Una noche fría || Dandré ♥ || Exprés

Viernes 17 de Abril/2015.

Lunes, Martes y Viernes eran los días en que me tocaba laborar, tal y cual como terminé acordando con mis jefes, tan amables y generosos conmigo, aunque me lo merecía, no lo decía por tener el ego en los aires, no, eso no; lo decía por las mismas palabras que ellos mismos dijeron ante el hecho de haber sido ágil para haber cerrado aquella negociación en Londres, me tardé menos de lo que ellos esperaban y más aún me terminé llevando super bien con los directivos de la empresa hermana, el gerente de la empresa a la que trabajo me dijo: "No te sorprendas si ellos te llaman para un trabajo especial. He llegado a escuchar que le simpatizaste mucho y a todos. Te felicito André" ¿Qué más motivación quería para seguir en aquella empresa? ... Aunque, claro, inicié como modelo en aquella empresa y moriré allí, tal y como hubiera querido y deseado Ileana.
Estaba con el saco de mi traje colgando sobre mi hombro, caminando hacia mi hogar donde me esperaban los dos pequeñines que han cambiado mi vida. Ya era muy tarde, alrededor de las nueve de la noche, no estaba exhausto, eran muy raras las veces en que llegaba del trabajo cansado porque disfrutaba de lo que hacía, me encantaba mi trabajo y estaba super cómodo y feliz. Lo que me sorprendió fue que a mi alrededor sintiera demasiado frío, antes de entrar me quedé quieto frente a la puerta, extendí mi diestra y me pasé por la frente, no, no tenía fiebre. Entonces ¿A qué se debía el frío? ... No estaba enfermo yo, entonces seguro que era aquel loco clima.
-Toc Toc- Dije en un tono infantil pero elevado, en vez de tocar la puerta como cualquier otra persona normal haría, esa era la manera en que yo pedía a que me abrieran la puerta para poder entrar. Me quedé parado allí esperando, con una pequeña sonrisa.

Lo que más me gustaba de los viernes es que podía pasar unos días libres en casa sin hacer nada más que tirarme en el sofá a ver películas con André, Mathías y los perros. Hacía un paquete de palomitas de maíz y ya éramos felices. Desde que mi chico había vuelto de aquel viaje se sentía mejor la casa porque habíamos pasado unos días siendo solo el bebé y yo. Estuvimos bien, pero era notable que extrañábamos al mayor por ser nuestro máximo apoyo y alguien increíblemente importante.

Estaba en la cocina haciendo pasta para cenar mientras Mathías  se encontraba en su silla adaptada terminando de comer su papilla o ,mejor dicho, terminando de mancharse porque tenía toda la cara blanca. Me recordaba a los vídeos que hay sobre mí cuando era un crío porque yo también era de los que me manchaba hasta la espalda comiendo. No podía evitar mirarlo y reir , respondiéndome él con otra risa suya. Entonces oí el sonido con el que André indicaba que había llegado. Le dije muchas veces que así puede que no nos enterásemos algún dia pero él seguía porque era un niño pequeño y adorable. Me dirigí a la puerta y la abrí. -Hola, Gael.-sonrió dándole un beso corto en sus labios y dejándole paso. -Tu hijo está ahí bañándose en papilla y yo haciendo pasta para comer.-dije entre risas volviendo a la cocina. -¿Qué tal el trabajo? -pregunté sacando la pasta y echándole el tomate.

Sí, era muy cierto que Darren me había dicho en muchas veces que cambie mi forma de llamar a la puerta porque tenía muchas posibilidades de que quien esté dentro del hogar no llegara a escuchar mi llamado. Aunque yo a esas palabras, le respondía "Sigue lo que diga tu corazón", claro está que para esas palabras no utilicé un tono de regaño, no, eso nunca lo he hecho y haría con mi chico o con Mathías, sino más bien utilicé un tono de voz lleno de dulzura y con una pequeña sonrisa en mi rostro.
Alrededor de un par de minutos esperé para que la puerta terminara abriéndose y fui recibido por mi chico, recibí un corto beso en los labios por parte de él y solté una pequeña risa tras haberme llamado por mi segundo nombre, era el único que solía hacerlo -Hola pollito- Lo saludé con un toque de sensualidad y picardía, ahora yo me acerqué para besar sus labios con suavidad mientras mi mano derecha le acariciaba con suavidad los laterales de su rostro, cerca del mentón. Con unos cuantos pasos me adentré a la casa y antes de que preguntara qué es lo que hacían me había respondido, lo miré de lado con una ceja alzada -¿Sí?- Dije en un tono burlón y empecé a caminar hacia la cocina en donde allí estaba Mathías sentado sobre su sillita, apenas y llegué lo noté con toda su carita llena de papilla al igual que su ropa, aunque se había cubierto los ojos con ambas manitas ¿Acaso fue porque llegué? ... -Oh no, no encuentro a Mathi.- Comenté en un tono fingiendo preocupación, girando para ver a Darren -Amor,¿sabes donde está el pequeño bebé?- Claramente era un juego lo que había empezado y mientras se llevaba a cabo aquella escenita se escuchaban las risillas del bebé hasta que el mismo dijo -Papá- Y dejó de cubrir sus ojos, me volteé para verlo y tomarlo en mis brazos sin importar que manchara mi camisa que justamente era de color blanca -Aquí has estado- Continué con el jueguito y besé su mejilla con fuerza para después acariciarle los cabellos y quedar así por unos buenos minutos -Lo encontraste- Le comenté en un tono bajo a mi novio, esas palabras fueron con un doble sentido.

