Take it easy ll Christopher Lawson

Hacía algunos minutos había terminado de embalar las últimas cosas que le quedaban en la residencia. Otra mudanza más. El francés nunca en su vida pensó que iba a cambiarse tanto de casa en los últimos meses. Desde su primera partida de Los Angeles. a Nueva York, de vuelta hacia Los Angeles, y ahora, hacia Malibú hacia el departamento que habían comprado con Beverly a vivir juntos, nuevamente. Toda una locura para alguien con la estructura tan cerrada de Antoine. No tenía ninguna queja, después de todo. La experiencia de New York fue bastante provechosa. Logró de cierto modo vivir el sueño de vivir de la música. Firmar por un sello musical, y cantar en vivo en variados locales.

Así se encontró, caminando por el largo y ancho de la residencia Epsilon. Con una cerveza en su mano izquierda, y abrió la ventana hasta donde sacó un cigarrillo para fumar. Tenía muchas cosas que pensar. Como el último encuentro con Beverly. Las cosas en Los Angeles serían así, y el francés lo tenía claro desde que dejó una vida dedicada a la fama, por seguir a quien es su pareja hasta el día de hoy. Se sentó en uno de los sillones, y dio una gran calada al cigarrillo, llenando los pulmones del humo, para luego dejarlo salir con naturalidad por la boca.
No sabía si era normal tener tantas dudas, ad portas de que volvieran a unir sus vidas en una misma casa. De cualquier forma, Antoine estaba decidido a hacerlo, de eso estaba seguro.

Sintió que se abría nuevamente el ventanal que llevaba hacia las afueras de la casa Epsilon, y giró la cabeza, antes de dar un sorbo a su cerveza. Era Christopher. Sonrió, y estiró la mano para estrecharla a la de su colega — Hey, Chris — Saludó con entusiasmo, y dejó caer el cigarrillo hacia el piso, de modo que lo apagó luego con la suela de sus zapatos — ¿Cómo estás, brother? — Preguntó, mientras dio otro sorbo de cerveza, y luego la dejó reposar sobre la mesa centro de cristal — ¿Ya has visto las maletas? Nunca pensé tuviera tanta mierda aquí — Rió, al mismo tiempo que se cruzó de brazos, mirando a su compañero de fraternidad — Me da miedo el sólo hecho de imaginar cuántas tendrá Beverly, debería ser una casa para vivir nosotros, y otra para las maletas — Rió, sabiendo la gran cantidad de equipaje que traía siempre su chica. — Tendrás que ir a verme, creo que me ayudará al estrés el vivir frente a la playa, así que olvídate de mis malas caras por la mañana — Rió, y ciertamente que el francés era bastante odioso por las primeras horas del día. No lo podía evitar, simplemente prefería pasar por alto a todo el mundo. Pasado el desayuno, se podía decir, que Antoine ya era el mismo. Pero la primera hora del día, siempre era terrible para el tatuado — ¿Tienes alguna novedad? No debo ser el único que tiene una vida apasionante — Comentó bromeando, al mismo tiempo que bebió otro largo sorbo de cerveza mientras le miraba atento.

Me levanté tarde ese día, sabiendo que me había pasado la hora del almuerzo. No me importaba porque precisamente tenía días libre de trabajo y no me ocupaba del horario. Sólo veía el reloj para saber cuanto tiempo me faltaba para mis encuentros con Carter o cuando ya era hora de comer. Después de bañarme y vestirme de forma casual, salí de la habitación y vi un montón de maletas. Me causó extrañeza, pero cuando vi que la figura de Antoine se dirigía al patio trasero de la casa, recordé que pronto partiría. Decidí ir trás él para conversar un rato. Lo encontré de buen humor (cosa rara) y sonreí cuando estrechó su mano.

