Shower's Time || O'Archi || Exprés

Viernes 12 de Mayo - Tarde
La limpieza del día de ayer había sido todo un éxito, aunque exactamente no era lo que esperaba pero finalizó todo ordenado y oliendo muy rico. Aunque claro, terminamos tan cansado que técnicamente los seis terminamos es rendidos, sí, los pequeñines habían despertado para ... ¿Ayudar? ... Sí, el pequeño rubito ayudó arreglando unas cosas y Ella también lo hizo moviendo su manita para poner firme lo que estaba chueco, como por ejemplo, sus propios juguetes jajajajaja.

Era cierto de que el día de hoy nos habíamos levantado un poco tarde, quizás se debía a lo que hicimos ayer, pero en fin. Cerca de la una de la mañana nos levantamos, Darren se encargó de hacer la comida para Mathías, él mismo y yo. Mientras que yo, andaba jugando un poco con la pelinegra y ayudando en lo que me decía mi chico, técnicamente me hacía doble, pero todo por facilitar un poquito a mi chico, aunque claro, las cosas que estaban a menor distancia como los limones y especias, los tomaba Mathías y se los pasaba.
-Ya mismo está ¿cierto? - Pregunté en un tono bajo, dejando a la nena sobre el cochecito, la cual de inmediato fue atendida por el rubito, sonriente. Me moví hacia la cocina y puse a hervir una olla con agua, sería la comida de la nena, un poco de leche en su biberón. Esperaba ansioso de que llegara el día en que comiera comidas sólidas con nosotros, sería un momento hermoso para recordar. Busqué la mejilla de mi chico para dejarle un beso allí -Super papá cocinero- Susurré en un tono burlón y reí un poco divertido.

No sabía en qué momento me adjudiqué a mí mismo la tarea de hacer siempre la comida para todos.  Desde pequeño me había gustado irme a la cocina y comenzar a experimentar platos diferentes que algunos sabían bien y otros , no tanto, pero ahí estaba mi abuelo probándolos todos y diciendo que estaban deliciosos, aunque su cara dijese lo contrario. Hoy en día podía presumir de que se me daba bastante bien la cocina, ya que cuando empecé a vivir solo tenía que hacerlo todo yo. Ahora contaba con la ayuda de André que se encargaba de otras tareas de la casa o de los pequeños, lo cual no era nada sencillo. No eran dos chicos malos ,más bien eran bastante buenos, pero dependían de nosotros para todo y así sería hasta que cumpliesen unos años más.

Estaba preparando carne de ternera en salsa con sus papas y demás condimentos. Debido a la gran cantidad de verduras que tenía sabía que tal vez Mathías no quisiera comerlo y por eso tenía la batidora preparada al lado para hacerle mi propia papilla y que ,al menos, comiese lo mismo que nosotros aunque batido. -Sí, solo me queda batir lo de Mathías y ya estará todo listo.-expliqué sacando unos cuantos cazos y separándolos para comenzar a pasarlo por la máquina y crear la papilla. Sonreí ampliamente al oir a André y sentir su beso. -Tonto.-bromeé riendo un poco.

Una vez que dejé un beso sobre su mejilla me dispuse a ver fijamente la olla esperando su momento de cocción o cuando esté con esas burbujitas en la superficie, como es... ¿hirviendo? ... Sí, eso. Solté una ligera carcajada por lo que mi novio me dijo y negué suavemente con la cabeza -Soy tu tonto- Respondí en un tono divertido, dejando un suave pellizco sobre el costado de su cuerpo, algo juguetón. Me volteé para buscar con la mirada el recipiente de la leche en polvo para la nena, no dejé pasar un segundo luego de que la divisé y en seguida me movilicé para tomarla con mi diestra, volviendo a la posición anterior y centrando mis ojos azules en la olla esperando su punto de ebullición.  

