Mi milagro de navidad ► Broodist [Express]

— Si me ayudas no me enfado. — Le dije a mi novia. Yo sostenía una caja gigante llena de cosas navideñas. Todos los años guardamos viejos adornos además de comprar cosas nuevas. Y como siempre nadie en casa podía comprar nada, dependía de mi y claro de mi novia porque ella me acompaño al centro momentos antes para comprar miles de cosas. Brooke resultaba ser mas niña por esta época, amaba molestarla por eso pues se enfadaba y no había nada más lindo que ver sus cejas fruncidas y sus labios también fruncidos. Deje la enorme caja en el suelo y mire la cantidad de adornos que había. Los viejos mas los nuevos. En el fondo de la habitación estaba el árbol verde. Era del tamaño más grande, por muy poco no llegaba al techo de la habitación. —Sigo pensando que compramos muchas cosas, mi amor. — Intensifique el tono de voz al decir aquel típico apodo entre parejas, solo quería picarla como siempre, jamás perdimos ese trato de amigos molestos.

Ahora sí, lo más complicado iba a comenzar, tocaba adornar el gigantesco árbol de navidad. Las luces, las esferas coloridas y muchos otros objetos para adornarlo. Para mí –y para la mayoría de hombres- era sumamente innecesario tantos adornos, no tenía idea de cómo hacerlo tampoco. Cada año veía al ama de llaves hacerlo pero ahora le tocaba a mi novia. —Bueno, tienes total libertad… yo veré el juego. — Mi cuerpo se recostó en el sofá. Retire los zapatos de mis pies y quede descalzo, únicamente con las medias grises que cubrían mis pies del frio. Brooke iba a matarme, lo sabía, y estaba esperando su reacción.

Aquella navidad había prometido a Zeta ayudarle a adornar la casa. No le había costado demasiado convencerme, prácticamente a los segundos de preguntarme ya le había dicho que si. Y es que para mi la navidad era una de las épocas más bonitas del año, donde todo lo que se podía respirar era felicidad y compasión, también llamado como espíritu navideño. Para mi, el que Zeta me hubiera pedido que le ayudase con la decoración no era para nada un estorbo, sino todo lo contrario. Habíamos, bueno, había ya que Zeta simplemente me acompañó como quien dice, comprado un montón de adornos para el árbol y para la casa pero... ¡es que todos eran tan bonitos! Fue imposible resistirme. Miré a la caja rebosante de adornos y negué, mirándole. — Compramos las justas y necesarias, cariño mío. — Hice especial énfasis en el apelativo cariñoso, a pesar de que eramos una pareja formal las bromas nunca llegaron a desaparecer del todo, ni tampoco pretendía que lo hicieran.

Nada mas entrar a la mansión la vista del imponente árbol verde me inundó... ¡era enorme! — Se nota que no escatimáis en gastos, ¿eh? — Reí, poniéndome de puntillas para dejarle un suave y rápido beso en su mejilla. Me distraje por un segundo observando los diversos adornos que habíamos comprado, y para cuando me quise dar cuenta Zeta ya estaba tumbado en el sofá, descalzo y nada dispuesto a decorarlo conmigo, pero claro... eso no iba a suceder. Con paso firme me dirigí hacia el y me puse delante de la tele. — Ah ah ah, tu, querido, vas a decorarlo conmigo... te guste o no. — Puse mis brazos en jarra y fruncí el ceño. — Te doy diez segundos para levantarte, si no lo haces tendrás que atenerte a las consecuencias. — Asentí firmemente, asegurando mis palabras.

No estuve equivocado, como era de esperar, Brooke no tardo en regañarme por mi nula participación en adornar tanto el árbol como parte de la casa. La morena se interpuso entre la televisión y yo, cubriendo la pantalla. Debo admitir que tener la vista de mi novia enfadada era mucho más sexy que ver un tonto juego de futbol americano. Levante la mirada luchando con las ganas de reírme. — Crees que porque llevas ese gorro y esos lentes ¿Puedes decirme que hacer, Anderson? — Deje de ser un flojo de primera al levantarme del sofá. Quede frente a la morena, a escasos centímetros. Ella era un poco más baja de estatura, por lo que baje levemente la cabeza. Nos miramos por largos segundos, ninguno decía una palabra, como si nuestras miradas fueran más que suficientes para entendernos. — Error Brooke. — Deje un leve, casi insulso beso en sus labios, ella siempre jugaba con torturarme así y ahora era mi turno de cobrar venganza. No conforme con solo tentarla con el beso, me atrevo a darle una suave nalgada en su trasero. Estábamos solos en casa ¿Qué más daba? Me reí como un niño que niega una travesura a su madre.