—What's up bro?— Le saludé contento y apreté su mano con mi fuerza característica de Hijo de Odín. De los Toros, Antoine era de los amigos más antiguos que tenía por aquí, también de los mejores. Nuestros futuros y carreras no eran afines, pero sí los aspectos de nuestra personalidad. —¿Ya te vas? No sé porque pensé que sería la semana que viene.— Si me preguntaban, la idea de verle partir me desagradaba tanto como los cigarrillos que el cabrón se fumaba como si fuesen medicina. Menos mal que Tony lo apagó a mi entrada, o yo mismo lo hubiese hecho sin ningún tapujo ni corte. De haber tenido en cuenta que la fecha de su partida estaba tan cerca, le hubiese preparado algo mejor. Pero bueno, ya sería más adelante, de eso yo estaba más que seguro. Si había alguien en este mundo que celebrase a los amigos, ese era un Lawson, y los motivos nunca faltaban. —Mejor imposible ¿Y tú?— Respondí de forma automática pero con la verdad en la boca. —Yo aquí, pasando unos pocos días en casa para que no me echen de la Fraternidad.— Reí un poco. Entre los viajes de negocios y las mujeres que me llevaba al departamento yo tenía poco tiempo aquí. Sólo venía a la casa a estudiar y uno que otro fin de semana para pasarla con el resto de los Toros.

Solté una carcajada cuando mencionó las innúmeras maletas que tenía. Él siempre se caraterizó por ser de los Toros que más cosas tenía y guardaba. Yo siponía que todo músico era así. —Siempre lo he dicho, brother. Si no te conociera bien, diría que eres una jodida nena.— Sí, porque sólo una mujer podía tener tantas cosas y ser tan delicado como el francés. —Sabes que no tienes que pedírmelo, hermano. Ahí estaré. De lo que no estoy seguro, es sí cabré ahí. Y no lo digo precisamente por las cosas de Beverly.— Comenté divertido mientras me servía un buen trago de whisky me sentaba en el sillón que estaba del otro lado de la mesita de cristal. —Créeme que tu cara de nena con la regla será lo último que extrañaremos.— Respondí entre risas y me senté bien cómodo. Era mentira aquello decía, pero ningún toro iba a reconocer que podía extrañar las necedades de otro hermano. La verdad es que a mí sí me iba a hacer falta el Antoine por aquí, era de los pocos maduros aquí. Supongo que en lugar de buscarlo aquí, lo haría en casa o lo invitaría a la mía. Ahora que yo estaba de 'pareja' con Carter sería mucho más fácil juntarnos los cuatro para inventar y hacer de nuestras vidas lo que quisiésemos. Todo seguiría igual que siempre, la casa era lo de menos.

—Entonces el Bro Ant se nos echa al agua... quién lo diría.— Aunque no hubiese matrimonio de por medio, es como si lo hubiese. Antoine fue siempre un mujeriego empedernido y ahora resultaba extraño verlo atado a una sola mujer. Y vaya mujer, porque será muy la compañera de un hermano, pero no se podía negar que estaba muy buena esa chica, quizás tanto como mi rubia fiestera. Aproveché el momento y le di un sorbo a mi trago. —¿Novedad? Siempre. La vida de un Lawson no es fácil y lo sabes.— Respondí con orgullo de sobra, tratando de desviar la respuesta de su pregunta. Yo tenía cierta noción de lo que quería saber, pero yo no sabía si estaba listo para admitir ciertas cosas. Eso sí, la pinta que yo cargaba en este momento gritaba a viva voz que estaba feliz y que la razón era una mujer. Ya no se me veía tanto de traje y corbata, sino más bien informal, con vaqueros y camisetas de algodón, justo como a Carter le gustaba que vistiese. Mi cabello estaba más largo que siempre, mi barba lucía desgarbada y se podía decir que había ganado algo de músculo gracias al tiempo que ahora dedicaba para ejercitarme. Quise agregar un comentario más para afianzar la cortina de humo que había creado sobre mi 'ocupada vida', pero mi celular sonó con un mensaje de Whatsapp y yo sonreí como tarado al leer que mi chica me decía que me extrañaba. Era imposible que mi situación 'sentimental' fuese más notoria, aunque los ojos se hicieron para ver hacia afuera, como dicen. Yo no me daba cuenta de nada.

Negó con la cabeza, y luego se acomodó. Ciertamente, Antoine pensaba marcharse la próxima semana, tomarse las cosas con más calma, y tomarse su tiempo para despedirse de sus amigos. Pero de cualquier forma, las cosas se dieron bastante rápido, y Beverly había tomado la decisión de comprar la propiedad antes de lo previsto. Por lo que ante el impulso, no dudó en armar sus maletas. Con entusiasmo, ciertamente. Extrañaba las noches en las que dormía junto a Beverly, como era en New York  — Se han adelantado un poco las cosas, ya sabes como son las chicas con todo esto de la mudanza, decoración, y todo — Y ciertamente. Desde el día que conocieron el departamento junto a Beverly, ella se mostró entusiasmada en cuanto a toda la ornamentación del lugar. Antoine también había aportado, y es que el francés siempre era alguien bastante cuidadoso en la estética de donde se rodea. Desde él mismo, hasta el lugar donde duerme — Pues bien, esto de la mudanza me ha tenido bastante ocupado, así que tiempo no he tenido en exceso. De cualquier forma, ya pronto sacaré mi magíster en cambios de hogar — Ríe, aludiendo a sus constantes mudanzas en los últimos meses.