Pasaron alrededor de cinco minutos y las burbujitas dieron acto de presencia. Tomé una cucharita y vertí unas cuatro media cucharadas allí y empecé a revolver para mezclar todo. De momentos miraba de reojo a los pequeñines y ahí estaba Mathías y Ella jugando los dos chiquitines como buenitos que son, me encantaba verlo juntos. -Son super tiernos- Comenté a Darren en un tono dulce y tierno, eso es lo que me causaban los dos: Ternura y felicidad, mucha, muchísima felicidad.

Desde que tenía a los dos pequeños en esta casa apenas tenía tiempo para mí mismo. Recordaba mi vida antes de esto, tardes en las que estudiaba, iba al gimnasio y luego me iba a correr al parque con los perros.  Sin embargo, no iba a quejarme porque esta nueva vida era diferente , sí , pero me encantaba despertarme junto a este hombre y con los dos pequeños niños en sus respectivas cunas. Parecía ser que había evolucionado y me había convertido en alguien más maduro con unas metas en la vida diferentes. Ya mi objetivo no era divertirme y vivir el día a día, sino que quería aportar lo mejor de mí en esta pequeña unidad familiar que habíamos formado los dos. -Me gusta eso de que seas mío.-dije sonriendo un poco, bromeando como siempre. Así éramos nosotros en privado; siempre bromeando y contándonos chistes.

Mientras que batía la comida de Mathías para crear la papilla, André se dedicaba a preparar la comida de la más pequeña. Si nos dividíamos el trabajo conseguiríamos hacerlo todo antes y sentarnos ya a comer porque estaba hambriento. Cuando oí al rubio miré hacia la dirección que él miraba. Allí estaban los dos niños jugando entre ellos como si no pasase nada más a su alrededor. Ella comenzaba a ser capaz de mantenerse sentada por sí sola y eso era un gran avance ya. -No nos podemos quejar de lo Buenos que son.-confesé comenzando a poner los platos sobre la mesa.

Simplemente me gustaba las bromas y los juegos que entre el castaño y yo gastábamos en todo momento, en nuestra relación no faltaba exceso de seriedad porque entre bromas y bromas nos entendíamos los dos y eso es lo que importaba, además de la comunicación y las muestras de cariño y consideración que ambos dábamos a reflejar. Ahora, le había comentado que era todo suyo, quizás una tercera persona me reprendía por decir que era de él, diciendo cosas como que no era un objeto o mascota alguna para tener dueño, cosas así, que la verdad eran medio estúpidas o quizás provenientes de personas amargadas. Solté una ligera risa después de su comentario y asentí era todo de él.

Con la cucharita que había tomado para vertir algo de la leche en polvo empecé a mezclar para generar la mezcla, sonreí dulce por las palabras certeras de Darren y moví la cabeza hacia arriba y abajo una sola vez. Apagué la hornilla de mi olla y tomé el biberón de la pequeña. Tomé la olla con un mantel y vertí lo que tenía allí en el biberón, se me había pasado un poco la mano en cuanto a lo caliente, estaba un poco caliente pero se podía solucionar en unos minutos, por lo tanto abrí la llave del grifo llené de ella otra olla y dejé reposar el biberón entre el agua fría. Me recordó a la primera vez en que preparé la primera comida de Mathías, en ese entonces realmente me había excedido y mucho.

Jamás me cansaría de agradecer la ayuda de André en casa porque la hora de la comida se hacía mucho más sencilla con él. Debido a sus dotes nefastos para la cocina, se dedicaba a hacer los biberones de Ella que apenas requerían de tiempo ni cuidado, mientras que yo me encargaba del resto. Es cierto que en la cocina yo era imprescindible, pero él era buenísimo en otras tantas cosas y siempre estaba limpiando, duchando a los niños o haciendo lo que fuese necesario en ese momento. Éramos el mejor equipo del mundo.  Mientras que enfriaba la comidita de la pequeña, yo estaba poniendo la mesa con nuestros platos y el de Mathias. Los perros comenzaban a acercarse, esperando recibir algo de nosotros, como siempre.  Aproveché para coger un par de patatas fritas y darle una a cada perro, quienes se la comieron felices.

