Reunión padre e hijos {Zsadist & Wade}

Wade se negaba con todas sus fuerzas llegar al lugar donde sus hermanos vivían. Tenía muchas ganas de ver a Brenna, eso no podía negarse, el único inconveniente que había era que ella compartía el techo con Zsadsit y Eddard. Muchas veces se preguntaba si aquel viaje sería algún plan de su madre para que se llevara mejor con su hermano y quizás hasta con su padre. Ya tendría tiempo de pensar en todo lo que el regreso a la universidad significaba, de momento se terminaría el porro que fumaba frente a la puerta de lo que ahora era casa. ¿Habría alguien dentro? Estaba algo inquieto de que cuando la puerta se abriera viera la cara de Zsadist o peor aún, la de Eddard. ¿Se supone que debería abrazarlos y llorar en sus hombros por todo el viaje que hizo y dar las gracias de que lo aceptaran allí? Tiró lo último de su cigarrillo de marihuana detrás de él y tocó el timbre.

¿No hubiera sido más fácil el abrir la puerta y ya? Total, Wade era de la familia y dudaba que le echaran bronca por entrar como si nada. Con él solamente llevaba una mochila colgando al hombro, su madre había insistido en llevar toda su ropa pero prefería gastar el dinero de su padre en comprarse algo, sino, él tenía bastante dinero ahorrado como para comprarse algo decente, quizás podía decirle a su hermana que lo acompañase y que ella le sugiriera algo. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que tocó el timbre? Le parecía ya una eternidad porque estaba pensando tonterías. Estiró la mano hacia el pomo y lo giró, entrando a un lugar donde parecía que hacían la cena.

"¿Papá? ¿Hermanito? ¿Están en casa?" Es lo que Wade pensó cuando cerró la puerta detrás de él, pero de su boca sólo salió un bufido al presenciar aquel lugar tan grande. Dejó caer su mochila en la entrada y caminó hacia el lugar donde venía el olor a comida y al entrar a la cocina se quedó inmóvil. Sus ojos estaban fijos en Eddard. ¿Cuándo había sido la última vez que lo había visto? Wade ya no lo recordaba. Quería abrazarlo y recordar a qué olía, de ser posible hundir su rostro en el pecho de su padre y quedarse allí durante un buen rato mientras sentía un abrazo de papá. Pero el rencor y odio eran más grandes, por lo que se quedó allí donde estaba. –Hola– saludó con el rostro inexpresivo, ni siquiera se dignó en fingir una sonrisa.

Al parecer Eddard no era el único que estaba en casa, Zsadist también estaba allí. Sus dos personas favoritas en el mundo, los únicos a los que quería ver en aquel lugar. –No, en realidad estuve fumando frente a la puerta mientras me decidía si debía terminar de llegar.– sonrió con cinismo y apartó la vista de su hermano. Aquel sujeto que no había cambiado ni un pelo, seguía siendo el mismo arrogante de siempre, el chupa medias por excelencia. Que asco. –Si quieres un poco te puedo dar.– dijo a su hermano,  sacando de su bolsillo una pequeña bolsa, sacudiéndola entre sus dedos mientras escuchaba a su padre prohibiéndole fumar dentro de la casa. –No te preocupes viejo, no seré un peligro para tu niño bonito Zsadist.– Wade tuvo que alejarse un poco cuando vio la intención de su padre de querer abrazarlo. –En cuanto a Brenna... No podría hacerle nada malo, nunca.– guardó la bolsa de marihuana nuevamente en su bolsillo.

