base de lechuga, no era una vaca para andar pastando. Pero había un punto importante que no debía olvidar y era mi salud, así que ese día aproveché de sacarle el aceite que los burritos cenados con Jacko la noche anterior a mis venas, con algo de trote y paseo de los perritos. Tomé en la mano derecha las correas de Lolo y Gus, y salí a dar una vuelta al vecindario que me alejaron bastante más de la casa de lo que pensaba, si bien no me cansaba porque aquellos perros eran incapaces de llevarme trotando, si eran totalmente autoritarios por donde deseaban ir, haciéndome caminar donde ellos querían, atravesar un parque cercano, los juegos que ellos atravesaban fácilmente para mi no era tan fácil pues medía más de un metro mas que ellos. Lo peor es que ambos por si solos eran mascotas obedientes, pero desde que Gus había llegado a casa, se potenciaban en lo dictadores y juntos decidían por su madre. Cría cuervos y te comerán los ojos, dicen por ahí.

Cuando volví por fin a casa sigma, tenía un pequeño moretón en el brazo que había logrado el golpe de la cadena de un columpio contra mi extremidad simplemente porque ellos habían cambiado de dirección repentinamente. Nadie decía que ser madre era fácil así que reí mientras los dejaba libres y por fin se iban con los demás perritos al fondo del patio. Una sonrisa maternalmente orgullosa se formó en mi rostro mientras miraba alrededor, solo para encontrarme con mi cuñada sentada en el patio, lo que me hizo sonreír, había algo en aquella tierna chica que me causaba tanto amor, no solo porque fuera mi cuñada, ya que éramos amigas desde antes que yo saliera con Jacko, era una amistad genuina, y un suspiro soltó mi boca simplemente porque la había extrañado cuando estuvo lejos. Me acerqué con cuidado hasta abrazarla con delicadeza para que no lanzara su té encima mio.- ¿Tan sola que estas Emms?- pregunté sonriéndole y sentándome a su lado.- ¿Estás planeando una maldad?- alcé una ceja divertida.

Había tantas cosas en esa caja que le ocasionaba una sensación agridulce, que tenía que detenerse a observarlas con paciencia una por una para poder disfrutar del breve lapso en que era transportada al pasado. Dejó las fotografías para después, pues quería mirarlas detenidamente fijandose en cada detalle, en ese juguete al fondo, en la remera que llevaba Jacko de su caricatura favorita del momento, en el peinado favorito de turno de Emma, en sus ojos y en la evolución de ellos mismo a través del tiempo que yacía retenida celosamente en esa cajita, que temporalmente había sido olvidada por la castaña. Por lo que tomó en sus manos el montón de papeles que había en el fondo, debajo de las imágenes. Consistía en una colección de basura cuyo único valor era sentimental y que por alguna razón no había terminado siendo desechado. Estaba en medio de la tarea de intentar recordar la importancia de lo que parecía el envoltorio de un caramelo que tenía un montón de colores cuando escuchó que alguien se acercaba a ella, dio por sentado que era alguna de sus hermanas.

La voz de Lili arrancó una sonrisa del rostro de Emma, el mismo que se ladeaba para dejar un beso en la mejilla de su hermana, la adoraba tanto que no concebía la vida sin ella. No le prestó mucha atención en un principio pues estaba ocupado acomodando lo que tenía sobre ella, el té, la caja, los papeles basuras sentimentales y al mismo tiempo intentaba no dejar caer al suelo la manta que la cubría - Estoy en compañía de recuerdos - explicó vagamente.  Una vez que todo parecía estar a salvo de la gravedad, miró aquellos ojos cielo de su cuñada sin darse cuenta realmente de todo el afecto que se concentraba repentinamente en su interior, ya era algo casual por lo que pasaba desapercibido. Soltó una risa jovial y corta – No planeó nada – aclaró solo por fuerza de costumbre- Es que mamá me envió las cosas que le pedí hoy y no sé que pasó pero hay más de lo que esperaba en esta caja – dijo señalando el cubo de cartón que estaba en la mesa mientras bebía otro sorbo de té antes de que se enfríara - ¿y tú? Luces agitada – sonrió con curiosidad y confusión - ¿Estás bien? – preguntó con cautela. Una brisa malevola elevó los papeles basura y Emma se enderezó en media milésima de segundo – ¡No dejes que se pierdan! –exclamó alarmada mientras corría, taza en mano, hacía uno de los papeles que ya se encontraba a varios metros, mientras como única estela de su movimiento quedaba tendida en el suelo la manta que antes la cubría.