— Vale, te ayudo pero antes iré por algo de beber — Era mejor salir del living antes de sufrir algún golpe. En la cocina comencé a buscar algo para comer, quizás algunas galletas o algún snack. Por suerte encontré algunas galletas en la alacena, mi hermana las hizo el día anterior y estaban muy ricas. La repostera de la familia era ella sin duda alguna. — Amor ¿Quieres algo para tomar? — Grite desde la cocina.

— Exactamente Zeta, exactamente. — Dije aún con los brazos en jarra, firme en mi posición. — Así que o te levantas o vas a tener que sufrir las consecuencias de desobedecerme. — Asentí con la cabeza, mirándole con firmeza y seriedad pero en el fondo estaba riendo como una niña pequeña. — Así me gusta. — El tono de mi voz se fue relajando y haciendo más débil a medida que Zsadist quedaba cerca de mi. No pude evitar fijarme en sus azules ojos... ¡maldita sea, siempre que los miraba quedaba fuera de control! Cuando me robó un beso terminé de reaccionar. — ¿Sabes? Odio tus ojos. Son demasiado hipnotizantes. No es justo. — Reí con suavidad. Y fue justo en ese momento cuando recibí una nalgada y escuché su risa infantil. Me giré, observando como ponía cara de niño que jamás en su vida había roto ningún plato. — ¡Zsadist Malone! ¿Qué se supone que acabas de hacer? — Dije con autoridad, como si fuera su madre, pero obviamente estaba bromeando, lo último que quería ser era ella.  Antes de que le pudiera alcanzar ya había salido hacia la cocina a por algo de tomar, aunque por supuesto no se iba a salir con la suya... como nunca hacia.

Mientras esperaba a que llegase con el aperitivo comencé a observar la casa... nunca antes me había parado a pensar lo grande que era, si el no se quisiera cruzar con su padre o con su hermano era fácil que no lo hiciera. Comencé a andar sin un rumbo fijo, solo observando. Me paré a mirar las fotografías, en una de ellas Zeta salía cuando solo era un niño de cuatro años y, como no, salía jugando al fútbol. Sonreí tiernamente, cogiéndola y parándome a mirarla por varios segundos, hasta que la voz de Zeta me sacó de mi ensimismamiento. — Si... ponme un chocolate caliente, ¿quieres? — Alcé ligeramente la voz, dejando allí la fotografía y mirando en la caja de adornos que habíamos comprado.

— ¿Mis ojos? Oh que pena, tendré que cubrirlos a partir de ahora. — Comente entre risas, a medida que llegaba a la cocina, lejos de cualquier contra ataque de Brooke por mi pequeña travesura previa. Creo que era la primera vez que lo hacía, fue muy divertido, solo por el hecho de ver su reacción. Sus palabras me robaron una corta carcajada. A pesar de la distancia entre ambos, ella en el comedor y yo en la cocina, mi risa se escucho con claridad. La casa estaba en absoluto silencio salvo por nosotros dos, cualquier cosa podía escucharse sin problemas aunque estemos en diferentes áreas. Tome dos tazas, prepare una de ellas con café y la otra con chocolate caliente. Tarde un poco, tenía que esperar a que la maquina prepare el café y también debía calentar la leche. Aproveche para juntar un poco de galletas en un recipiente de plástico, no quería tener accidentes involuntarios y llenar el piso de cristales rotos. Deje todo listo en una pequeña bandeja de madera, con mucho cuidado la tome entre mis manos y regrese al comedor.