Las tonterías de André siempre eran iguales y rara era la vez en la que no acabábamos riéndonos como dos críos. Sí, eran tonterías de niños pequeños pero entre nosotros nos entendíamos y éramos dos payasos. Tal vez ese fuese el secreto para llevarnos tan bien pues alejábamos los problemas y nos centramos en los momentos pequeños como estos en los que Mathías aparecía manchado de papilla o cuando veíamos junto la televisión y mis películas de superhéroes. -Deja de llamarme pollito.-amenacé utilizando mi malvada mirada de chico malo , obviamente en broma. Correspondí aquel beso de manera lenta y le pellizque un poco su abdomen sin dejar de sonreir.

-Vamos, entra y podrás comprobar por ti mismo que tu pequeñajo se ha convertido en un hombrecito blanco.-reí. Nada más llegar a la cocina ambos comenzaron con uno de sus típicos juegos y es que eran tan parecidos que se comportaban de la misma forma. -No , yo no he visto a Mathi.-negué siguiendo el juego del mayor para que el bebé fuese feliz. Era muy sencillo hacerlo feliz porque solo bastaba con una bromita como esta. Sonreí tiernamente al ver aquella escena de los dos repartiéndose besos y caricias. Los amaba. -Venga, vamos a comer ahora.-comenté sacando dos platos y un par de vasos. Había esperado a André para cenar juntos porque en mi familia me inculcaron el  valor de que la cena era un momento de reunión en el que la familia hablaba y se contaba como les había ido el día. Así las familias se mantenían más unidas.

-No quiero, pollito- Murmuré en un tono burlón, contra de sus labios antes de haber dejado aquel beso en sus labios fue uno corto y sonoro, solté una pequeña risilla.

Al parecer Darren no había cachado lo que le dije con mi último comentario pero le resté poca importancia pues no quería ponerme melancólico en este momento, no, estando frente al bebé, no quería deprimirlo; o creo yo, que lo dejó pasar porque quizás el desde ya sabía a qué me refería, negué suavemente con la cabeza restándole importancia a ello. -Claro, por supuesto a comer- Le respondí con una sonrisa amplia pero noté que aún tenía aquel saco colgando de mi hombro, le besé en la mejilla al pequeño bebé -¿Quiéres que nos vayamos a cambiar?- Cuestioné al chiquillo en un tono bajito, teniéndolo frente a mi rostro, el rubito asintió con la cabeza a la vez que soltó una risa coqueta. Me acerqué a Darren -Espérame aquí, ¿vale? ... Mathías y yo nos cambiaremos la ropa- Dejé un beso sobre la frente de mi chico y el bebé me imitó con el beso, pero lo hizo en la mejilla y fue uno sonoro.
Dicho esto, me retiré hacia la habitación con el nene en mis brazos, lo miré que estaba super manchado de la papilla y al menos consideré que un baño a estar horas le provocaría gripe, opté por limpiarle con los pañitos húmedos. Así fue, como había pensado, empecé a limpiar al pequeñín y cambiarle las prendas, poniéndole una pijama con un osito en el centro del torso. -Estás listo, pequeño osito Mathías- Susurré en tono divertido, haciéndole cosquillas en la barriguita del nene, recibiendo como respuesta una risilla contagiosa, terminé riendo con él. Luego de ello, lo dejé sobre la cama, sentadito y me cambié la ropa, poniéndome una pijama, era una sencilla, el día de hoy no dormiría como normalmente lo hacía puesto que el clima me lo impedía... yo tampoco me quería enfermar, un resfrío era perjudicial para mi familia, puesto que los podía contagiar.

André prácticamente me llamaba pollito desde que comenzó a coger confianza conmigo, supongo que por cualquier broma que se le ocurrió alguna vez y se le acabó quedando metido en la cabeza. No me molestaba que me llamase así, de hecho me producía risa ser llamado “pollito” con esta edad.  Decidí irme entre risas hacia la cocina para poder continuar preparando la cena  y poder comer cuanto antes. Sí, tenía hambre como siempre.

Mientras el mayor hablaba con Mathías seguí preparando y sirviendo en la mesa para que todo quedase finalizado ya. Al abrir el frigorífico vi que debíamos comprar refrescos, así que esta noche tocaba cenar con zumo o agua. Coloqué también el cartón de zumo y una garrafa de agua para servirnos lo que quisiésemos.  Sonreí ampliamente al sentir el beso que cada uno me daba y asentí. -No tarden que os extrañaré.-les guiñé un ojo y me senté en la mesa para esperar a André. No tardaron en aparecer con un pijama nuevo. Era raro ver a mi chico vestido para dormir porque siempre dormía con poca ropa, aunque tenía que admitir que hasta con un simple pijama está guapísimo. -Mathías ya terminó, solo le queda su yogurt.-expliqué colocándole una cucharilla, se me olvidaba. Al sentarse los dos les pasé una servilleta a cada uno y me metí un poco de pasta rápidamente en la boca.

