In the middle of the night [Keegan D'Uberville ]

Apoye ambas manos sobre mi abdomen y deja largar un suspiro resignada frente a mi noche de desvelo. Hubiera soñado en ese preciso instante tener algún tipo de dote artístico, para encerrarme en una habitación vacía y convertir el aburrimiento en algo útil. Pero para mi desgracia no era una heredera de la línea directa del árbol genealógico de Beethoven  y mi apellido era completamente independiente de cualquier lazo con el escritor que mi madre solía admirar tanto por su poesía.  Mi estomago retumbaba y el reloj parecía no avanzar. Voltee mi vista una vez más hacia las luces del pequeño despertador luminoso  03:13 ¿Qué se supone que debe hacer uno a estas horas de la madrugada? Mañana curso temprano, debería dormir…o quizá no.

Me levante de golpe, de manera cuidadosa…no tenía intensiones de que mis compañeras me escucharan y mucho menos que comenzaran a realizar una serie de interrogatorios, de donde me dirigía, con quién y para qué.  No podía cambiarme nuevamente, por lo que trate ser lo más silenciosa posible mientras tomaba una chaqueta del armario y a paso de tortuga me alejaba por el pasillo de la residencia sigma. Abrí uno de los pequeños modulares donde se encontraban las pertenencias comunes y tomé el frasco de vaselina.

Una vez afuera de la casa, froté ambas manos y miré hacia mi izquierda y derecha. Tenía la pequeña esperanza de que al menos alguna persona estuviera alrededor. Pero todo estaba completamente desolado. Comencé a caminar por los jardines de la pequeña ciudad universitaria en busca de una compañía para el resto de la noche…o al menos un momento. Probablemente necesitaba una charla acompañada de un café y eso bastaría para estimular a mi sistema nervioso…consiguiendo que por una vez en mi vida me relajara. Mi tutora no daba señales de vida desde hacia tiempo, pero no me molestaba siquiera en preguntar, dentro del marco legal ya podía ser juzgada como una adulta…y debería de establecerme como tal.

La ventana de una habitación Delta llamo repentinamente mi atención. Aún seguían con las luces encendidas y se podía percibir algo de ruido ¿Estaría Keegan aún despierto? Debería descubrirlo, aunque sería potencialmente agresivo que ambos estemos despiertos a esta hora de la madrugada. A la noche más que nada, mi pequeña niña traviesa y malvada interior se despertaba y buscaba retribuirla de alguna manera con algunas pequeñas travesuras.  Trate de calcular a simple vista que tan difícil sería treparme de la enredadera  y que tan graves podrían ser los riesgos de caerme de semejante altura…pero todo es una cuestión de punto de vista, para una hormiga una gota de lluvia es un tsunami.  

Comencé a levantar las mangas de la chaqueta lo más que pude hasta que se trabaran en el hombro y mordí mi labio inferior con severidad, mientras recargaba todo mi peso en el pie derecho. Procuré no mirar hacia abajo… de lo contrario estaba completamente segura que me caería. Trepé con la misma agilidad que una babosa nada en el océano, pero en menos de unos cinco minutos ya me encontraba a la altura del marco de la ventana. Apoye ambos codos sobre la misma, tratando de resguardar mi seguridad y soplé el pequeño mechón de cabello  rubio que recaía sobre mi frente. Abrí silenciosamente el silencio y sorprendí al muchacho que se encontraba concentrado en su actividad. —¿Muy ocupado? — Murmuré mientras elevaba apenas un poco una de mis cejas  embozando una sonrisa en mi rostro. Algún día provocaría que alguien del campus se descompensara o simplemente le agarrara un paro cardiaco. La idea de aparecerse por la ventana de alguien no era de lo más bonita…pero Keegan era mi salvación si quería algo de diversión.

Era la tercera partitura que lanzaba al cesto de la basura. No era que le molestara no conseguir las notas perfectas, pero después de más de cinco de horas de intentarlo comenzaba a perder la paciencia. Lo único que quería era lograrlo, dejar las hojas por un rato y bajar por algo de comida, pero no podía terminar aquello hasta que lo terminara, así que sería una noche larga. Los dedos no se despegaban del teclado que su hermano muy atentamente le había regalado en su cumpleaños número 16. Parecía como si las notas no quisieran ser encontradas esa noche, pero Keegan no se rendiría tan fácil; si, puede que después de múltiples horas de trabajo la cosa se volviera cansada, pero otra cosa mejor que hacer no había. De pura suerte sus compañeros de habitación se encontraban fuera, de otra forma le hubieran roto el trasero por tener la luz prendida tan, pero tan tarde.