-Voy a por los niños.-informé atravesando el pasillo hasta encontrarlos en el pequeño parquecito del salón , jugando con sus muñecos Mathías y Ella muy pendiente de la TV y los colores. -¡Hora de comer!-me agaché para coger a Ella y Mathías comenzó a intentar escalar por mi brazo  para subirse también. -Espera,monkey, ya te cojo también.-dije riendo para usar luego mi otro brazo. Caminaba de vuelta a la cocina con un niño en cada brazo, sentándolos luego en sus pequeñas tronas para bebés. -¿Queda mucho para la comida de la pequeña?-pregunté en dirección a André. Me senté al lado de Mathías y le acerqué una cuchara llena de comida a sus labios.

Darren es una pieza esencial en la casa como en la vida de cada uno de nosotros. Es cierto que yo soy un poco torpe en la cocina, mírame, no había podido hacer bien el biberón de la pequeña, pues se me había pasado un poco de caliente la leche y ahora estaba enfriando. Y, esto no solo pasaba con la pequeña, sino también me sucedía en eses ocho meses que estuve solo con el pequeño rubito, aunque, a diferencia de la morena, él lloraba para recibir su comida, él no tenía a nadie quien le entretenga de sus necesidades básicas. -Está bien- Respondí cuando el castaño mencionó que iría a por los niños, dejé pasar unos segundos para voltear la mirada y observar la espalda de mi chico pues iría a por los pequeños. Luego, mi mirada una vez más se ubicó sobre el biberón que estaba siendo enfriado, estaba perdiendo poco a poco la paciencia porque no es posible que Darren haya terminado de hacer la comida para los tres antes que yo... bueno, si es posible y mucho.

Al parecer Darren ya había terminado todo por su parte, solté un suspiro algo pesado y destapé el biberón pasando a dejar caer unas cuantas gotas sobre mi muñeca derecha y sonreí cuando estaba a la temperatura ideal. -Está listo- Dije triunfante y caminé con él para acercárselo a la pequeña, Mathías me miró y rió un poco lo cual provocó que la bebé riera segundos antes de tener el objeto en su boquita.

Aquellas dos mini personitas era de las primeras gran responsabilidades que tenía en mi vida. Desde que vivía solo tuve perros y la casa que mantener, pero dos hijos era algo mucho más serie y complicado. Una de las cosas que siempre pensaba es que la diferencia de edad no era tan grande y que sería uno de esos padres jóvenes que luego se convertiría en un abuelo joven y vería a sus hijos crecer hasta que fuesen bastante mayores. Aquello me daba esperanzas de que estaría mucho tiempo a su lado  para cuidarlos y mimarlos, justo como ahora. Los dos en mis brazos jugaban revolviéndome el cabello , tirándome de las orejas y haciendo algo que Mathías descubrió; meter la cabeza en mi cuello y expulsar aire, lo cual me hacía muchas cosquillas. -Sois unos pequeños diablos…los dos.-dije haciéndole cosquillas ahora a ellos una vez que los dejé sentados en sus tronas.

Aprovechando que André le daba el biberón a Ella, continué dándole yo de comer al rubito. Este ya sabía comer solo pero siempre acababa lleno de comida por todos lados, así que mejor era yo quien le daba. -Que niños mas buenos tengo, si es que son adorables.-dije animándoles con una gran sonrisa mirándolos a ambos. La verdad es que no me podía quejar de cómo eran porque nunca daban problemas ni nos hacían enfadar.