Su estómago hizo una sonido que evidenciaba el hambre que tenía. Wade no era fanático de la comida que servían en los aviones, y debía aceptar que en ese momento lo que sea que Eddard estuviera cocinando olía bien. Quizás era el hambre o puede que realmente el viejo tenía don para la cocina. –¿Realmente te importa?– preguntó después de escuchar su pregunta. –Si te hubiera interesado mi viaje hubieras ido por mí al aeropuerto.– dijo pasando de largo hacia la nevera para buscar algo que pudiera tomar. Puede que Wade se estuviera pasando de grosero, pero cada vez que veía a su padre directamente a los ojos recordaba el momento en que se había ido. –Pues sí, tengo hambre.– dijo mientras se asomaba en el refrigerador, tratando de ocultar la vergüenza de su rostro por haber admitido algo de debilidad al tener hambre. La temperatura fría que emanaba de las entrañas de aquel aparato hicieron que se tranquilizara, al final tomó un jugo embotellado.

–¿Puedo tomar uno de estos?– dijo mostrándolo a su padre –¿Son tuyos Zsadist?– preguntó a su hermano, elevando un poco la voz para que lo escuchara. Abrió el bote y bebió directo de él. –Perdona mis modales, pero la marihuana me deja la sensación de boca seca.– Cerró la nevera y se recargó en la puerta, viendo a su padre. ¿Por qué tuvo que abandonarlos? Wade durante su infancia creyó que la familia era algo que duraba para siempre, pero ese sujeto de allí se encargó de que no fuera así. Apretó la mandíbula por la furia que le invadía en ese momento. –Parece que te va bien aquí en "Yanquiland".– miró por toda la cocina. –¿También eres un lame botas como tu hijo pródigo Zsadist?– Wade era veneno puro, quizás se estaba mereciendo un castigo por provocar al ogro en su guarida, pero no le importaba.

Wade se quedó con el rostro inexpresivo cuando empezó a escuchar toda la palabrería de su padre. Había dejado la tranquilidad de Inglaterra sólo para llegar a un lugar donde todos parecían estar en su contra. ¿Por qué no lo dejaban en paz? Claro, porque el rubio no quería que así fuera, hasta cierto punto disfrutaba de aquella atención que le otorgaban, la cual no había recibido durante muchos años, y por supuesto lo anterior era algo que no iba a aceptar. Se quedó recargado a la puerta del refrigerador mientras escuchaba todo el discurso le estaba diciendo, las palabras parecerían que le entraban por un oído y le salían inmediatamente por el otro, pero la realidad era diferente pues todo lo que escuchaba se le quedaba dentro en la cabeza.

Eddard tenía razón en todo lo que decía, el problema era Wade, eso lo sabían todos incluso él mismo. Pero lo que decía Zsadist, eso sí se lo pasaba por el forro de los huevos, ¿a quién le interesaba lo que ese tuviera que decir u opinar? ¿De verdad creía que podía sacarlo de esa casa? Era algo que le gustaría ver. –¿Eso es lo que quieres?– preguntó caminando hacia su padre de manera desafiante. –¿Qué desaparezca de tu vista?– Wade estaba hecho fuego, le sorprendía que su padre no se incinerara con la mirada que le estaba echando. –Pues malas noticias papá, yo no soy como tú.– soltó de repente a escasos centímetros del rostro de su padre. El rubio lo miró fijamente a los ojos, sus arrugas y por primera vez pudo saber a qué olía. ¿Sería tarde para abrazarlo? Detestaba sentirse así, era complicado tener que lidiar con dos tipos de sentimientos, ambos opuestos. Menos mal que tenía la marihuana con él o seguramente terminaría volviéndose loco.

Pero luego la atención se fue hacia Zsadist y Wade sintió mucho enojo. Para ese entonces su padre ya estaba gritando y el mayor de sus hijos sólo lo observaba de manera fija. Al final el dueño de aquella casa salió como niña hacia otro lugar, dejando a ambos hermanos solos en la cocina. –Eres un imbécil.– dijo a su hermano, lanzando hacia su cabeza el bote de cartón que segundos antes había contenido jugo de uva, quizás aún le quedaba un poco. –No me vuelvas a empujar o te rompo tu bonita cara.– Pues ya, ahí estaba la perfecta excusa para que le siguiera diciendo que era un niño, Wade sólo siguió con la mirada el bote, esperando que aterrizara en la cabeza de Zsadist.

