¿Llamada Repentina? || Gornie & Dandré & Mathías

Miércoles 22 de Abril
-¿Cómo dices que se llama?- Pregunté en un tono bajo, mientras mantenía con la zurda el celular agarrado y cerca de mi oreja pues con la derecha mantenía un esferográfico, había escrito el número de un celular de una chica a la cual mi chico confiaba muchísimo tanto para que llegara a cuidar a Mathías en esta ocasión, del otro lado del teléfono por parte de mi castaño amado recibí la respuesta del nombre ajeno, el nombre de la chica es Minka. -Vale, en menos de treinta minutos estaré allí... Amor, cuídate y no te lastimes- Susurré, estaba preocupado por él porque para que me pidiera ayuda a mí, significaba que algo pesado estaba interponiéndose.
En seguida marqué el número de celular que estaba registrado en aquel papelito -Buen día, hablo con la señorita Minka- Empecé la conversación en un tono firme, antes, cuando era pequeño tenía miedo de hablarle a un desconocido pero bueno, ya estaba grande y tenía veinte y siete años, además de que no era la primera vez que hacía algo como ésto... digo, el llamar a una persona que no conocía pidiéndole un favor de alguien que la persona si conocía.
[...]
-Si deseas para que sea un poco más liviano el favor puedes traer a tus amigas, solo te pido que te presentes en menos de treinta minutos. Darren quiere mi ayuda lo más pronto- Hice uso de un tono casi de súplica para que lo haga, dicho esto y hecha la llamada, colgué luego de haberle dado la dirección exacta del departamento en el que ahora estaba, mi pequeño pero grande hogar.
Dejé el celular sobre la mesita y en seguida me fui a cambiar con ropa para la calle, no tan formal ni tampoco como un mamarracho, eso era lo bueno de trabajar como modelo puesto que ya tendía a saber con tan solo mirar las prendas qué es lo que combinaba con qué y lo que no combinaba. Mientras yo me vestía, Mathías estaba en la sala jugando con los cachorros y un par de juguetitos de dragon ball Z que había comprado en nuestra salida anterior, en aquella tienda que nos había presentado Sebastian, un chico agradable, pertenecía a la fraternidad Delta, no sabía muy bien si era amigo de mi sobrino, Teddy, eso fue lo que no le pregunté.

Diez minutos me tardé, había pasado casi veinte minutos desde que llamé a la chica que respondía por el nombre de Minka, me puse a caminar de un lado a otro, desde la sala a la cocina, estaba nervioso, preocupado y ansioso, pensando en lo que podría necesitar Darren. -Vamos, vamos- Tomé el celular, observé la hora y me desesperé un poco más, al final lo guardé dentro del bolsillo, en ningún momento recibí la mirada de Mathías pues estaba jugando con Stitch y Pegaso.

Katrine estaba en starbucks, bebiendo su capucino y disfrutando su día libre mientras leía un buen libro de Sidney Sheldon. Su casi fanatismo por la lectura había quedado un poco olvidado los últimos días pero nuevamente estaba retomando su pasatiempo. No era un libro nuevo de su autor favorito, pero no quedaba de otra; el sujeto ya estaba muerto y Katrine se había leído todos los libros, relatos, y cuentos de él. Muchas veces soñaba con despertarlo de la tumba y obligarlo a escribir nuevamente pero no era más que tonterías de su cabeza.

Sus manos se deslizaron por las hojas del libro y nuevamente se asombraba con capítulos que ya había leído pero que seguían causando las mismas sensaciones como la primera vez. Inmersa en su mente, en el cuadro de la novela más drámatica de Sidney, su móvil la regresó al mundo real. Miró la pantalla, y le bastó leer Código Gornie para saber que debía levantar su trasero e ir al encuentro con sus amigas.

La idea de cuidar al pequeño Mathías le hacía ilusión. Tenía poca relación con los niños pequeños pero en realidad la conmovían mucho y tenía mucha paciencia con ellos. Sabía que de las tres, ella sería la más detallista y cuidadosa para el cuidado del pequeño. Dudaba que Minka supiera siquiera cambiar un pañal. Sonrió con sus pensamientos y pronto reconoció la dirección que Minka le había pasado. Pagó el taxi y notó que Minka estaba entrando a la casa. Se apresuró para llegar a la puerta antes de que André la cerrara―. ¡Hola! ¿Qué tal? Soy la niñera número dos. La más responsable de todas, dejalo en mis manos, no en las suyas―señaló a Minka y extendió la mano a André para saludarlo como toda una mujer de negocios, acostumbrada a su trabajo―. Me llamo Katrine, debes ser André. No nos conocíamos pero Darren habla mucho de ti, ¿y dónde está el bomboncito de la casa?―echó una mirada por la casa parada en la entrada y sonrió ampliamente.

No tenía clases y mi cuerpo era el más feliz con aquella noticia. Había despertado temprano para alistarme como cualquier día, pero cuando hacía el intento de levantarme de la cama, me había llegado un mensaje informando que mi única clase del día había sido suspendida. No podía sentir más felicidad qué dormir hasta mediodía. Mi relación más seria e íntima era con mi cama, cada mañana sentía que me abrazaba para que no la dejara y era algo que ninguna de las dos quería, pero la responsabilidad pesaba más. No me apetecía quedarme en la habitación viendo televisión, por lo que Starbucks fue mi punto de pasada para tener algo en el estómago ya que empezar el día sin comida era algo que no me volvía feliz en absoluto. Frappuccino y brownies era el desayuno más “saludable” en mi hábito alimenticio diario. Delicioso.