Se encogió de hombros, y negó con la cabeza. Con una visible sonrisa. Y, es que Antoine era alguien sumamente detallista, y cuidadoso. Meticuloso, incluso. El francés tenía prácticamente dos guardarropas, y junto a ello, sus equipos de música, junto a los varios pares de raquetas de tenis que tenía. Deporte que mantenía la práctica hasta el día de hoy — Calla, cabrón — Rió, nada más porque le hizo gracia el comentario. — Habrá espacio, habrá — Comentó asintiendo con la cabeza, prolongando el instante de la broma sugerida por Chris. Siguió la visión hacia donde él se servía ese vaso de whisky, y el francés acompañó colocando un vaso al costado. Algo de alcohol no haría mal, a bajar un cambio de la marcha, y calmarse un poco en medio del huracán que significaba la mudanza — Y, espero encontrar algo de paz por la mañana en Malibú — Comentó, llevando el vaso de whisky a su boca, y tomar un primer sorbo, algo corto que quema su garganta de un modo bastante agradable — Aunque, entre Beverly, y las gaviotas, dudo que pueda ser así — Prolongó la broma. Ciertamente, eso le molestaba de sus compañeros, pero en el estado que estaba el francés, de ese periodo donde quien está enamorado, adora todo de su pareja. De ella, no le molestaba en absoluto que le hablara, o le pidiera algo a la primera hora del día.

— Y, digamos que sí... Y créeme no me arrepiento de nada, Beverly es fenomenal conmigo — Comentó, volviendo a dejar el vaso de cristal sobre la mesa, y retrocedió algunos pasos hasta poder sentarse cómodamente en uno de los sofás de cuero de la sala de estar de la fraternidad. — Claro, claro, quién lo diría... Christopher Lawson con la barba con más de tres días, y vaqueros — Dijo ladeando de cierto modo la cabeza, y sonriendo de costado. Sospechoso. Y Antoine en su manía por los detalles, siempre se fijaba en aquellas cosas de las personas que estimaba. Chris, entre ellos. Alzó una ceja, al ver como el melenudo desviaba la atención hacia el teléfono móvil, y fue entonces que el francés, se inclinó algunos centímetros, y no fue más que leer la primera línea para hacer notar lo que parecía gritar desde su comunicación no verbal — Parece que el amor atacó la casa, eh — Comentó, como un comentario muy sutil, pero que inmediatamente descartaría otra cosa. Según la reacción de Christopher, aún así, Antoine se adelantó. Cuando el francés quería decir algo, no tenía problemas, siempre era bastante directo — Y, es que te ha cogido un complejo de vago con sonrisa estúpida, o una mujer te está comiendo la cabeza — Y era simple. Descartando, Chris no era propio de la primera chance.

—Que sepas de que de aquí no te vas hasta que te hagamos la despedida que te corresponde, bro.— Dijo con la autoridad que le correspondía como amigo y hermano de Ant. Un evento así no iba a pasar por debajo de la mesa. Si bien el francés o dejaba de ser un Toro, mudarse de casa era un gran paso a celebrarse. —Y no me importa cuanto chille Beverly, las cosas son como son.— Éramos Toros y la fraternidad debía respetarse. Yo no pretendía que Antonio pusiese a su mujer en segundo puesto, pero sí que entendiese que tenía un compromiso. —Que ahora te hayas vuelto decoradora no cambia las cosas.— Tenía que burlarme, ese comentario estaba atascado en mi boca y podía atragantarme sino lo soltaba. Esa metrosexualidad del Épsilon que tenía frente a mí era una fuente inagotable de bromas, y si a eso se le unían sus manías, pues resultaba imposible no hacerle bromas. —Sólo espero que dures más en tu nueva casa que aquí. Un hombre necesita sentar cabeza.— Por mi parte, esta clase de cambios no me gustaban demasiado, quizás por eso no había cambiado de residencia y me aferraba a lo de siempre; La mansión Lawson, mi departamento de uso particular y la Fraternidad. Todo un círculo californiano del cual no pensaba salir, ni siquiera a largo plazo.