Brooke seguía allí, atenta a los adornos que compramos horas antes. Deje las cosas sobre la mesa, triunfando por no tirar nada ni hacer un desastre. — Listo. El chocolate está servido para la pequeña niña. — Gire sobre mis pies, mirando a la morena con una sonrisa divertida. Di unos cuantos pasos en su dirección, sorprendiendo a Brooke por la espalda. Fue fácil envolver mis brazos alrededor de su cintura, era tan pequeña que podía unir mis manos justo al nivel de su abdomen. Ambos miramos los adornos sin decir nada, simplemente abrazados. Amaba el calor de su pequeño cuerpo junto al mío, para superar el invierno no había nada mejor. — Hable con tu hermano hace unos días, no comprendo porque es tan agresivo, como si tuviera motivos para hacerlo. — Oculte mi rostro en su cuello, mis brazos la apretaron un poco mas contra mi cuerpo. — Dile que se detenga, llega a ser un tanto insoportable… y tonto. —

Sonreí, negando con la cabeza. — ¿Taparlos? Sería una lástima que el mundo perdiese esos preciosos ojos azules, pero... si, tendrás que taparlos. — Reí y le saqué la lengua, jugando con el. Mientras Zeta se encargaba de preparar los aperitivos y el chocolate caliente me dediqué a observar todo el salón de los Malone. Era enorme, incluso más grande que el de mi propia casa, aunque pensándolo bien necesitaba ser grande, debido a todos los Malone que había. Después de terminar de mirar todo decidí sentarme en el sofá e indagar en la gran caja de adornos que habíamos traído con nosotros. Todos ellos eran preciosos, aunque en realidad todo lo que estuviera relacionado con la navidad me parecía precioso... era como una niña pequeña, totalmente. Crucé mis manos mientras le esperaba, a la vez que di un pequeño suspiro. Y justo en ese instante fue cuando vi llegar a Zeta con la bandeja de madera, donde traía el café y el chocolate. Cuando llegó me levanté y le ayudé a dejar la bandeja encima de la mesa. — Ya empezaba a preocuparme. Pensaba que te había tragado la cafetera. — Reí con suavidad, dejándole un beso en la mejilla para luego sonreír. — Mmm... huele delicioso. — Casi cerré los ojos, disfrutando de aquel chocolatoso olor.

Cuando me iba a acercar a coger la taza sentí como sus fuertes brazos me rodeaban, acerqué una de mis manos hacia su brazo y lo acaricié contra mi. Cerre los ojos por unos instantes, disfrutando de aquel perfecto momento entre nosotros. Con Zeta me sentía segura, como si nada malo pudiese ocurrirme cuando estaba junto a el. Abrí los ojos y comencé a escuchar lo que Zeta tenía para decirme. Nada más escucharle cerré mis ojos de nuevo, pero esta vez algo más fuerte. Nunca le había contado nada de mi ex, ni del porque James se comportaba de esa manera con el... parecia que había llegado el momento. Inspiré al sentir su rostro sobre mi cuello, sonriendo débilemente. — Bueno... en realidad... si que tiene motivos para ser tan... protector. — Con suma delicadeza me separé de el, mirándole a los ojos por unos instantes. — Ven. — Tomé su mano y le llevé hacia el sofá. Sabía que esto no iba a ser nada fácil para mi, ni por supuesto para el tampoco y por ello era que necesitaba estar completamente relajada. Di un pequeño sorbo al chocolate y sonreí con amplitud, pero en aquella sonrisa se podía denotar nerviosismo. — Delicioso, mi amor. — De nuevo dejé la taza sobre la mesa y le miré, cogiéndole de las manos. — Lo que te voy a contar ahora... solo lo sabe mi hermano y June, nadie más. Tienes que prometerme que no saldrá de aquí. — Le miré fijamente a los ojos mientras que mi agarre en sus manos se hacia cada vez más fuerte, estaba demasiado nerviosa... siempre me pasaba cuando revivía aquel capítulo tan... desagradable.