Ni siquiera Jackson tenía responsabilidad en esa amistad, no traté en ningún minuto de conquistar a mi actual cuñada, claramente ahora se veía como un plus, pero mi cariño por la castaña de ojos cielo empezó antes de todo. Incluso podría decir que la imagen de Jackson desde el minuto uno fue mucho mejor debido a como se veía a los ojos de Emma. La adoraba porque era simplemente adorable, era difícil que personas como Emma no entraran en tu vida y tu no quisieras retenerla para siempre. Aquella calma y personalidad tan bondadosa, tan honesta y genuinamente buena, me hacía demasiado bien y me calmaba en los momentos que me volvía loca, y es en esas ocasiones en que me daba cuenta que siempre necesitaría alguien así a mi lado, y que lo que antes era mi madre y su bondad, transmutaron en que ahora una de mis mejores amigas me entregaba la paz que tanto apreciaba. Mi rostro esbozó una sonrisa casi tan dulce como ella cuando besó mi mejilla y miré lo que estaba hurgando con tanto anhelo y dedicación su hermana.- ¿Recuerdos? Me gustan esos….- dije con honestidad, a pesar de todo a veces me quedaba horas viendo fotos antiguas, o cuando iba a ver a mis padres junto a los primeros autitos de juguete que tuve, o mi muñeca de trapo que llevaba a todos lados.

Solté una risa, dudaba realmente que alguna vez Emma hiciera algo malo a alguna persona, si alguna travesura, pero no algo malo. – Así veo… bonitas cajas… No me había dado cuenta te gustaban las flores.- la verdad es que si se notaba que algunos patrones de sus cosas usaban precisamente el patrón floral.- Dime que hay una foto de Jacko de bebe, prometo no decirle me la mostraste- dije soltando una risa sin mirar demasiado las cosas, ya que si bien le estaba pidiendo algo en particular, sabía que muchas veces los recuerdos eran sumamente personales y no me quería entrometer en los de mi amiga más de lo que ella me dejara. Fruncí el ceño con su pregunta hasta soltarme a reir.- Si, muy bien, solo que Lolo y Gus aman tratar de matarme en los paseos…- dije encogiendo los hombres, porque nada podía hacer al respecto, esos dos canes sabían yo no les iba a negar nada, y Gus ya estaba aprendiendo a ir en auto sin volverse loco, que era algo que apreciaba. Di una mirada a mis hijos para luego mover mi cabeza con urgencia al oir la petición de Emma, levantándome de súbito para perseguir aquellos papelitos ¿de caramelo? que mi hermana quería tanto recuperar. La brisa estaba siendo rápida y salí en dirección contraria alcanzando a tomar un papelito que volaba sin rumbo fijo, persiguiendo ya otro .- ¡No se escaparan! ¡ ven aquí!- le grite al envoltorio estirando mi brazo para tomarlo mientras los lográbamos recuperar y volver a dejarlos en la caja, debajo de algo más pesado para que nos e volvieran a escapar.- A veces los recuerdos quieren huir de uno, yo la verdad nunca había visto de esos caramelos- dije bromeando a mi hermana, algo agitada por el apuro que tuvimos en quitárselos al aire.