—No sé porque eso no me suena a queja.— Respondí cuando le escuché decir que no encontraría paz. Como se notaba que ese cabrón estaba enamorado, porque realmente se convertía una jodida Alpha por las mañanas y aguantarlo era más difícil entablar una conversación inteligente con un Delta Tau. Con todo gusto le serví un buen trago cuando acercó su vaso, contento de compartir la bebida con él. Esa era una de las cosas que más me agradaba de Antoine; su disposición a una buena copa en el momento indicado. El francés no se andaba con rodeos ni tonterías a la hora de degustar un buen trago. De más estaba decir que el Whisky era de los buenos, y los tragos los serví en las rocas. —Salud, hermano.— Logre chocar su vaso con el mío antes de que regresase al sofá. Le di un buen trago a la bebida y disfruté del efecto del alcohol en mi garganta. Estos eran los momentos que yo más disfrutaba en la casa Épsilon, y la razón por la cual venía tan a menudo. —Ahhh... Love is in the air.— Digo muy sonreído cuando le escucho decir que la Gissoni lo trataba muy bien. Yo en verdad pensaba que mi hermano no iba a encontrar una fémina que se calase todas sus mañas y sus amarguras, pero al final resultó que yo estaba muy equivocado. Me alegraba por él. —Por tí, bro. Y por el éxito que vas a tener en esta nueva etapa.— Alcé el vaso por unos segundos y volví a beber, carraspeando un poco.

—Un cambio no le viene mal a nadie de vez en cuando.— Traté de justificarme, aunque no era algo propio de mí. —A veces olvido lo cómodos que pueden ser unos simples pantalones de mezclilla.— Aparté la pantalla de mi teléfono, tratando de evitar que él pudiese leer algo. Luegó solté una carcajada por lo que dijo del amor. —Y vaya ataque... que hasta logró sacarte de casa.— Aproveché para poner las cosas a mi favor. De alguna forma yo presentía por donde venían los tiros y quería evitarlo. Hablar sobre Carter no iba a ser nada fácil, empezando porque ni siquiera yo tenía idea de lo que me estaba pasando con ella. Esa mujer me había revuelto por dentro y me había puesto a pensar demasiadas cosas. ¿Y qué decir de mis cambios? Yo no era de los que se dejaba llevar por la opinión de nadie, pero ahora estaba vistiéndome como a ella le gustaba, dejándome el cabello largo y la barba. Hasta mi condición física la estaba mejorando con el sólo propósito de gustarle más. —Calla, cabrón. Que todavía no nace la mujer que pueda domar a Christopher Lawson.— Repliqué con una sonrisa bastante orgullosa. De alguna forma yo tenía que encubrir lo que sentía, ya que no quería ser la comidilla de los Toros. —Es sólo una hembra, hermano... una buena hembra.— Añadí, colocando las manos frente a mí, como queriendo palpar los firmes pechos de la rubia que me escribía. Con eso esperaba que Antoine se calmase un poco y pensase que por ahora las cosas no pasaban de un buen sexo. Y vaya que era bueno, esa nena me había derrotado en la cama durante nuestro primer encuentro íntimo, y eso no era algo que se lograse fácilmente con un Lawson. Pero claro, eso era algo que yo jamás admitiría. Para mí sólo contaba lo satisfecha que ella había quedado.

—No creas que todos somo unos vulgares Antoine Grosjeans que caemos en las redes de una mujer.— En ese momento le di el tercer y último trago a mi Whisky y me levanté para servirme otro. Instintivamente me rasqué la entrepierna y miré a mi compalero directo a los ojos. —Pienso que estás tomando la decisión correcta, hermano. No debes desperdiciar esta oportunidad. Beverly es una gran chica y estoy seguro que te hará feliz.— Le di un nuevo sorbo a mi trago y continué con mis palabras. —Vamos, que ya lo hace. Sólo hay que mirarte la cara de imbécil que pones cuando la nombras o cuando comentas de la vida que tendrás con ella.— Entre bromas yo expresaba seriamente mi opinión, lo que pensaba y deseaba. Ant lo entendía perfectamente.