Que ganas había tenido de golpear su hermano y qué lástima había sido que Zsadist no hubiera respondido con otro golpe. La idea de agarrarse a puñetazos con su hermano le parecía estupenda, no le importaba si salía perdiendo o ganando, el objetivo sería lastimar al niño bonito de papá. De hecho, se le hubiera aventando nuevamente al rostro, pero el defensor de los pobres, Eddard Malone, hizo acto de aparición para rescatar a su amado hijo. Claro que podía golpearlo nuevamente en presencia del viejo, realmente a Wade no le importaba, si lo echaban de aquella casa pues bien, tenía la fraternidad Delta donde sería bien recibido por sus hermanos monos. Realmente no necesitaba de esos dos, la mayor parte de su vida había estado sin ellos por lo que la idea de no volverlos a ver no le afectaría.

Pero su padre entre gritos soltó cosas que hicieron que Wade se enojara. –¿Qué aprendimos de la familia Malone?– preguntó acercándose a su padre –Yo te voy a decir lo que aprendí de la familia Malone.– Su rostro estaba cerca del de Eddard –Aprendí que la familia no es algo que dura para siempre. Gracias a tu partida me di cuenta que el amor no existe.– Estaba gritando –¿Por qué te fuiste? Si realmente amabas a mi madre hubieras hecho cualquier cosa con tal de seguir a su lado, pero no, se te hizo más fácil irte y no mirar atrás.– Wade estaba temblando por la rabia que sentía, fácil hubiera sido golpearlos a ambos para descargar sus sentimientos. –¿Dónde estabas cuando más te necesité? Todos me veían viviendo sin rumbo fijo, ¿dónde estaba mi padre? Yo sé que te evitaba, pero si realmente te hubiera importado lo que tu hijo mayor hacía entonces hubieras ido a buscarlo.– Y allí estaba otra vez, con los ojos a punto de llenarse de lágrimas. ¿Por qué era tan complicado comprenderlo? Wade aún seguía esperando a que alguien le preguntara cómo se sentía por la separación de sus padres.

Wade tragó duro y retrocedió, les dio la espalda a los dos. –Eso me enseñó la familia Malone.– los miró de soslayo –A darle la espalda a los suyos.– dijo y salió de la cocina. ¿Dónde había puesto sus drogas? Necesitaba distraerse del mundo por un rato.

Nunca se había sentido tan, tan, tan…no encontraba palabras para describir cómo se sentía interiormente. A Wade nunca lo había tenido, pero a Zsadist…Sentía como una enorme brecha se abría entre ambos. ¿Qué haría sin él? Había sido el único que le había apoyado desde el principio ya que ni tan siquiera Brenna había dejado a su madre. Zsadist y él. Eran como uña y carne, siempre de un lado para otro pero siempre unidos y ahora veía como lo que más quería en el mundo se apartaba. “¿Ahora qué Eddard? ¿Ahora qué?” pensó, “Solo y hundido”.

Familia, familia, familia. Escuchó a Wade, lo miró y aunque nunca había querido hablar de ello tuvo que hacerlo. Tuvo que sacar aquello que sus hijos nunca habían sabido y que siempre había intentado ocultar para protegerlos, porque era tan estúpido y honrado que prefería que le echaran la culpa a él y no a Elisabeth. Pero, ya era demasiado tarde. Tenía que hablar, -Pero…¿No te has dado cuenta nunca Wade? Tú que has vivido con ella…Yo no me marché Wade, ella me echó. Yo, yo amaba a tu madre…yo amaba a Elisabeth-  su voz temblaba, esperaba no acabar con un ataque, - Yo la amo Wade. Yo lo hice todo por recuperarla pero era tarde. Ella ya no me quería. Intenté por todos los medios resolver aquello que su amor renaciera pero era tarde Wade. Era jodidamente tarde y ahora mira…¿quién se ha vuelto a casar Wade? Tu madre, yo sigo aquí solo y roto mientras intento sacarme de la cabeza y del corazón a la mujer que ha sido lo mejor y lo peor de mi vida, después de tantos años…mientras que ella ya ha metido a otro hombre en su casa y solo a los pocos años de divorciarnos . ¿Quién rompió la familia Wade? Te juro por mi vida que yo nunca he dejado de amar a tu madre cuando ella sí que lo hizo y demasiado pronto- le mantuvo la mirada y sintió sus ojos llorosos. El gran Malone había caído.