Bebió otro sorbo de té, mientras observaba a Lili con el cariño que le tenía reflejado en los ojos y luego le ofreció la taza, no tenía caso cortar el momento para ir a buscar otra taza. Miró sus cajas ante el comentario de su hermano, frunció levemente el ceño – No sé si me gustan tanto como a lo Jane Austen, ya sabes el rosa me crispa el cabello – dijo fingiendo un estremecimiento – pero de pronto me gusto, me recuerdan a la paz de un campo – la miró sonriendo, sí, eso era su cosa con las flores, le inspiraban libertad. Soltó una risa al escuchar lo de la foto e hizo memoria tratando de recordar si tenía alguna de esas, y es que la primera vez que su hermano descubrió su cofre del tesoro se aseguró de extraer sus propias imágenes del cofre, cosa que desencadenó, por supuesto, una guerra sin cuartel durante unas hora – En teoría puede que tengas suerte – comentó algo pensativa aún – es que la verdad es que ni recuerdo que es lo que hay aquí, estos papelitos – los levantó – me tomaron por sorpresa. Soltó una carcajada al oír lo de los perros, Lili era una chica pequeña de complexión delgada pero no había duda alguna que tenía fuerza y si eso faltase tenía suficiente personalidad como para compensar eso y así inspirar más que respeto, pero esos perros estaban fuera de los límites, era unos consentidos – Es su trabajo, darte dolores de cabeza – bromeó guiñando un ojo.

Aquel que observara la escena desde fuera vería un vals mudo bailado por dos locas que corrían de un lado al otro desesperadamente persiguiendo fantasmas. En algún momento cuando ya sólo quedaba un fugitivo papel por atrapar, Emma estalló en carcajadas, simplemente se dejó llevar y atrapó el papel de un caramelo que recordó en ese instante lo coleccionó porque tenía esas letras de colores sobre el fondo blanco que simplemente le fascinaron - ¡Listo! – exclamó triunfal entre risas. Su mirada se fijó en la sigma que amaba tanto y sonrió, Lili era lo menor, no había dudado un segundo en salir disparada a la persecución y esa espontaneidad suya era lo que más admiraba – Te quiero Lili – musitó un susurro apenas más fuerte que el sonido de una brisa. Volvió al asiento, tomando la manta de camino, la cual se volvía inútil ahora que seguía acalorada. Las palabas de su cuñada lograron que frunciera el ceño pensativa, era una broma pero como toda broma tenía algo de verdad en ella – Tuve un período de caramelos – explicó, no podía añadir más pues no sabía muy bien como explicarlo. Con la caja en mano los volvió a meter todos allí, en su refugio, encontró un montón de sobres, los sacó con una sonrisa llena de ternura y algo de melancolía – Cartas, de mis amigas, esas que te dan por tu cumpleaños, por las fechas especiales y en cada sobre una flor seca – soltó una carcajada, sí tenía una tendencia a las flores y finalmente las fotografías, miró a Lili con expresión traviesa – Lo mejor de la caja – observó la primera y su corazón se achicó un poco a causa de los sentimientos – Mi primer día de clases – una más diminuta Emma con rasgos redondeados y un Jacko con la mirada de esos niños que planean un travesura posando con sus mochilas antes de salir para el colegio.

- A veces creo que lo disfrutan- dije con algo de cansancio mientras mis mascotas seguían jugando y miré con cariño a Emma luego de que hubiéramos recogido todo, miraba el suelo para asegurarme de que no quedara nada sin atrapar cuando escucho su susurró apenas audible ante el cual sonreí. Yo te adoro, hermanita- dije porque era mi hermana a tantos niveles, que aunque no fuéramos ni hermanas de fraternidad ni cuñadas, seguiría llamándole mi hermana por la amistad que habíamos forjado. Observé las cartas, los dulces y las flores secas, intentando capturar aquellos recuerdos de Emma.- tenías bastante amigas… has sido querida toda la vida eh- dije con gracia, en sigma la adorábamos, y era gracioso ver como había tenido gente cercana, a veces era difícil pensar que teníamos vida antes de la Universidad, como todo había cambiado tanto con ella.