— Oh, vamos campeón... Esas mariconadas de despedidas déjalas para los kinder-garden, ya armaremos algo como amerita — Confirmó, ciertamente el francés no tenía demasiados ánimos para ponerse en plan fiesta. Y, a pesar de su corta edad, digamos que quizás, él ya había agotado todos los cartuchos para andar de parranda. Día tras día, semana tras semana durante los últimos cuatro años, hasta hace más menos seis meses atrás. Estaba tranquilo. — No tienes para que hacer público que te gustaría tener mi buen gusto — Rió. Lo mencionó en tono de broma, pero ciertamente el francés era muy meticuloso en todo lo respecto a imagen. Su vestuario, los zapatos, incluso, su cabello. — Lo sé, créeme que yo también estoy ya cansado de cargar maletas a todos lados — En efecto, Antoine llevaba meses pasando de lado en lado. No es que haya salido planeado así. Simplemente a veces cuando el mar está tormentoso, ni si quiera guiando bien las velas del barco se puede llegar a buen puerto.

— Y, qué te voy a decir — Dejó escapar una suave risa entre dientes, mientras miraba detalladamente como el alcohol abrazaba los cubos de hielo hasta llenar el vaso de cristal. Lo elevó, y probó un poco. Aclaró la garganta, y miró hacia su colega — Me gusta mucho, y hemos pasado muchas cosas juntos... De algún modo, ya hemos escrito una historia — Admitió. Y vaya historia, ya llevaba varias páginas escritas. — Salud, brother — Bebió otro trago de whisky. Se remojó los labios, y entonces fue que el francés llevó su mano diestra hacia el interior de su bolsillo. — Gracias, Chris, estoy seguro así va a ser... Y si no, hay que darle cara. Eso hace un ganador — Le chocó el hombro con el vaso de cristal de modo suave, y luego rió solamente por el comentario.

Rodó los ojos ante el comentario, y negó con la cabeza — Llevaba meses diciéndote que unos mezclillas, con una camisa blanca resulta genial... Y ahora vienes, y lo haces — Se rió, y se alejó algunos centímetros cuando ocultó el teléfono móvil. El estudiante de derecho ya había leído lo que tenía que leer. Y entonces caminó en un lento círculo, paso por paso mientras le miraba, con el vaso en la mano y una sonrisa bastante burlona — Seguro que sí... Pero eso lo sabes sólo tú, brother — Comentó, de algún modo restando importancia. Él perfectamente sabía la coraza que existía cuando un toro no quería asumir lo que pasaba con sus emociones, así que traspasó la responsabilidad hacia Lawson — Si quieres joder, pues mete el cambio hasta el fondo, hermano — Rió por el comentario, mientras bebió otro sorbo de whisky, y alzó el mentón — Pero si quieres algo más... Anda, por último recortate un poco esa mierda de barba — Volvió a molestarle, mientras caminó unos pasos hacia atrás, y se sentó en uno de los tantos sillones de la fraternidad — Hablando en serio... Si estás claro que es sólo sexo, entonces está bien que sea un número más — Atacó directamente. De algún modo, quería ver la reacción, para ver si solamente era una aventura, o si él tenía sentimientos hacia ella.

— Creo que aún debe estar mi galardón del hombre más cotizado del 2014 por las chicas... Ya me he retirado del juego — Dio una carcajada por la idea, y se bebió un nuevo sorbo de whisky — Te cederé mi trono — Finalizó en medio de la broma, mientras que se levantó en dirección al rubio, estirando el vaso para servir otro vaso de alcohol. El francés escuchó atentamente, y ciertamente, él estaba también muy convencido de esa idea — Y sí, digamos que Beverly es la chica que me hace querer estar un día sábado por la noche, acostado en la cama quizás haciendo nada, pero con ella — Dijo, mientras se miraba en un ventanal de grandes dimensiones, y se arreglaba el cabello — Ya ves la labia que tenemos los franceses... Podrías anotar una de esas frases, quien sabe — Se golpeó con el codo, en medio de una risa. Decía ciertamente en un tono divertido. Pero lo que acababa de confesar, no carecía de verdad.