Alce una de mis cejas, luego de dejar las cosas sobre la mesa. — Lo bueno se hace esperar. — Gire la cabeza en el segundo correcto para destinar el beso de la morena a mis labios. Nunca deje de sentir cosquillas en mi estomago, desde el primer beso hasta ahora, todo seguía como aquella primera vez en el estadio de futbol. Esa fue la segunda travesura de la tarde, y restaban muchas más por venir. Aun abrazado a ella la escuche hablar. Al comienzo parecía estar todo normal, una típica charla entre nosotros. — No lo culpo, yo también lo sería pero me trata como si… como si fuera a hacerte daño. — Yo celaba a mi hermana, más de la cuenta. La cuidaba de cualquier idiota que quisiera aprovecharse y tenía que aceptar a los chicos “correctos” cada vez que Brenna encontraba uno. Llevo tiempo con Brooke, no logro comprender la hostilidad de su hermano. Ya tiene que aceptarme ¿No?

Brooke me llevo hasta el sofá. Algo no estaba bien, lo sentía. Fui al sofá sin emitir sonido, tomando mi lugar junto a ella. Le sonreí débilmente ¿Por qué? Algo en su rostro había cambiado. No era la misma Brooke de siempre, optimista y alegre a pesar de todo. Ese repentino cambio no hizo más que alarmarme. ¿Acaso hice algo mal? Solo podía cuestionarme eso. Más nervioso quede con lo siguiente que dijo. Mi cabeza era un mundo de pensamientos locos, uno peor que otro. Por reflejo sujete con más fuerza sus manos. — Me estas asustando ¿Debo estarlo? — Dije con un hilo de voz. — Vale, no diré nada… esta de mas que pidas eso. — De ahí en más solo intente calmarme. De por si Brooke ya estaba nerviosa, yo no podía estarlo porque solo complicaba la situación. Suspire de forma pesada, me sentía idiota por no darle contención a mi novia. — Ven aquí. — Jale sus brazos con suavidad. Brooke se dejo caer sobre mi pecho, quedando prácticamente recostada sobre mí. Mis brazos no tardaron en envolverla en un cálido abrazo. Desconocía lo que tenia para decir, eso me inquieta bastante pero no al punto de querer interrogarla, ella hablaría cuando este segura y tranquila, sin presiones. — ¿Sabes que te quiero, no? — Peine algunos mechones tras su oreja, evitando que cayeran y fueran un estorbo por cubrir su rostro.

El hecho de que a Zeta le pareciese extraño que James fuese demasiado sobreprotector conmigo, a mi no me lo parecía en lo absoluto. Mi hermano había tenido que soportar mucho... el tener que callarse ante nuestros padres solo por mi expresa petición, la preocupación por cada chico con el que salía... incluso a veces le había hasta dificultado vivir su propia vida, vivía con miedo de que me volviese a suceder lo mismo. Estaba tan ensimismada pensando en aquello que ni me había dado tiempo a alcanzar a escuchar lo que Zeta me estaba diciendo. Mi mirada estaba fija en un punto, sin siquiera parpadear por un segundo. Aquel suceso me había destrozado, me había dejado un trauma que nunca en toda mi vida iba a desaparecer. Cuando salí de mis pensamientos llevé a Zsadist hacia el sofá, conmigo, ya era hora de que lo supiese. Confiaba en el, sabía que me iba a poyar y que no saldría nada de sus labios.

Una vez allí pude observar la preocupación y el miedo de Zeta en sus ojos, lo que me hizo sonreír ligeramente, había pasado tiempo desde que alguien se había interesado tanto por mi. Noté como me agarró más fuerte de las manos y yo solo pude cerrar por un momento los ojos. Lo que le iba a decir era fuerte, lo suficiente como para que le impactase, y por ello necesitaba recoger toda la fuerza que pudiese. Le sonreí tiernamente. — No... solo... solo... — No pude terminar la frase... ¡Dios! Estaba demasiado nerviosa, intentaba ocultarlo pero me resultaba completamente inútil. Y justo cuando estaba decidida a hablar me cogió y me recostó sobre el, con la sola intención de protegerme. Instantáneamente una sonrisa se dibujó sobre mi rostro, incluso cuando estaba tan nerviosa que nadie podría calmarme el lo había hecho, lo había logrado. Acaricié con suavidad su mano, intentando relajarme, aunque fuera solo un poco. Al escucharle casi pude sentir una lágrima brotar de mis ojos, pero me dije a mi misma que tenía que ser fuerte. — Lo sé... — Dije con un hilo de voz. Aunque quisiera seguir así por mucho tiempo mas ya era hora de decirle toda la verdad, así que con suavidad me separé de el, le miré y le sonreí, indicándole que todo estaba bien. Tenía que decirlo rápido o sino iba a ser incapaz de poder hablar y decírselo. — Bueno... cuando, cuando tenía 16 años tuve un novio, parecía que era el amor de mi vida, ambos vivíamos experiencias increíbles, ambos... éramos... felices. — Sonreí con debilidad, recordando. — Pero entonces el comenzó a juntarse con gente que no debía, gente que lo único que le hacia era mal. Y entonces el empezó a ofrecerme cosas que sabía que a mi no me gustaban, incluso a el tampoco... pero se dejó llevar. — Tomé aire, me estaba costando más de lo que me había imaginado. — El caso es que yo le dejé, no podía seguir con el, me hacía daño. Y el, el... no lo pudo soportar. Así que... bueno, él me llamó para arreglarlo pero al ver que lo nuestro estaba totalmente acabado, me... — Mi voz comenzaba a quebrarse y podía sentir como varias lágrimas brotaban de mis ojos. — me intentó violar. — Acabé el contacto directo con Zeta y bajé mi mirada, avergonzada, estaba temblando.