Y de repente me encuentro frente a un tesoro al menos frente a mis ojos. Poder ver a esas pequeñas e infantiles versiones de quizás las dos personas, junto a mis padres, que mas quería en este momento me hizo soltar un suspiro sin siquiera arrepentirme de ello. Emma se veía tan tierna, pacifica y buena como la veía ahora a sus diecinueve años era, y al pequeño Monking, con esa sonrisa de travesura como cada vez que algo loco pasaba por su mente, cuando tenía una idea repentina que nadie más tendría. – Se ven tan hermosos, tan chiquitos… - solté con algo de emoción. Me quedé un momento mirando la foto, tomándola entre mis mano mientras veía a mi mejor amiga junto a mi novio a tan tierna edad, y de repente, me empecé a fijar en que eran los hermanos Rochtman, que eran dos hermanos y que yo misma , salvo la foto sobre mi mesita de noche, no había indagado en mis propios recuerdos hace tanto. Recordé que en alguna parte de la casa de mis padres estaba esa foto del primer día de clases, de cómo mamá luchaba ara que Connor pareciera un niño bueno, no pudiendo hacer mucho contra la esencia Hernández de buscaproblemas, y el extrañar todo aquello, que lo único que me quedaran fueran recuerdos que ni siquiera quería recordar, no había nada hacia adelante, solo hacia atrás. Un par de lagrimas escaparon sin mi consentimiento de mis ojos, haciendo que moviera el rostro rápidamente para que Emma no me viera limpiándolas rápidamente para esbozarle una sonrisa amplia.- Hubiera sido divertido ser tu amiga de pequeña… no solía tener amigas mujeres… quizás nos hubiéramos odiado, era bastante niñito, aunque usara vestido- dije como posibilidad apoyándome en el hombro de mi hermana.

Soltó unas risas mirando a los perros que ajenos a los dilemas de su dueña, a quien era bastante claro que no consideraban la líder de la manada, seguían en sus juegos inocentes. Pero las risas se vieron alejadas por el momento intimo que compartió brevemente con la californiana, el color subió a sus mejillas y no pudo más que mirar al suelo para intentar ocultarlo, no tenía vergüenza ni mucho menos, sólo que tenía algo de miedo y es que Emma tenía una historia sin final feliz que la marcó por siempre, que en éstos momentos, con esa caja en manos, amenazaba a destruir la calma, es que amaba demasiado por que aprendió a duras penas que a las personas se las puede perder. Se negó rotundamente a dejarse invadir por ese sombrío recuerdo y levantó la vista junto con el valor, sonriendo ante las palabras de Lili – Las extraño, pero no siento su falta, ustedes no me dejan sentirme sola – confesó, refiriéndose a todas las sigmas en general, pero específicamente en la castaña que estaba frente a ella que era sin lugar a dudas, como una chispa de energía y frescura que encendía lados de Emma que de otros modos permanecerían dormidos. Adoraba a Lili y le agradecía por ser lo más cercano a una guía en este nuevo mundo que no terminaba de conocer incluso luego de un año de estar remándola para dejar atrás sus modos infantiles.