"-No tarden que os extrañaré.-" Vaya respuesta que recibí, no sabía qué le había hecho al destino para que llegara meter en mi vida a una persona como Darren, él simplemente era perfecto, yo no lo era, a pesar de que mi chico me lo decía muchas veces, porque la única persona perfecta entre nosotros dos era él y solo él ... Yo no.

Una vez que terminé de ponerme la pijama me di un pequeño vistazo en el espejo, hice una pose de fisiculturista sacando la "pepa" (músculos de los bíceps) -Necesito ir al gimnasio- Murmuré en un tono divertido, desvié la mirada en Mathías y recordé el par de veces en que llevé al pequeño bebé conmigo, aunque la primera vez era con el objetivo de que fuera mi acompañante, él terminó haciendo ejercicios y le encantó mucho, porque al final salió muy cariñoso, como queriendo decir: "Gracias papá". Tomé al bebé entre mis brazos, mientras me dirigía hacia donde se encontraba Darren, en el camino Mathías me brindaba caricias en la mejilla y cada vez que lo miraba me sonreía coqueto y yo soltaba risas suaves.
Dejé a Mathías sobre la silla en que estaba antes sentado pero antes le pasé un pequeño trapo, sobre la mesita se encontraba un recipiente con yogurt dentro, ladeé la cabeza un poco al ver ese color rosa de él, se trataba de yogurt de fresa, el sabor favorito de Mathías. -Mathías está contento por darle de su sabor favorito- Le comenté y el bebé asintió con la cabeza un par de veces, tomando la cucharita y metiéndolo al recipiente, entre risas bajitas.
Yo me senté sobre la silla -Muchas gracias y provecho, amor mío- Acerqué mi rostro al de mi chico para dejar un beso sobre su cabeza castaña, para después disponer a comer de la pasta que con esfuerzo, amor y cariño lo había hecho para mí ♥.

Después de esos días en los que André estuvo fuera se incrementó mi conexión con Mathías y nació un nuevo enlace entre ambos que hizo que nos entendiésemos como si fuese mi hijo de verdad. Desde entonces estaba más que feliz con esta pequeña familia porque no solo estaba conectado al mayor, sino que sentía al pequeño como mío también. Sinceramente no surgió de la forma que siempre imaginé de pequeño. Siempre creí que me casaría y tendría hijos después de la universidad, por eso me sorprendió acabar así. Las vueltas que da la vida y que nos enseñan nuestro camino de verdad. Ahora supe que este era mi verdadero camino.

Estaba sentado mirando aquel plato al que tantas ganas tenía de hincarle el diente. Había sido una tarde agotadora que incluía ir al parque a correr detrás de Mathías y los perros. Parecía que no, pero correr agachado detrás de un bebé cansaba mucho. Luego le di un baño y ahora estaba aquí completamente cansado. -El pequeño de la casa se merece su sabor favorito por ser tan bueno.-sonreí mirando a Mathías y le acaricié su manita justo antes de recibir aquel beso de André. -Provecho a ti también.-respondí y comenzamos a cenar como toda familia normal. -¿Qué tal te ha ido la tarde, André?-pregunté con curiosidad. -Por cierto, muy guapo con ese pijama.-bromeé un poco ya que siempre decía que prefería dormir con poca ropa.

¿La relación de Darren y Mathías se ha fortalecido durante este tiempo? ... Sí, eso es muy certero, se notaba a simple vista de que mis pequeñines se entendían, querían y mimaban mucho más que el primer día en que mi castaño lo trajo por primera vez a la casa, cuando llegó esa sorpresota que sin duda alguna había sido la mejor de todo el 2014 ... la mejor sorpresa de toda mi vida.
-¿Sí? ¿Se ha portado muy bien?- Le pregunté en un tono bajo y ciertamente divertido, solté una pequeña risa ante ello, desviando la mirada en el pequeño que estaba muy contento con su yogurt, aunque se había embarrado apenas un poquito, jajaja, okay okay, no un poquito, se manchó todo, alrededor de sus labios e incluso hasta en la puntita de su nariz pequeña tenía manchado de yogurt de fresa. -Jajajaja, algún día aprenderás a comer sin mancharte, jajaja- Comenté en un tono burlón, aunque la verdad no quería que mi pequeño siga creciendo, quisiera que se quedara así para siempre pero eso era imposible. -Tah- Respondió juguetón agitando su manita libre hacia arriba y abajo, mientras reía y se dispuso a comer del yogurt.

-Me ha ido genial, el ambiente de trabajo aún sigue siendo super genial, es agradable. Sin duda alguna me quedaría ahí para siempre- Sonreí con levedad, metiéndome una cucharada más de la pasta que mi amor preparó. Lo miraba fijamente a mi castaño, aunque en segundos y por ocasiones al pequeño rubito que estaba muy concentrado en comer. Levanté la ceja curioso por lo que dijo -Gracias, aunque prefiero dormir solo en bóxer pero hace mucho frío- Dejé pasar unos segundos porque me dispuse a masticar lo que tenía dentro de la boca y luego tragar -Tú te ves con todo bien, amor- Le hice un cumplido con toda la sinceridad que yacía en mi corazón, deseaba mucho tenerlo apegadito a mí para besarlo con pasión en sus labios.