Ella aún era pequeña para que pudiera sostener el biberón por lo que lo mantuve a una buena posición para no provocar alguna reacción negativa. -Empiecen a comer ustedes, provecho- Le dije a mi novio y al pequeño rubito que parecía estar concentrado en lo que le hacía a Ella, sus labios formaban una o por la curiosidad que le sentaba, una de sus características es que era algo curioso, sonreí un poco al caballerito, quien me la devolvió y con mi mano libre le pinché con suavidad un costado del estómago, de inmediato sintió cosquillas, soltó una carcajada risueña y se separó un poquito. -Ella- Dijo señalándola, yo moví la cabeza con suavidad con una sonrisa dulce y de orgullo porque el nene, al final pudo decir el nombre de su hermanita, era un chico listo -Dijo el nombre de su hermanita, eh- Le dije a mi chico, quien de inmediato recibió la mirada de Mathías, se tapó los ojitos con ambas manos y abrió la boca un poquito, era una señal para que Darren le diese la primera cucharada a la boca. Yo, solté una ligera carcajada por eso y parecía que la morena también la dio porque miraba atenta y con una sonrisa en su rostro, una sonrisa encantadora.

Era habitual que cada día nos turnásemos para darle de comer a los niños y así dejar que ellos acabasen antes para poder ir a dormir o jugar un poco. Normalmente teníamos que recalentar nuestra comida y la ingeríamos directamente fría. Ser padre no era sencillo, pero era le mejor experiencia que podía vivir una persona; criar a dos pequeños indefensos y protegerlos era algo imposible de explicar pero hermoso de ver.  Hoy fue André quien decidió alimentar a la pequeña con el biberón mientras que yo me encargaba de Mathías. Éramos un buen equipo del que no podía quejarme. De repente el rubio pronunció el nombre de su hermana y en el rostro de mi pareja vi la misma felicidad que se mostraría en el mío. Ver como cada día hablaba mejor nos llenaba de orgullo porque era el primer hijo y todo era completamente nuevo.-Mathías tiene la voz más bonita del mundo.-dije mirando al pequeño con una sonrisa y era cierto lo que decía. Su voz era hermosa y ahora estaba nervioso y expectante por como sería la voz de la morenita. -Primera cucharada.-anuncié introduciendo el cubierto en la boca de Mathías, viendo como este saboreaba con una buena de agrado la comida. -¿Te gusta, monkey?-pregunté en tono burlón. Aquel apodo se lo decía de vez en cuando y siempre me hacía caso.

Ella con sus manitas había retirado el biberón, la miré con el ceño levantado por la sorpresa que me provocó, sin embargo, ella soltó un par de risas de igual que coquetas que el rubito, sonreí por ello y me reí entre dientes, eso sucedió cuando mi chico había dicho que Mathías tenía la voz más bonita del mundo, no podía negarlo porque cantando el chiquillo era mejor que yo jajajaja -Ella está de acuerdo contigo- Comenté a mi chico, desvié la mirada hacia ellos y los miré por unos segundos, para después centrarme en la chiquilla que siguió chupando su biberón con felicidad, al menos a ella le gustaba lo que preparaba, eso me confortaba y ponía feliz porque prácticamente en la cocina era un caos con la "c" gigante.
De reojo alcancé a ver como Mathías comía la primera cucharada que se la había metido su papi, el chiquillo estaba super contento y claramente era porque le encantaba la comida que en este momento estaba comiendo. El caballerito asintió con la cabeza hacia arriba y abajo en respuesta a la pregunta que le hicieron, me daba a mi también gracia la forma en que fue apodado por mi prometido, de seguro era porque cada vez que llegábamos, él se le acercaba a su pierna a toda carrera y empezaba a escalarlo como si de un verdadero monito se tratase.

Tener a dos hijos así era un auténtico regalo. Recordaba cuando llegó el bebé de los Johnson al vecindario y se pasaba el día entero llorando. Todos lo oíamos y eran horas y horas sin parar. Aquello hacía que cualquiera tuviese miedo a ser padre y ,sin embargo, me encontraba con dos pequeños que más buenos no podían ser. Así es cuando te entraban ganas de tener hijos. Mientras que Ella bebía gustosamente el biberón, Mathías degustaba mi comida. Desde siempre me llamó la atención la cocina y hacía lo posible para aprender. Cuando empecé a vivir solo es cuando me enfrenté de verdad a ser cocinero y ahí experimenté mucho para hacer lo mejor. A día de hoy podía decir que era un buen cocinero, no el mejor, pero sí sabía defenderme bastante bien. Prueba de ello era que Mathías estaba disfrutando con aquel plato de carne batido que le estaba dando. Sonreí ampliamente y estiré mi mano para hacer como que le quitaba la nariz a Ella. -¿Te gusta la comida, Ella?-pregunté aunque posiblemente ni me entendiese aún. Mathías quedó claro que estaba contento con la comida que le estaba dando debido a que no paraba de tragar y pedir más.