Volvió a sonrojarse al ver la expresión de Lili mientras contemplaba la imagen, en sus propias manos mientras tanto otra se preparaba para ser revelada, esta vez Emma y Jacko en una mañana de Navidad con un par de bicicletas nuevas, recordó que su hermano había recorrido la casa con ella a pesar de los desesperados gritos de su madre que lo perseguían con temor a que destruyera algo a su paso, por supuesto no lo hizo, aunque las marcas de una frenada quedaron marcadas mucho tiempo en el suelo de la cocina.  Recordó aquel día, en que celebraron el primer Gran Prix Rochtman en dos ruedas, cuyo circuito era un trayecto invisible en el interior de la casa porque afuera llovía, obviamente Jackson se alzó con la posición más alta del podio. Fue por ese breve viaje al pasado que inicialmente no notó el cambio en el humor de su hermano pero cuando le tendió la fotografía vio las lágrimas, una sensación de culpa oprimió su pecho, pero como Lili continuó hablando como si nada, Emma dudó en tocar el tema, decidió continuar primero con la conversación – Niñito con vestido, curiosa definición de ti misma – repitió sonriendo, no podía imaginarse a Lili con vestido, tenía demasiada energía para andar por ahí jugando a la casita y tomar tecitos con peluches desperdigados en un círculo, con hojas de árboles como cupcakes y agua de grifo como el té de la reina de Inglaterra. Se encogió de hombros – Te hubiera aburrido sin duda alguna, pero tuve mi cuota de niñito cuando a Jacko le faltaba un hombre en sus líneas de juego – soltó con algo de melancolía. La miró con expresión serena pero seria - ¿Segura que quieres seguir mirando fotos? ¿Estás bien? – preguntó a sabiendas de lo que había pasado con su hermano, cosa que Emma jamás comprendería como Lili lo superaba día a día, porque eso no se superaba del todo jamás. Quería preguntarle como fue crecer cerca del mar, pero no estaba segura de que fuera bueno para ella recordar su infancia y no quería lastimar con la pregunta ni salir lastimada con la respuesta.

-   Te queremos para nosotras solamente, somos egoístas-  dije  en broma a nombre de las Sigmas. Porque seamos honestas, la habitación por completo la había extrañado demasiado cuando se fue a Amsterdam, nos faltaba ese “no sé qué” que solo podía aportar Emma, esa manera en como con Amelie le pedíamos en las noches antes que se pusiera a orar que pidiera porque perdonaran los pecados de lujuria de Brooke, de las clases de manejo que ambas tuvimos, de los días en la playa las cuatro, habíamos conformado un grupo peculiar pero en el que cada una era imprescindible.  Con cariño acaricié el cabello de la castaña mirandola, la había extrañado mucho pero me gustaba verla más brillante, más grande desde que llegó, de seguro el viaje le había hecho de maravillas.

Solté una pequeña risa ya animándose de nuevo, aquellos bajones de ánimo no eran extraños en mi, solo que me apresuraba en ocultarlos, a nadie le gustaba alguien triste, y yo podía estar segura que no los ocultaba falsamente, de verdad mi vida iba bien, tenía motivos de sobra para sonreir, era feliz, algo que no creía que podía ser posible meses atrás, y era esa gente que ahora llenaba mi vida  la responsable en gran medida.-  Un niñito con vestido…. Mamá finalmente optó por ponerme calzas, así no andaba mostrando los calzones a todos los niños mientras jugaba- recordé  aguantando un poco la risa, ya que me acordaba de Melanie Hernández, tan preocupada porque su preciosa princesa anduviera jugando soccer con ese  vestido, simplemente porque lo único que quería  era seguir a Connor en cada momento.-   Éramos iguales… cuando te veo con Jacko me doy cuenta somos la misma clase de hermanas menores…- dije aunque en mi caso, solo había sido 20 minutos menor, pero me sentía siempre más pequeña. Tomé la fotografía en mis manos viéndola con gracia, una sonrisa totalmente dulce se formo en mi rostro, eran un lujo que Emma me permitiera ver estas fotos, aunque luego usaría aquel poder para el mal y molestar un rato a mi novio, es que simplemente no se podían ver mas hermosos, y Jacko más desordenado por cierto, dudaba que eso cambiara alguna vez. Estaba concentrada mirando la foto cuando Emma me pregunta aquello, notando la preocupación en su voz lo que me hizo soltar una sola lágrima. Me enternecía a tal nivel su preocupación por mi, pero no quería que lo hiciera, no podía evitar ponerme triste pero solo era pasajero, porque sabía que había tenido también grandes recuerdos.  Besé su mejilla con un cariño único antes de asentir con la cabeza.-   Sí… solo… me puse triste un momento, es fuerte pensar que  tengo todos esos recuerdos también pero que no puedo construir nuevos… que ahí quedaron, dieciocho años y no hay más.- fui honesta, mientras un nudo se formaba en mi garganta.-  Pero también, quizás no sería así de feliz ahora si no hubiera aprendido lo valioso que es aprovechar el momento, decir las cosas cuando se sienten porque quizá no tenga otra oportunidad…. Quizás por eso soy tan feliz con ustedes, y tengo  tantos recuerdos que quizás alcancen para una vida entera- dije apoyándome en el hombro de mi hermana.- ¿No tendrás una de Halloween? ¿o Jacko vestido de mujer? Todos los niños hacen eso alguna vez - agregué de repente,  mostrándole que si bien me había puesto triste, me encantaba ver esas fotos, porque los hermanos Rochtman eran de las personas mas importantes en mi vida ahora, solo acompañadas por mis padres en tan honroso podio.