Me encanta estar así con ella, ambos abrazados, ella acariciando mi piel y yo perdiéndome más y más en el inmenso cariño que le tengo. — ¿Y sabes cuánto te quiero? — Enlace los dedos con los de ella, ajustando mas mis brazos alrededor de su pequeño cuerpo. Nada mas cálido que estar con ella abrazado sin tener la necesidad de alejarnos. Hundí el rostro en su cuello unas fracciones de segundo, besando tímidamente su piel en busca de provocarle cosquillas, la tensión del momento estaba inquietándome y no era una sensación agradable. Brooke cortó el momento, retomando la postura inicial. A pesar de esa sonrisa no logre calmarme. ¿Debo asustarme? ¿Alarmarme? ¿Calmarme? No sabía que más hacer o que mas pensar de todo esto.. ¿Por qué no podía? Simplemente porque en su mirada había angustia, lo note y ninguna sonrisa puede ocultar lo que refleja la mirada. La escuche atentamente, desde el comienzo de la historia ya estaba molesto y celoso. No me interesaba saber de su ex novio ¿Y si ahora lo vio de nuevo y quiere con él? ¿Si me engaño? Mis pensamientos no ayudaron en absoluto. Se podía notar que estaba incomodo con el tema, tuve que luchar para no decir nada hasta que hubo cierta confesión que jamás hubiera imaginado. Y se hizo la luz, ahora comprendo a James y su constante protección con su hermana. Lo comprendo, no lo culpo… incluso siento que debo hablar con el de nuevo.

Tarde en reaccionar, no sabía cómo actuar. Me mato verla así, con lágrimas en sus ojos que caen poco a poco por su mejilla, avergonzada quizás por la confesión y su cuerpo completamente temblando por el mal recuerdo. — Brooke… — Mis brazos la envolvieron de nuevo pero esta vez no iba a alejarse de mí. Su rostro quedo contra mi pecho, su cuerpo de nuevo inclinado hacia mí. Estaba preocupado, quería que olvidara todo aquello aunque muy en el fondo reconozco que es algo imposible. — No te pongas mal, estoy aquí. No dejare que nada malo te pase ¿Me escuchas? — Tome su rostro obligando a Brooke que me viera directamente a los ojos. Limpie las incontables lágrimas que no dejaban de salir de sus ojos rojos. Sentí una puntada en el pecho al verla así por primera vez. — Escúchame… yo jamás te haría daño ¿Lo sabes? Nunca, te quiero demasiado… eres lo más importante que tengo, eres parte de mí y me duele verte así… saber que no puedo hacer nada con ese horrible recuerdo. — Intente sonreír, haciendo mi mejor esfuerzo. Deje un corto beso en sus labios, sin poder evitarlo. Finalmente la acurruco contra mi cuerpo, esperando que su miedo pasara, que este mejor. — Eres lo mejor que me ha pasado, Brooke Anderson. — Susurre muy cerca de su oído.