—Pareciera que no me conoces, cabrón.— Respondí mientras negaba con la cabeza. ¿Acaso algo organizado por Christopher Lawson era algo más del montón? Claro que no. Yo no hablaba de una fiesta, sino de una despedida al estilo Epsilon Mu. De aquí nadie se iba por la puerta chica.—Ahhh ahora se le dice tener buen gusto. De dónde vengo se le llama ser peluquera.— Solté una carcajada y cuidé que no se me cayera el vaso de las manos. Esto estaba resultando ser muy divertido. —Pero tranquilo, que aquí te respetamos aunque uses neceser y te hagas la manicura.— Podría sonar exagerado, pero las manías de Antoine eran épicas y no sería para nada extraño que el muy marica estuviese una colección de cremas o algo por el estilo. —Y como sabemos que a Beverly tampoco le preocupan tus gustos extraños, pues nos alegramos de que estén juntos. No la vayas a cagar con ella, o quien sabe si podrás conseguir otra.— Quise culminar esa frase con otra broma pero preferí callármela por respeto a la Gissoni, quien no estaba aquí para defenderse. —Algo me dice que lograrás asentarte. Y sino, pues aquí tienes casa, no lo olvides.— Y también el apoyo de una cantidad significativa de toros. Aunque Chris decía eso sólo por decirlo, ya que estaba demasiado seguro que las cosas le saldrían excelente a Antoine. Por eso brindó con todas las ganas del mundo y bebió fondo blanco.

—Pues decidí hacerte caso y ahora chillas... ¿Quién te entiende?— Disimulé lo mejor que pude. —Ni siquiera una mujer sería tan quisquillosa como tú.— Agregué para darle cierto dramatismo al asunto y tratar esto como una simple broma entre hermanos toros. Todavía yo no me daba cuenta de lo evidente que había sido frente al teléfono. —¿Y qué te hace pensar que no lo estoy metiendo hasta el fondo?— Literalmente eso estaba haciendo y por eso me sentía tan satisfecho como hombre. Hacer el amor con sentimientos era muchísimo mejor que el sexo casual. —Deja la envidia hermano, no te imaginas lo que esta barba ha logrado.— Carter amaba verme así y me lo repetía a cada momento. Según ella, el vello facial en un hombre era muy sexy, especialmente el mío por ser rubio y tupido. Y yo estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para complacerla, por noo me gustó esa forma en que Antoine ser refirió a lo mío con la rubia. Una cosa era que yo lo dijese y otra que lo hiciese un tercero. Sonaba como si Carter fuese una cualquiera y no había nada más alejado de la realidad. Esa nena era una mujer con todas las letras y merecía respeto, empezando por mí. —No podría catalogar a esa rubia como un número, hermano. Llámame loco y todo lo que quieras, pero ella podría superar las expectativas de cualquiera de nosotros.— No mentía, Carter lo tenía todo y yo la conocía más allá del sexo. Todo en ella me encantaba. —Digamos que es la Alpha que más me ha gustado. ¿Contento?— Pregunté algo fastidiado.

—Hablas del premio de consolación que te dieron el año pasado?— Pregunté burlón. Lo último que yo podía necesitar era un trono inexistente para ganarme a una mujer. Mi apellido ya me brindaba todo lo necesario, y el resto me lo daba mi privilegiada apariencia física. Como hombre yo era el sueño de las mujeres de UCLA, siempre comparado con Thor, siempre siendo el protagonista de sus sueños húmedos. Y los hechos lo comprobaban, ya que en mi larga estadía en la Universidad yo había tenido infinidad de mujeres en mi cama, una más satisfecha que la otra. Mi nombre siempre estaba en boca de las mujeres, y de la forma más positiva que se pudiese pensar. —Esto sólo confirma nuestras sospechas. Te hemos perdido para siempre, hermano. Pero lo aceptamos con buen agrado. De ahora en adelante pediremos permiso a Beverly para sacarte a pasear.— Y me reí del comentario. No podía ser más apropiado, ya que Antoine ya tenía el collar puesto y estaba bien sujetado por su dueña. —No gracias, brother. Yo quiero atraer a las mujeres, no convertirme en una de ellas.— No podía faltar la típica broma acerca de lo gay que sonaban los franceses cuando se ponían romanticones. Todas las mujeres decían estar enamoradas del idioma galo, pero cuando querían a un hombre de verdad, no buscaban al que dijese una poesía en una lengua romance, sino a un macho que supiese llenarlas. En eso volví a levantarme de la silla y me serví otro trago. Vi que el marica de mi amigo se 'retocaba' el cabello frente a la ventana y me acerqué con la intención de molestarlo un poco. Mojé mi mano con un poco de Whisky y la restregué por su cabeza, arruinando su 'peinado'. —Ahómbrate un poco, cabrón.— Le solicité muy amablemente, ya en guardia.