Fue uno de esos momentos íntimos que sólo las mejores amigas comparten, uno dónde las miradas y los gestos valen más  que mil palabras, dónde el silencio es la base para que los sentimientos se asienten en el corazón. Emma miró los ojos cielo de Lili con complicidad a sabiendas que miles de momentos que habían vivido juntas, sumando a Amelie y a Brooke, fluctuaban como luciérnagas invisibles entre ellas; y es que una vez que Emma superó la etapa de novata, en la que iba de un lado a otro con las sigmas bebés, encontró un lugar en ese trío de disparatadas mujeres que tanto la ayudaban a forjar su personalidad y su libertad, que en su afán de protegerla y abrirle los ojos, habían conseguido tatuarse en su alma con el fuego de la amistad. Sí, las amaba con todo lo que era y a Lili, con su incondicional apoyo, la tenía a un lado de su hermano, como la hermana que siempre quiso y que Melanie no llegaba a ser del todo.

No pudo evitar soltar una carcajada, ante la imagen que se le formó en la mente, una pequeña Lili siendo blanco de las burlas de los niños por mostrar los calzones y lo más gracioso era que probablemente los autores de las burlas se encontraban luego con la lengua filosa de la sigma quien probablemente ya desde pequeña tenía esa actitud segura de replicar con alguna genialidad. Con esos ojos expresivos que tenía la californiana era inevitable notar las emociones que se colaban a través de ellos y Emma no era inmune a ello, por lo se acercó más a su hermana, estaban tan pegadas como si fueran dos niñas compartiendo el secreto del universo, exponiendo su familiaridad de esa manera. No supo que responder a eso de ser el mismo tipo de hermanas menores porque en ese momento mientras se sentía la persona más afortunada del mundo por tener a Jacko también se sentía algo egoísta, ya que Lili había perdido al suyo, por lo que no pudo hacer más que guardar silencio para no estropear nada.

Ella también había perdido a alguien muy importante, no era un hermano, no era alguien con quien creció por lo que en cierta forma no se comparaba, pero lo había amado con todo lo que era y aunque jamás había hablado con nadie que no fuera su hermano y su terapeuta sobre eso, ya que se rehusaba con todas su terquedad a revolver esos recuerdos que tan enterrados tenía para que no la lastimaran más, tenía que dejarlos salir por un momento para que Lili comprendiera que cuando decía que la entendía realmente lo hacía, suspiró  mientras una sonrisa triste se dibujaba en su rostro – Sí, hay que vivir lo que ellos no pueden – musitó con melancolía, era eso lo que la  impulsaba y lo que la ayudó a superarlo. Sintió la cabeza de su hermana en su hombro y a su vez posó la suya encima, miraba a la nada, al jardín y el verde tan vivaz – Para mí fue más fácil, me fui dejando el fantasma en casa pero cada vez que intento acobardarme por miedo a lo que vendrá, recuerdo que él no puede hacerlo, supongo que será lo mismo para ti – movió un poco la cabeza – Las lágrimas no revivirán a nuestros muertos, además están allá dónde todo es felicidad, simplemente llegaron antes que nosotras – dijo con el ánimo renovado, ella creía en el paraíso de tal manera que a veces se cohibía pensando que aquel chico de ojos ausentes la veía ser desde cielo. Se enderezó negándose a ser arrastrada por la nube de melancolía –  ¿Halloween eh?  A ver, que tiene esta caja de Pandora para nosotras – aun quedaban vestigios de melancolía en su voz, pero ni bien encontró la fotografía que sabía que estaba allí, su rostro se iluminó por completo, se la pasó a Lili – No sé cuántos años teníamos – confesó tratando de hacer memoria.