Eran aproximadamente las tres de la mañana, lo supuso al echar un vistazo a su celular. Soltó un bufido realmente frustrado de no tener una sola pizca de sueño. Le entraron ganas de echarle una llamada a su hermano, pero de seguro estaría demasiado ocupado con su trabajo a esa hora, entonces se contuvo. Un segundo bufido escapó de sus labios, haciendo algo evidente para el mismo al aburrimiento y ansiedad que se apoderaba cada vez más de él. No era como si hubieran muchísimas cosas que hacer a esa hora: tenía la consola de video juegos, pero en cuanto se dio que uno de los tipos con los que compartía cuarto lo había tomado, puso los ojos en blanco. También estaba el libro que había encontrado en uno de los baños días atrás, pero no el entraban ganas de marear a su cerebro con palabras. En pocas palabras, no le entraban ganas de hacer absolutamente nada, así que optó por volver a lo que estaba haciendo antes. Con el lápiz en la mano, trazó unas cuantas notas sobre el papel, acomodando las gafas sobre el puente su nariz. - Putas notas, como las odio en éstos momentos. -se maldijo mil y un veces. Jaló su propia cabello con ambas manos en muestra de comenzar a perder al cordura. Se dio de topes contra el escritorio de vidrio, quedándose de esa forma por un buen rato.

De repente, creyó escuchar sonidos fuera de su ventana, como si alguien estuviera moviendo las enredaderas, pero de seguro tanta música le estaba atrofiando el cerebro. Se encogió de hombros, regresando a su posición anterior, cuando volvió a escuchar los mismos ruidos. - Qué mierda... -se dijo a sí mismo en un susurro. Después de un rato los sonidos cesaron, y dejó de darle importancia. Como si hubiera sido un milagro, comenzaba a encontrarla lógica a todo lo que había puesto sobre aquellas hojas durante las últimas horas. De vez en cuando entrecerraba los ojos para no olvidar lo que estaba bailando por su mente. Pero cuando pensó que estaba a punto de terminar, un susurro lo sacó de su orbita de concentración, haciéndolo caer al suelo. Retorciéndose sobre la alfombra, giró todo su cuerpo, de manera que estuviera enfrentando la ventana. - Dios mío, Amelie... -después de soltar unas cuantas maldiciones en silencio, soltó una carcajada. - ¿No quieres pasar? Si te caes de eso, reiré hasta morir, lo juro. -se acercó a ella y le tendió una mano de manera que quedara dentro de la habitación. - Es un poco tarde, ¿no lo crees? -hizo unas muecas, viéndola como un bicho raro. Pues, en verdad lo era, pero uno que le caía muy pero muy bien.

Levante una de mis cejas mientras me aferraba a su brazo, impulsadome para ingresar a la habitación y negué varias veces con mi cabeza. Miré mi reloj una vez más para percatarme del horario y aún así no me seguía pareciendo tarde. Probablemente porque yo era una “niña de la noche”, como solía llamar Richard, el marido de mi tutora legal. Me gustaba dormir durante las mañanas y hacer mi vida de manera normal durante las noches… aunque claro, en algún momento hubo un genio que se le ocurrió la brillante idea que nuestras vidas debían transcurrir cuando el sol alumbraba…aunque claro, la regla no se apegaba de manera eficaz para los que vivian en Alaska. Y en verano nado de noche en la cisterna picoteada de estrellas, me lavo la cara primero con una mano después con la otra después con las dos juntas, y eso me produce una grandísima alegría.- Pamplinas…- Murmuré mientras acomodaba varias veces mi vestimenta y miraba a mi alrededor.- ¿Estás solo, no? – Miré una serie de bollos de papel a un lado de su cama y le lancé una mirada cómplice. Afortunadamente no tenía mucho para equivocarme en mis estudios… era todo tan básico como saberlo de memoria, no podías confundirte demasiado en cuál era el radio y cuál era el peroné.

Deje escapar un pequeño suspiro y me atreve a tomar asiento en los pies de cama. Algo que me dice que una pequeño descanso no le vendría mal a Keegan, no solamente porque lo necesito para hacer la maldad que me propuse, sino también porque lo vería como una buena compañía. Era discreto y un tanto reflexivo, sabía que si me iba de las ramas él podría pararme.

Di pequeños golpecitos sobre la sabana mientras lo observaba de pies a cabeza y fruncí apenas un poco mi nariz, levantando la comisura derecha de mis labios.- Tienes demasiado color como para salir a estar horas de la noche… deberías ponerte algo negro.- Murmuré mientras asentía con mi cabeza, afirmando por completo que no podría darme una negativa de respuesta. Me puse de pie apresurada y froté ambas manos mientras observaba detenidamente los estantes de la habitación.- ¿No tienen vaselina, verdad? – Musité, solo para confirmar… quizá el frasco que traía conmigo era suficiente, pero era mejor que sobrara y no que faltara.