Mathías estaba super contento, conforme y todo lo que pueda llegar a ser positivo, mientras comía lo que Darren le estaba dando, se le podía ver en su rostro, aquella sonrisa amplia reflejaba esos sentimientos. Sonreí un poco cuando mi chico estiró su mano para hacer como si tomara la nariz de la pequeña, quien le quedó mirando extrañado y apartó el biberón para agitar sus manitas después y reír. El rubito rió también por ello, dio un ligero sorbo del vaso que sostenía, el zumo de naranja era algo que le gustaba pero más el de maracuyá y manzana. Y, luego de ello, imitó la acción que hizo el castaño o eso era lo que parecía ya que terminó tocando la nariz de la pequeña, tras eso ambos rieron al igual que yo, era una escena muy tierna y conmovedora entre hermanitos, sin duda alguna Mathías era el mejor hermano mayor del mundo, la forma en que cuidaba a Ella era increíble, incluso una vez llegó a darle el biberón, cuando ella era más pequeña se había metido entre nosotros y nos quitó el biberón para él con sus manos darle, lo que nos sorprendió no fue ese acto sino la forma y dirección en que el biberón estaba. -Ssí- Respondió el chiquito.

Teníamos mucha suerte por tener a dos pequeños así, tanta suerte que aún ni me la creía. Esta edad era muy complicada para ellos porque empezaban a caminar, hablar, el llanto, los problemas con la comida y un sinfín de cosas más. Sin embargo eran increíblemente buenos y en todo el tiempo que llevaban conmigo no tenía ninguna queja de ellos. No se portaban mal ni nos habían dado ningún susto típico de los niños pequeños. Me encantaban. Cucharada tras cucharada, Mathías seguía comiendo con ganas aquel plato que le había preparado con todo el amor del mundo, al igual que ese zumo. El rubio comía bastante bien y no hacía ascos a nada. Ella por el momento parecía que sería igual aunque teníamos que ver como iba creciendo poco a poco. Ver como él me imitaba intentando quitarle la nariz a su hermana me hizo reir y pellizcarle el moflete sin apenas fuerza. -Vamos, si te lo comes todo te daré el yogurt que elijas.-le tenté. A pesar de todo era un niño y así es como se conseguía que hiciesen todo. Un pequeño chantaje no era malo.

Observé de reojo a Ella para ver cuánto del biberón le faltaba y si estaba contenta por la comida que le estaba dando; y, terminé notando que ya estaba por terminar, el rubito escuchó las palabras de Darren, me miró a mí por unos segundos con esa sonrisa coqueta y luego a su papi que le estaba dando de comer en la boquita, negando varias veces con la cabeza -Nnop- Dijo y movió la cabeza de izquierda a derecha un par de veces mientras se tapaba los ojitos con ciertos aires de diversión y luego de eso bajó su manita derecha a su vientre y sobarse la tripita -Creo que ya está lleno- Murmuré un poco dudoso, era la primera vez que le veía hacer eso ¿De quién habrá aprendido?
Ella dejó de succionar el biberón ya que por su lado había terminado y sonrió mucho, alcé un poco mi cabeza para ver cuánto le faltaba al caballerito y noté que ya le faltaba poco, por lo que tomé a Ella en mis brazos y con su mentón apoyado sobre mi hombro derecho le empecé a dar ligeras palmaditas a la moreda para sacarle los gases, era algo que debía hacer un poco rápido si es que quería comer a la par de mi chico, pero ... debía centrarme un poquito más en la pequeña que mis locas necesidades y deseos.