Mathías era un niño bastante bueno a pesar de estar en la edad de la curiosidad. Era verdad que algunas veces lo encontrabas husmeando en cajones o muebles, pero él solo los abría para mirar y no tocaba nada más. Además, sonreía de aquella forma cuando lo pillaba que era imposible decirle que no lo hiciera más, asi que me limitaba a tener ordenados los muebles para que no existiese peligro de tirarse algo encima. -¿Qué si es bueno? Es el niño más bueno del mundo. Esta Navidad seguro que le regalan todo lo que pida.-utilicé cierto tono infantil para que el rubito me entendiese  y vamos que si lo hizo. Comencé a reirme ante el diálogo de los dos sobre mancharse. Bueno, el monólogo del mayor. -Déjalo que se manche.-aproveché para mancharme con tomate la cara un poco. -Ya aprenderá a comer y no mancharse como hago yo.-dije enseñando las manchas a Mathias como si no me diese cuenta de que tenía toda la zona de la boca, barbilla y nariz manchada.

Él ,mientras, siguió comiendo su yogurt sin importarle tener que cambiarse de pijama por tercera vez. Agarré la servilleta y estiré un poco la mano para limpiarle la carita y me centré en oir a mi chico. Se le veía feliz cumpliendo lo que tanto quería y me llenaba de orgullo. -Esperemos que sea verdad y te quedes ahí para siempre para que sigas contento.-sonreí ampliamente. -La verdad es que hace frío hoy. Creo que las temperaturas bajarán un poco esta semana. O eso creí oir en la radio.-asentí sin parar de comer. Siempre le decía que se tapase un poco o acabaría enfermo aunque acababa haciendo lo que quería. Bebí un poco de agua y le acerqué a él por si quería. -¿Con todo? Eso es porque me miras con buenos ojos.-acerqué mi mano a su mejilla para tirar de esta de manera floja y seguir comiendo.

Estuve encantado por la respuesta de Darren acerca del bebé, estaba muy feliz que él se sienta a gusto con ello y mucho más que el bebé se sienta super feliz al lado del castaño, me sentía muy feliz que los dos amores de mi vida tengan una bonita relación de padre e hijo, sí, padre e hijo, mi amor debía superar de que ahora era un padre, sabía que en un principio le resultó algo chocante ya que un chico de su edad nunca se hubiera imaginado y/o proyectado como padre, criando a un bebé y teniendo mucha más responsabilidad que un niñero... el ser niñero no se podía comparar con el hecho de ser padre. -De eso no hay que preocuparse, estoy muy seguro que don Mathías es sencillo y modesto- Estoy super seguro de mis palabras, asentí para dar firmeza a lo que había dicho. Solté una pequeña risa cuando Darren empezó a interactuar con el pequeño rubito, aunque sinceramente me había puesto un poco acalorado al ver que tenía salsa en su rostro, no podía negar que tenía ganas de pasar mi lengua sobre el rastro rojo y espeso de su piel para limpiar y saborear. Sacudí un poco la cabeza para quitarme esa idea loca de mi mente y solté otra corta risa -Exacto, aprenderá a dejar de mancharse como tú- Le pasé con mi mano izquierda una servilleta que yacía sobre la mesa para que se limpiara con una sonrisa en mi rostro.

Observé que mi castaño le empezó a limpiar a Mathías con la servilleta que yo le había pasado, de medio labio sonreí por ese gesto dulce de parte del menor. -Por supuesto que es verdad, pues si no fuera cierto me verías gruñón ¿No?- Le dije en un tono medio burlón y es que era un poco cierto, porque en caso de que si no me encontraba conforme y feliz con mi trabajo regresaría a casa además de cansado, muy estresado lo que provocaría de manera inconsciente en mí un comportamiento apático con mis amores. Asentí levemente con suavidad -¿Lo ves? ... Hace frío, la pijama será útil- Respondí con una sonrisa amplia. Tomé con mi diestra el vaso de agua que me ofreció, bebiendo un pequeño sorbo para proseguir comiendo, ya faltaba poco en el plato así como también en mi estómago, ya me estaba llenando. Sonreí de manera pícara, llegué a morder con suavidad mi labio inferior y asentí -Sí, con todo- Respondí de ña misma manera en que sonreí pero después empecé a reír a carcajadas.

Como parte de la vida de Mathías intentaba criarlo dentro de una educación adecuada para él y que le proporcionase los mejores valores para que fuese un adulto de verdad. Por eso intentaba que fuese un malcriado. Aún era muy pequeño, pero ya comenzaba a tomar conciencia de todo a su alrededor y era el mejor momento de meterle en su cabecita que todo conllevaba un sacrificio y que ser bueno tenía su recompensa. Por eso mismo lo incitaba a ser como todo niño  debía ser  y ¡oye! Lo estábamos consiguiendo. -Mathías es todo un señorito ya.-seguí sonriendo con toda la cara manchada por el tomate para hacerlos reir. -¿Yo me he manchado? ¿Dónde?-exclamé sorprendido como si no me hubiese dado cuenta.