Más rechazo en su boca. – Lo sé. Lo sé, tal vez…debería haberme esforzado más Wade pero…¿tú sabes lo que duelen esas palabras? ¿Sabes lo duro qué es que tu hijo te castigue por haber hecho algo qué ni siquiera fue obra tuya?  Yo nunca quise divorciarme, yo no quise romper esta familia y tú siempre que me ves me culpas de ello, como si no te dieras cuenta de que yo también estoy roto- apartó la mirada de su hijo. Quería abrazarlo, quería llorar pero no, Wade no se lo permitiría. Ni tan siquiera Zsadist que aprovechó para recordarle también varias cosas.

-Aprende a lidiar con ellos…- murmuró, pensativo, sintiendo como más de una lágrima se deslizaban por su rostro. Vio como ambos salían de la cocina: primero Wade y luego Zsadist. ¿Tan mal padre era? ¿tan mal lo había hecho en su vida? ¿Por qué? ¿Acaso no se había dejado la piel para qué ellos vivieran bien? Eddard no estaba seguro de nada, solo se arrodilló cuando Fantasma se acercó para consolarlo y entre el pelaje de su perro hundió el rostro para decirles, - Iros. Hacer lo que queráis-

Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver, y Wade estuvo viviendo en una mentira. La verdad siempre había estado allí, no hacía más que pensar en todo lo sucedido antes de que su padre los abandonara. ¿Abandonar? Ya ni sabía quién había abandonado a quién. Siempre se apegó a su madre, era un mocoso llorón que siempre pensó que la mujer que le dio la vida era la víctima y como ella, el rubio también se victimizó hasta el punto de cortar todo tipo de relación con su padre, cuando éste último había sido inocente de cualquier injuria cometida. ¿Por qué entonces se había puesto del lado de su madre? Quizás Wade no estaba dolido por ver a su padre dejando a su madre, no, estaba dolido porque Eddard lo había dejado a él.

Subió hacia su recámara, en realidad no sabía cual era, por lo que abrió todas las puertas hasta encontrar la indicada y cuando la halló, se encerró en ella, echando seguro a la puerta. Arrojó su mochila a la cama, se quitó la chaqueta y se descalzó con ayuda de los pies. Se fue tras la mochila, la abrió y sacó lo necesario para armar un cigarrillo de marihuana. Se subió al colchón y sin dejar de pensar en lo que había escuchado en la cocina hizo su porro con manos temblorosas.

Lo colocó entro sus labios, lo prendió y aspiro profundamente el humo. Lo retuvo en sus pulmones y lo sacó lentamente. Se recargó en la cabecera, estiró las piernas tirando la mochila al suelo y suspiró de manera honda y ruidosa. Otra fumada y luego otra, así hasta que en menos de un minuto se consumió la mitad del cigarrillo. El efecto de la marihuana estaba haciendo efecto, parecía que el encuentro había hecho que el que se fumó antes de entrar a casa se hubiera ido. Por fortuna tenía más, más felicidad en una bolsa de plástico que podía fumarse cuando quisiera.

Los odiaba a todos, a su padre, a su hermano, a su madre y hasta a él mismo por ser un imbécil.