Que Mathias se llenase no era algo normal y habitual ya que el pequeño siempre tenía hambre. Seguramente estuviese harto de comer porque merendamos mas tarde de lo normal y estuvimos en el parque comiendo patatas mientras paseábamos a los perros. Pero bueno, no podía quejarme porque estaba el plato prácticamente vacío. -Eso parece.-respondí mirando a André y me aligeré en tirar los restos a la basura y dejar el plato en el fregadero. Busqué en el frigorífico el yogurt que le gustaba a Mathías y se lo acerqué. -Este es el que te gusta ¿no?-pregunté revolviéndole los cabellos con una mano mientras que la otra sujetaba el postre. Tener dos niños tan pequeños era una cosa bastante complicada que ambos estábamos superando; como si se tratase de una prueba, con buena nota. Mientras, André se encargaba de los gases de Ella, quien aún era muy pequeña. El rubito pareció estar lleno pero abría la voz con felicidad para comer el refrescante yogurt de su sabor favorito. Lo normal era que ambos acabásemos cenando bastante tarde, pero no era algo que importase demasiado porque lo esencial y primordial eran los dos pequeños, el resto de cosas carecía de importancia en comparación a ellos.

Los eructitos que daba la pequeña me hacían sonreír un poco puesto que significaba únicamente que mi acción estaba siendo ejecutada de buen modo, en momentos desviaba la mirada a mis dos chicos, el pequeño rubio ya no quiso comer más, aunque no se desperdició mucho pues solo parecía que un par de cucharaditas no más le había faltado para dejar limpio el plato. Pero, de inmediato se levantó y siguió a su papi. -Durazno- Dijo en su tonito infantil, señalando el yogurt de aquel sabor, por alguna extraña razón el pequeño tenía mis mismos gustos. O es que... ¿ yo me había acostumbrado a ellos? ... Ese sabor es mi favorito de todos. El rubito asintió con la cabeza cuando recibió una pregunta, sonriente, tomó el yogurt y empezó a beberlo con tranquilidad, dirigiéndose hacia el salón o eso parecía. -Creo que quiere ver la tv- Comenté en un tono divertido, en seguida el rubito empezó a correr nuevamente hacia Darren, indicándole que se agachara con un ademán en su mano, al tenerlo cerca, le dio un besito en la mejilla -Gachias papi- Me quedé extrañado por ello, nunca pensé que el rubito llegara a hacer eso, pero había sido tan dulce aquello, incluso Ella en ese momento quedó observando al rubito quien se quedó ahí parado sonriente, mirando al castaño, a él .

Hacíamos un trabajo perfecto como padres y no nos importaba dedicarnos luego poco tiempo a nosotros mismos porque lo importante eran ellos dos. Contábamos también con la ayuda de nuestros amigos que los cuidaban cuando trabajábamos y también de mi madre. Los padres de André vivían en Chicago, asi que no podían estar con ellos tanto, pero desde que arreglaron todo con André llamaban todos los días para preguntar e incluso nos daban dinero para los gastos de los dos. Supongo que esas ayudas eran parte de hacerlo todo perfecto. Teníamos bastante suerte ahora mismo, la verdad. Mathías me siguió diciendo el yogurt que quería y en cuanto se lo di empezó a beberlo con muchas ganas. Era curioso que le gustase el mismo que a su padre; la genética hacía estas cosas. Después de comer siempre le gustaba ver un poco la televisión y normalmente se quedaba dormido solo en el sofá. Otra cosa más de la que alegrarnos; eran dos niños que prácticamente no tenían problemas a la hora de dormir. -A esta hora echan esos dibujitos que siempre ve.-reí un poco y entonces lo vi volver hacia mí. Me agaché y entre el beso y lo que me dijo luego se formó en mi rostro una sonrisa gigante. -De nada, cariño.-respondí muy feliz y caminamos hacia el sofá. Puse los dibujos animados que le gustaban y lo tapé un poco con su mantita de los minions. Una vez de vuelta en la cocina empecé a recoger todo lo de ellos para sacar nuestra comida.