Con aquella servilleta limpié a Mathías y luego hice lo mismo con mi cara y esas manchas provocadas solo para hacer el payaso, como siempre. -Oye, gruñón te ves muy atractivo también.-bromeé soltando una carcajada luego. Continuamos comiendo y viendo como mi plato iba quedándose vacío. -Solo espero que el frío no sea demasiado porque lo que menos quiero es resfriarme.-confesé. Lo que ocurría en las familias siempre era igual: uno caía enfermo y luego caía el resto. Casi me atraganté por querer reir al ver su actitud pícara. -Te creeré si lo dices, pero eso es porque no me has visto disfrazado en las fiestas del barrio de mi madre.-negué entre risas intentando no pensar en aquellas fiestas ridículas. Al terminar eché el plato a un lado y agarré una naranja para comenzar a pelarla.

Desvié la mirada hacia Mathías cuando mi castaño se pronunció diciendo que el pequeño era ya un señorito, me lo imaginé vestido de traje, con un smoking, me lo imaginé muy pero muy elegante y guapo. Para mí era indudable pensar de que el pequeño llevaba predominando los genes de la familia Kuffó, aunque yo no los conocía perfectamente, a duras penías había tenido un rose con los padres de Ileana y uno de sus primos, con los que me llevaba super bien porque era como ella, los demás eran medios extraños y difíciles de tratar. -Un precioso y elegante señorito- Respondí, mientras éste estaba con la mirada fija en el recipiente del yogurt, metío uno de sus deditos para poder sacar un poco, en vez de usar la cuchara lo que provocó que un par de risas salieran de mis labios que aumentaron cuando mis ojos azules se toparon con un novio con la cara manchada de la salsa de tomate -Aquí- Le hice señales con mi mano zurda puesto que la otra tenía agarrado el utensilio.

-No, no. Si estoy gruñón son vulnerables a malos tratos de mi parte- Comenté serio y negué con la suave, aunque no sabría porque la verdad nunca sería capaz de gritar molesto a ambos pero quién sabe, muchas veces la ira y el estrés ciegan. -Yo no quisiera que Mathías se resfríe- Murmuré y es que no quería pasar esa experiencia de hace mucho tiempo, no quería que el bebé se enfermara de nuevo porque podría empeorar como aquella vez.
Levanté la ceja curioso, preguntándome cómo sería aquel atuendo que mencionó mi chico. -¿Cómo son esos atuendos?- Le pregunté bajo. Metí una última cucharada, acabando con mi plato, después de un par de minutos que Darren y uno de Mathías. Sonreí de medio labio y recogí todo los trastes para después empezar a lavarlos mientras el pequeño permaneció sentado y mi amor pelando una naranja para comerla.

Era muy curioso como Mathías , siendo aún un bebé casi, parecía alguien mucho más adulto. No hacía prácticamente ninguna travesura, aprendía rápido y te prestaba atención cuando le hablabas. Si seguía así me lo imaginaba siendo alguien importante en cualquier empresa porque sería capaz de lograrlo y contaría con nosotros detrás apoyándole para que no se rindiese. Él parecía feliz viendo como nosotros le decíamos cosas buenas y es que cualquier bebé se creía importante si oía cosas bonitas y buenas sobre él. Con este no podíamos ser menos ya que se esforzaba para hacerlo todo bien. Excepto comer, eso aún era su asignatura suspensa o le gustaba mancharse como a mí. Cuando luego me indicó André donde tenía manchado me hice el sorprendido. -¡Que torpe soy!-reí limpiándome el rostro.

A pesar de que estuviese gruñón algún día no lo imaginaba tratándonos mal porque había sufrido la pérdida de la persona a la que amaba y de su hijo un tiempo, por lo que seguro que eso le impedía ser alguien malo. -Tonto, sabes de sobra que no podrías tratarnos mal…Stitch te mordería.-solté aquello último como una broma porque hablar de esto como algo serio era una tontería. André no sería capaz de alzarle la voz a Mathías ni una sola vez. Él era su prioridad y la mía, por eso todo estaba adaptado para su vida. -Es fuerte, el que se enferma más rápido soy yo. De pequeño me resfriaba miles de veces.-comenté terminando de pelar la naranja.  El tema de los disfraces era mejor ni hablarlo porque eran vergonzosos. -No hablemos de ello.-dije metiéndome un trozo de la naranja. -Mi madre y abuela nos ponían dos telas por encima y Charlie y yo tan felices.-dije agarrando a Mathías y llevándolo hasta el sofá para dejarlo ahí. Volví luego. -Una vez nos disfrazó hasta de tortugas ninja, aunque éramos de todo menos tortugas realmente.-dejé escapar una carcajada y me abrace a André por detrás, acariciándole el abdomen por debajo de la camiseta. -Guapo, trabajador y además friega. ¿Qué mas se puede pedir?