Movía mi cabeza al ritmo de la música mientras iba a una de las tiendas a comprar películas, no tenía nada planeado para el fin de semana y habían varias películas de terror que llamaron mi atención en los escasos minutos que enseñaban los trailers en el cine, y no tenía tiempo suficiente para hacerlo durante el resto de la semana hasta que los días de flojera total llegaran. Estaba masticando el último pedazo de brownie cuando leí “Código Gornie” cada vez que leía aquellas palabras pensaba que mis amigas tenían algún problema con chicos o que tuvieran que salir corriendo de cualquier lugar sin ser descubiertas, pero nunca me daban el gusto de reír un poco –bastante- de ellas.

El Código era cuidar a un bebé, no tenía idea de cuándo fue la última vez que siquiera había tenido a uno entre mis brazos, pero eso no quitaba que fuera divertido. Antes de que Kat cerrara la puerta, le grité mientras bajaba de mi jeep:― ¡No cierres! ―llegué a ella corriendo y moviendo mis brazos en triunfo por no haber llegado tarde, cosa que bastante a menudo hacía. Miré a Minka sacándole la lengua y luego a André. ―¡Hola! Dejarás a tu hijo en las mejores manos, no dudes de ello. Somos buenas niñeras, cuidamos a la mayoría de los monos y han crecido como buenos chicos.

Me quedé quieto cuando el pequeño dejó sobre el suelo a sus muñequitos con los que estaba jugando, pues empezó a gatear hacia mí, aunque bien pudo caminar pero opté por gatear, quizás lo hizo para ensuciarse un poco. Solté una pequeña risa y me acunclillé a su nivel -Ven Matthi, ven con papi- Usé un tono infantil y dulce y extendí los brazos para que viniera hacia mí, lo cual fue eficiente ya que el pequeño empezó a gatear más rápido hasta que se detuvo pues se levantó a pocos centímetros de donde estaba y terminó cayendo entre mis brazos. Lo tomé firme y me reincorporé -Jajaja, eres un loquito- Le hice pequeñas cosquillas con mi rostro hacia su barriguita, a lo cual el pequeño reaccionó con risas y moviendo su cuerpo, me hacía muy feliz escuchar su risa, aquella risa que no lo tuve por casi nueve meses después de su nacimiento... "No, André, que esos malos recuerdos, se alejen de tu mente... Ahora eres el hombre más feliz con Darren y Mathías a tu lado" Me dije en el interior y esbocé una pequeña sonrisa cuando el menor empezó a acariciarme la mejilla.

Luego de un par de minutos de haber tomado a Mathías en mis brazos, la puerta se escuchó, dejé al rubecito sobre el suelo para que continúe jugando, esperando que la persona quien halla llamado y esté detrás de la puerta sea nada más y menos que Minka, esperaba eso, pues la espera se me estaba haciendo una eternidad y debía ayudar a mi novio, él me había dado un plazo de treinta minutos y el tiempo parecía que corría contra mí. Apresurado abrí la puerta y se trataba de ella, al parecer, su entrada fue ciertamente graciosa que se ganó una pequeña y bajá carcajada mía -No te preocupes, mujer maravilla. Es un gran favor el que nos estás haciendo- Le seguí el jueguito de la "mujer maravilla", quizás aquel mote se quedaría para Minka, además le hice pasar pero antes dejé un pequeño beso en la mejilla como saludo.

-Bien, vamos a que te explique todo y mostrarte al pequeño rubito- Dije en un tono burlón, porque era gracioso el término "mostrarle al pequeño rubito" era como si éste estuviera encerrado o algo en particular. Sin embargo, se encontraba en la sala jugando y que de seguro estaría con la mirada hacia acá, la entrada. Me propuse a cerrar la puerta pero algo o alguien me detuvo y esa fue una de las dos amigas de Minka, que respondía bajo el nombre de Katrine -Un gusto Katrine- Estreché su mano con la diestra.
Tenía pensado presentarles al pequeño pero desde abajo, escuché un grito de no cerrar la puerta, una pequeña sonrisa en mi rostro apareció por ello, me pareció un poco infantil, la verdad, asentí suavemente con la cabeza y esperé a que llegara la chica que había gritado. Cuando lo hizo me confirmó con sus palabras de que cuidarían al bebé y estaba en muy buenas manos, además hizo un comentario chistoso de que cuidaban a los chicos lo que me hizo reír; aunque, ¡Vamos!. Si Darren me las había recomendado era por el mero hecho de que confiaba muchísimo en ellas; y, si mi castaño confiaba ¿Por qué yo no?.

Me apresuré en la caminata hacia la sala y tomar a Mathías en mis brazos. -Bien chicas, él es el pequeño Mathías- Le presenté y el bebé respondió saludando con su manita y una sonrisa en su rostro, algo muy común en él, pues era de naturaleza muy amigable. De inmediato, se extendió hacia los brazos de la mujer maravilla, digo de Minka. -Bueno, en resumen. Mathi es un uniño bueno, muy pocas veces llora pues se la pasa contento y jugando casi siempre, pero cuando lo hace la única manera de calmarlo es cantándole y si está de mal humor es porque quiero o bien jugo o salir a pasear, es así- Comenté divertido, explicaba mientras dejé al rubito en los brazos de Minka -Chicas, una vez más. Muchísimas gracias por ésto, después arreglamos en lo económico- Sonreí y al ver la hora me alarmé, corriendo hacia la puerta -Son grandes- Extendí mi diestra señalándolas y además de haber guiñado el ojo derecho, en son de burla, de inmediato abrí la puerta y literalmente volé hacia el auditorio de UCLA.