Mi mente divagaba eternamente  si preguntarle o no de aquello que parecía oprimir su corazón , tanto como lo de mi hermano había oprimido el mío. Nunca una palabra sobre que ella tenía tal pena en el alma se había dicho entre nosotras, ni siquiera las veces que yo mencionaba por encima lo que había pasado, o mostraba fotos de mi hermano, que a veces bromeaba hubiera sido una hermosa pareja para Amelie.  Se sobreentendía de sus palabras que era una muerta, e incluso alguien joven, porque no solíamos decir sobre un adulto todo lo que le quedaba por vivir, aunque a cualquier persona al momento de vivir le quedaba mucho por vivir, tuviera 1 o 100 años. Tomé su mano entre las mías estrechándola con fuerza mientras asentía suavemente, sin perder el contacto de mi cabeza entre su hombro y su cabeza.- Y mira que no te has acobardado, hasta viaje a Amsterdam te atreviste a hacer- le di animo a mi amiga, a mi hermana más querida de todas.- De seguro estuvo orgulloso…- me detuve, quizás era una chica, alguna amiga de la que hablaba, no lo sabía.- Eres todo menos una cobarde, Emms…  y espero que no partas donde C o quien te mira  en un largo tiempo, ¿sabes que siempre quise tener una hermana? Eres lo más cercano que he tenido a ese sentimiento que deben tener las hermanas.- Adoraba ser la chica de la familia, pero más de una vez me hubiera gustado tener una hermana menor, yo proteger en vez de ser a la que protegían, la princesita. Y Emma cumplí a cabalidad eso, no solo era la persona mas dulce del planeta, sino que epse a nuestras diferencias nos entendíamos tal y como si habláramos el mismo lenguaje, además de compartir un amor inmenso por una persona en particular.

Suspiré fuertemente intentando dejar aquella de lado, cosa que no costo demasiado cuando me paso aquella foto de Halloween, la cual me hizo reír más que la anterior.-  Oh Dios, no puedes verte mas hermosa- comenté ante una preciosa Emma vestida de una pequeña flor, muy colorida y tierna, sonriendo junto a su bolsita de dulces preparada para ir por más. Y sobre todo, el Monking a su lado vestido de astronauta, con un casco bajo su brazo, dejando entrever aquella sonrisa traviesa, como de quien iba a correr por las calles para ir mas rápido y comer mas dulces.-  Te apuesto que le duraban dos horas los dulces, Jacko glotón- reí  sacando rápidamente el celular para sacar una foto.- Lo siento, no puedo verlas sin dejar registro…Era el encanto que es desde siempre…- comenté soltando un suspiro, ahora positivo, ahora lleno de amor y no de nostalgia, para luego rodar mis ojos ante aquel suspiro esperando que mi cuñada no se diera cuenta. Con el móvil en mis manos navegue entre mis fotos, para mostrarle una de pequeña, donde me veía toda desordenada después de un juego de soccer improvisado por mi hermano en el patio trasero, en los brazos de mi rubia madre dándome un beso sin importarle el sudor.- Esta era yo… es un secreto no se la muestres a nadie- comenté susurrando divertida.