Solté una leve risa mientras negaba suavemente con la cabeza -Tranquilo, ese error lo comete cualquiera hasta el hombrecito Mathías- Comenté en un tono divertido, tenía ganas de hacerle cosquillas, muchas a Mathías en este momento pero estaba un poquito lejos de mis brazos y además de que habían posibilidades de que se ponga gruñón en caso de que le interrumpa mientras comía, la verdad eso si no sabía y tampoco es que me quería arriesgar averiguándolo.

-La ira suele cegar muchas veces- Murmuré y quedé en tono pensativo, me imaginaba aquel día pero no, no me podía admitir por lo que negué suavemente con la cabeza -Tengo miedo de que llegue enojado y les grite, no me lo perdonaría y tampoco ustedes- Susurré pero André que sucedería si ese día llega ¿Acaso vas a huir?
Ladeé un poco la cabeza, eso explicaba el hecho de que estaba comiendo aquella naranja que tomó -Yo creí que comías esa naranja porque tenías más hambre- Le comenté, mientras ya había llegado al lavadero para ponerme a lavar los platos, fijando el sentido del oído hacia quienes estaban atrás, mi castaño y rubito. Sonreí de medio labio cuando empezó a contar sus anécdotas, en seguida en mi mente se proyectó a Charlie y Darren disfrazados de la manera en que describía -¿Eh? ¿Cómo es eso de que eran menos que tortugas ninjas?- Pregunté curioso, desviando la mirada por unos segundos hacia donde estaba mi chico quien se empezó a mover para cargar a Mathías, fui asentando los platos que ya había lavado, trataba de lavar lo más "perfecto", por así decirlo, sin dejar mancha ni siquiera en éstos o en los utensilios.
Sentí una leve corriente pasar por todo mi cuerpo al sentir la mano ajena sobre mi pecho, no lo esperaba, creí que se iba con Mathías hacia la sala para dejarle ver su serie de televisión pero no sucedió así. Sonreí amplio y negué suavemente con la cabeza -Amor, tu cocinaste y yo limpio. Es lo justo- Dejé un beso en la mejilla de Mathías y Darren. Continuando con lo que hacía hasta que terminé y a los segundos Mathías bostezó, extendí mi dedo índice de la diestra hacia la boquita abierta del pequeño pero en seguida fue apartado por el pequeño, solté una pequeña risa graciosa -El nene ya tiene sueño- Dije en un tono bajo. -¿Le cantas una canción de cuna?- Le propuse a mi novio, animándolo con una palmadita sobre el hombro.

Nosotros nos encontrábamos aquí hacienda tonterías y mientras Mathías nos miraba con esa cara suya que a todo el mundo volvía loca. Era lógico, sus ojitos tan claros unidos a su cabellera rubia y esos hoyuelos que se le formaban al sonreir creaban a un niño completamente adorable que todos amaban. Yo me enamoré de su carita el primer día que lo vi en persona y cada vez me enamoraba más. Aunque no de la forma que me enamoró su padre, todo hay que aclararlo por la gente que mal piensa. -El Señorito Mathías no comete errores. ¿Acaso no te das cuenta de lo mayor que es?-pregunté mirando de reojo al bebé y esa expresión de alegría por ver que decían cosas buenas sobre él.

Yo era alguien que sabía contar hasta diez para rebajar la ira, aunque alguna vez medio me cegó. Sin embargo podía decir que nunca perdí la cabeza como otras tantas personas sí hacían. -¿Qué ira tienes tú? ¡Pero si eres un osito amoroso!-sonreí ampliamente tirándole la servilleta hecha una bola. No me imaginaba a André rabioso y esperaba que nunca tuviese que verlo. -Tranquilo, todos tenemos un mal día a veces en el que nos ponemos un poco de mal humor. Eso no haría que te dejase ni mucho menos.-negué de manera sincera. Un día malo no eclipsaría los meses tan buenos que llevábamos. -Siempre me como una naranja después de alguna comida, para ayudar con la vitamina C y no resfriarme. Aunque no sirve porque me resfrío igual.-solté una carcajada. -Si me enfermo con naranjas, imagínate que no comiese ninguna.-comenté entre risas aún.
Negué de nuevo porque aquellos recuerdos de los disfraces era penoso. -No sé, el caparazón era feísimo. La pintura no era verde como queríamos, sino un verde fosforito que iluminaba todo a su alrededor. Éramos penosos. Pero nos lo pasamos bien.-las fiestas del barrio siempre eran perfectas.

Me encantaba este modelo familiar de hoy en día en el que todos se encargaban de todo. Cuando uno hacía el almuerzo, el otro la cena o limpiaba. Así habíamos comenzado la convivencia nosotros y no creo que fuésemos a cambiarlo en mucho tiempo porque funcionaba más que bien. -Mathías ayudó con la cena. Me traía las cosas que le decía.-puse todo sobre la mesa y él iba trayéndome lo que yo le pedía. Cuando nombraron lo del sueño asentí encantado. Disfrutaba mucho de verlo dormirse lentamente. Lo acurruqué en mis brazos y comencé a cantarle.

Solté una pequeña risa por el comentario que hizo mi novio, sobre que Mathías no cometía error alguno pero me daba más gracia la manera en que era llamado el bebé como "señorito", puse una cara de asombro y arrepentimiento por haber dicho aquellas palabras -Es cierto, es cierto. El señorito Mathías no comete ningún error- Dije de una manera un poco elegante, ante ello se escuchó una risilla de Mathías, contento por el diálogo que nosotos estábamos teniendo, se notaba mucho que le encantaba escuchar halagos para él.