En cierta forma, me sorprendía un poquito y sentía entre bien y mal, ambas cosas a la vez, porque mi castaño conocía muchísimo más a los bebés que yo mismo. Uhmmm ¿es envidia lo que sentía? ... No, no creo que pueda ser, no podría tenerle envidia o celos a mi castaño por mis chicos. Además, los pequeños nos amaba a los dos muchísimo y con eso me bastaba, además de yo amarlos muchísimo a los tres. Sonreí un poco y asentí con la cabeza un par de veces por lo que dice mi chico, al respecto del programa favorito de Mathías. Cuando mi chico lo jaló hacia el salón, yo me quedé con Ella, a quien miré fijamente a los ojos -¿Quiéres ir con ellos?- Le pregunté, al ver que tenía babita en sus labios, tomé un poco el babero y le limpié un poquito el rostro. Solté una pequeña risa por la forma en que respondió ya que lo hizo de un similar modo en el que el caballerito lo hacía. Pasé a caminar hacia el salón y ahí estaba el caballerito centrado viendo su programa favorito, dejé a la pequeña en su sillón especial, al lado del pequeño. En seguida, ambos se centraron en la pantalla -Creo que ya podemos comer- Susurré a mi chico, besando sus labios.

Era curioso como un niño pequeño podía tener tanta memoria del orden de unos hechos sin ni siquiera saber usar un reloj. Siempre que terminaba de comer se dirigía al sofá para ver sus dibujos animados favoritos y casi siempre acababa durmiéndose allí. Normalmente ambos quedaban dormidos apoyándose uno sobre el otro, una escena bastante adorable. -Llámanos si quieres cambiar de canal, guapo.-sonreí a mi hijo mayor y me marché de nuevo , esperándome cuando vi que André traía a Ella también. Era normal que en esa edad quisiera hacer todo lo de su hermano mayor para querer imitarlo. Charlie era conmigo y todos los hermanos menores lo eran. Una vez que estaban juntos podíamos comer ahora nosotros. Abracé a André cuando se acercó a mí y correspondí el beso. -¿Ya te puedo comer?-pregunté haciéndome el inocente y mordiéndole la mejilla. Al separarme me reí y le di una palmada en el abdomen. -Vamos, tengo mucha hambre.-caminé lentamente hacia la cocina donde ya estaban nuestros platos en la mesa. Iba a morirme si no comía algo ya porque estaba hambriento. Últimamente se estaba haciendo complicado adaptar todo en mi vida para sacar tiempo a cada cosa. Estaba convencido de que lo conseguiría, pero el periodo de adaptación era duro.

Probé sus labios una vez más, aquel beso duró unos cuantos segundos. Me separé una vez que empezó a hablar, solté una pequeña risa por lo que dice y negué con suavidad -Ya me puedes comer- Respondí en un tono pícaro, soltando una suave nalgada en su trasero. Solté un par de risitas a la vez que caminaba hacia la cocina para recoger los trastes y empezar a lavarlos mientras mi chico servía la comida para ambos, esta era una tarea que nos dividíamos para que ninguno de nosotros haga más trabajo que otro, algo que en sí nos resultaba a ambos porque además de no tener tantas labores dentro del hogar, pasábamos mucho más tiempo juntos, en sí, cuando yo estaba libre del trabajo y él de la universidad, pasábamos divirtiéndonos juntos, eso sin duda alguna fortalecía nuestra relación y aumentaría el amor que sintiera el uno por el otro, aunque el mío hacia el otro chico era infinito. -Yo también tengo muchísima hambre- Estaba semi desnudo, como era de costumbre en mi persona, continuando con el lavado de los trastes, si mis manos no estuvieran mojadas me hubiera acariciado el vientre.