-¿Soy un osito amoroso?- Levanté la ceja, un poco desconcertado por lo que dijo y negué suavemente con la cabeza. Estaba pensando en que en caso de que se diera esos momentos deba huir, no quería lastimar a ambos aunque también no sabría si reaccionaría de la manera en que lo estaba pensando cuando la ira predominaba en mi ser, quizás estaba siendo un poco paranoico. Me sorprendió mucho sus otras palabras, había sido tierno y la verdad es que yo quería quedarme con él para siempre, hasta que ... no, para siempre. -Tú, estarás conmigo para siempre ¿Sí?- Le dije en un tono delicado y dulce, picándole la nariz con mi mano libre.
-¿Sí?- Le pregunté con la ceja alzada -Quizás lo que necesites es una buena inyección- Dije en un tono serio y asentí con la cabeza mientras lavaba los trastes pero después reí -O quizás mucho amor- Pausé unos segundos -Tú elige- Dije en un tono tranquilo, con una sonrisa amplia en mi rostro.

Escuché lo que decía acerca de su experiencia en las fiestas que había vivido en su infancia, me puse a comparar mi infancia con la mía, yo sinceramente no tenía problema alguno, siempre que quería algo mis padres estaban allí con su tarjeta de crédito o sino más bien un fajo de billetes -Lo mejor e importante es que te diviertas. Y vamos que de seguro Charlie y tú eran todo unos rompecorazones- Le di un golpecito suave en el hombro de él, solté una risilla suave y me sequé las manos con un pedazo de tela que yacía por la cocina. Bostezé un poco. -Creo que el sueño de Mathías es un poco contagioso- Comenté en un tono medio adormilado ¿Serán ciertas mis palabras?. Me acerqué a Darren quien tenía al bebé sobre sus brazos, acunado, con los ojos cerrados y una corta sonrisa en su rostro... sin duda, era una escena super tierna ♥.

Hacer feliz a un pequeñajo como Mathías no era complicado, porque a la vista estaba que solo hacían falta unos cuantos halagos para que él se viese como todo un mini héroe al que todos amaban, y no se equivocaba. Cada persona que lo conocía acababa diciéndome que debía de ser un placer cuidarlo porque se veía que era un niño inteligente, bueno y responsable…demasiado para ser tan pequeño. -Él es quien nos tiene que cuidar. Si él falla nosotros no sabremos que hacer.-continué usando ese tono de voz solemne que estábamos utilizando ambos.

Hasta hoy no había tenido ningún día en el que André me hubiese hablado mal o con alguna palabra de desprecio. Al contrario, desde que estábamos juntos todos los días era miles de “te quiero” y besos cada vez que nos cruzábamos por la casa. Muchos dirían que eso era lo típico de los primeros meses, pero yo estaba seguro de que a nosotros nos duraría más. -Mi osito amoroso.-asentí quitándole importancia. -Siempre siempre siempre.-canturreé con la voz grave sin dejar de sonreir. Me reí por aquel ultimátum que me dio y me hice el pensativo. -Creo que me quedo con el amor. Si es que es tu amor, si es de otro tendría que pensármelo.-hablé serio pero no era más que una broma más de las nuestras.

Los disfraces podrían ser feísimos, pero nos divertíamos cada vez que hacíamos una. -Nos divertíamos muchísimo. Nuestra madre trabajaba todo el día y sacaba tiempo para hacernos esos disfraces aún sin saber, así que estaban hechos con todo su amor.-expliqué orgulloso de mi madre, quien logró sacarnos adelante sin mucha ayuda. Cuando vi la cara que tenían los dos medio adormilados se me ocurrió que ya era el momento de irnos a dormir. -Pues vamos, os cantaré a ambos.-sonreí y caminé hacia la cama. Esperé que André se tumbase en un lado y yo lo hice en el otro, colocando a Mathías entre ambos. Con una mano comencé a acariciar una de las piernas del pequeño y con la otra mano la mejilla y el cabello de mi chico. Continué cantando.

Asentí suavemente con la cabeza ante las palabras de mi castaño, desvié la mirada hacia el bebé de cabellos rubios y pues ahora se encontraba más centrado en comer su yogurt que en las palabras que le decía mi chico, solté una pequeña risa, manteniendo una sonrisa divertida en mi rostro por ello -Creo que el bebé no te escuchó- Devolví la mirada a mi chica y ladeé la cabeza en una expresión: "¿Y ahora? ... No se puede hacer nada". Solté otra risa baja y cortas después de esto, de seguro que el yogurt estaba buenísimo y más aún para el bebé que era de su sabor favorito por lo que prefería comer en vez de escuchar halagos, era un poco normal en el pequeñín.

Sonreí de medio labio ante la respuesta de mi novio, la gente podría decir que éramos una pareja muy cariñosa, no se equivocaban y peor las que no nos conocen pues yo siempre trataba por brindarle amor a mis chicos, primero para mí estaba el bienestar de Mathías y Darren y eso era algo que le constaba mucho a ambos, también era algo que dejaba ver; y, por mucho a las personas que me conocían ... a mis amigos. -¿Mi amor es más especial?- Le pregunté en un tono medio infantil, mirándolo fijamente con un ligero brillo en los ojos, un tono suave se hizo presente en aquel cuestionamiento, claro que por supuesto era una pequeña broma.

-Tu mamá es la mejor- Susurré, acercando mis labios hacia su frente, depositando allí un corto pero sonoro beso, ante ese gesto de cariño, Mathías sonrió amplio mientras era acunucado listo para dormir, solo faltaba que Darren le cantara y eso es lo que hizo hasta que yo terminé bostezando, sin querer lo interrumpí. -Está bien, vamos- Murmuré y apagué las luces.
Ambos nos fuimos a la cama luego de haber hecho lo necesario, es decir, cepillarnos los dientes aunque yo tomé una pequeña ducha para terminar acostándome solo con el bóxer puesto, Mathías quedó entre nosotros y Darren empezó a cantar, el bebé apenas estuvo sobre la cama y quedó dormido. -Eres grande- Susurré, acercándome para dar un beso sobre sus labios -Te amo- Le brinde una caricia en la mejilla y me acomodé para dormir, antes de cerrar los ojos observé por una última vez de este día al castaño y al rubito.

Era normal que el pequeño dejase de prestarnos atención en algún momento porque para él solo éramos dos adultos y prefirió centrarse en su yogurt por un momento y desconectar de nuestra conversación. Me hizo bastante gracia ver como nos ignoraba  y saboreaba feliz aquella cucharita. -Se aburrió de nosotros, parece.-respondí encogiéndome de hombros sin prestar más atención a eso. Ya él se encontraba feliz con su yogurt y una sesión de halagos, así que había logrado sacar un par sonrisas suyas hoy. Unas de esas sonrisas que iluminaban nuestra cara. Ese rubito contagiaba felicidad a todos.

Ya había oído más de una vez que éramos una pareja de esas que estaban todo el día uno encima del otro y la verdad es que poco me importaba porque estaba orgulloso de ser así. Si a alguien no le gustábamos tenía suficiente con volver la cabeza hacia otro lado y dejarnos ser como quisiéramos. -Todo lo tuyo es siempre más especial.-confesé dándole una palmada en la espalda. Minutos después lo tenía mirándome con esa cara de dormido y bostezando, lo que indicaba que era hora de irnos a la cama. Solté a Mathías en la cama medio dormido ya y fui a lavarme los dientes mientras que André se daba un baño. En una de esas oportunidades miré de reojo y vi su trasero a través del cristal de la ducha. -¡Que culo más blanco tienes!-exclamé entre risas mientras terminaba de lavar mis dientes y volví a la cama para acurrucarme junto al bebé.

Estos pequeños momentos en los que tenía a estos dos chicos a mi lado durmiéndose eran los más felices porque solo se veía tranquilidad en sus rostros y eso era lo que más me importaba. Tenían que ser felices, esa era mi misión, y creía estar cumpliéndola perfectamente a juzgar por cómo estaban. -Sabía que por mucho frío que hiciese acabarías durmiendo con poca ropa como siempre.-susurré sonriendo viendo como se tumbaba a nuestro lado.  Al quedar todos acomodados continué cantando acariciando ahora la cintura de mi chico y los cabellos del bebé.-Yo también te amo. O mejor dicho, os amo.-murmuré viendo como poco a poco se iban durmiendo. Me quedé mirándolos unos minutos antes de cerrar también mis ojos…

Asentí suavemente con la cabeza, soltando una pequeña carcajada -Así parece, pero vamos dejemos que coma tranquilo su yogurt- Propuse en un tono divertido, solté una suave risa al ver como el pequeño mostraba cierta seriedad en su rostro mientras comía lo que le quedaba de yogurt, la risa se alargó cuando él empezó a usar sus deditos para sacar lo que había allí, como que queriendo más, era algo de esperarlo sabiendo que lo que comía le encantaba y mucho.

Sonreí de medio labio ante aquella palmada que recibí en la espalda por parte de mi castaño. -Muchas gracias- Susurré, terminando de lavar los trastes que fue la última actividad que realizaría el día de hoy en lo que se refería a tareas domésticas puesto que ante aquel pequeño bostezito del nene, me pasó un poco el sueño y empezamos a alistarnos a dormir. Yo, en la ducha solté una risa por el comentario de Darren, mientras me pasaba el jabón por todo el cuerpo -El tuyo es más blanco- Respondí en un tono de voz alto y divertido, riendo más por lo que dije pero era muy cierto, Darren tenía la tez un poco más clara que yo.

El bebé fue en primero en caer dormido sobre la cama -Junto a ustedes, sé que me brindaran calor- Respondí en un pequeño susurro al igual que él, le dije por medio de la palabra que lo amaba, aunque claro, éstas quedaban realmente cortas para aquel sentimiento gigante dentro de mi ser, sonreí y cerré los ojos. Las últimas palabras de este día que resonaron por mi mente, fueron: "-Todo lo tuyo es siempre más especial.-"

- Fin de la escena -