A pesar de todo el miedo que tenía en aquellos instantes, me sentía bien, protegida de absolutamente todo, Zeta sabía bien como tranquilizarme ante todo, no importaba el que. Sabía que al contarle lo que le iba a contar, me iba a apoyar y, quizás, nuestro vínculo se haría mucho más fuerte de lo que ya era, si es que eso era posible. Al escuchar sus palabras una tierna sonrisa se dibujó sobre mis labios y asentí, cerrando los ojos por un momento, disfrutando de aquella tranquilidad y seguridad. — Lo sé... — Susurré muy suavemente, eran esas pequeñas cosas las que hacían que me enamorara cada día más y más de el. Pero necesitaba afrontar la realidad así que me reincorporé y agarré sus manos, iba a necesitar fuerza para decírselo y sabía que aquello me lo proporcionaría. Podía notar su nerviosismo, su incertidumbre por no saber lo que le iba a decir, e incluso noté como aquella sonrisa que le había dedicado no había causado el efecto que quería, tranquilizarle. A medida que me iba acercando hacia la parte más dolorosa apretaba sus manos. Pocas veces recordaba aquel terrible suceso y, siempre que lo hacia sucedía esto... me derrumbaba.

Al terminar mi cuerpo estaba temblando, ni siquiera podía mirar a Zeta a los ojos por la vergüenza que estaba sintiendo, sabía que no la debía de tener, pero algo me impedía no hacerlo. Tardó unos pocos segundos en reaccionar, como era normal, pero en cuanto lo hizo sus brazos me arroparon con fuerza, intentando protegerme de todo. En cuanto me abrazó mi lloro se hizo mucho más fuerte y le abracé. — Me intentó violar, me intentó violar... — Repetía una y otra vez, a pesar de que ya habían pasado varios años de aquello aún lo podía sentir como si se tratase de ayer. Y entonces Zeta me cogió de la barbilla, obligándome a  mirarle directamente a sus ojos. Estaban llenos de preocupación, y no podía sentirme más culpable por ello. Escuché con atención cada una de sus palabras y asentí con delicadeza, me quería, me quería de verdad. Quería responderle, decirle que ya estando conmigo hacia que ese horrible recuerdo desapareciese, pero simplemente no tenía fuerzas para ello, así que simplemente me recosté sobre su pecho y cerré los ojos, dejando que las lágrimas desapareciesen. Sonreí ante sus palabras y respiré profundamente, Zeta era la persona más increíble que había conocido, era...perfecto. Y justo en el momento en el que me iba a reincorporar escuché un ruido arriba de la casa. Con rapidez me reincorporé, mirando a Zeta. — ¿Qué fue eso? — Dije con preocupación, la casa estaba sola, era imposible que hubiera alguien arriba, a no ser... — Oh dios mío, han entrado a robar. — Con rapidez me sequé las lágrimas y me levanté. — Espérame aquí.— Me dirigí rápidamente hacia la cocina y cogi lo primero que vi, una sartén. Con la sartén alzada y con sumo cuidado subí las escaleras, atenta a cualquier cosa. Y entonces observé como un perro, un cachorro más bien bajaba por mi lado. Inmediatamente fruncí el ceño, ¿qué hacía un perro en la casa Malone? — ¡Zeta! ¿Te has comprado un perro? — Una sonrisa se dibujó en mis labios y bajé las escaleras con rapidez, como una niña pequeña.

No lo salir del asombro. Estaba sorprendido, bastante molesto y note que una impotencia se apodera de mi tan rápido que me dio algo de inseguridad. Solo quería que su llanto pare aunque en ese momento parecía algo inevitable. La deje llorar, descargarse de alguna manera no sin dejar de abrazarla contra mí, frotando mis manos contra sus brazos. Ella era muy importante para mí, me destruye por completo verla de esa forma… ella que era puras risas y felicidad, ahora mostraba otro lado muy diferente. No podía soportarlo. La abrazo mucho mas, acariciando sus cabellos como unos suaves y tímidos mimos. — Vamos amor, no llores mas… por favor. Me estas matando. — Susurre contra su oído. Mis labios dejaron tiernos besos en su mejilla algo húmeda por las lágrimas. Limpie sus mejillas usando el dorso de la mano, aprovechando para dejar más caricias contra su piel. A pesar del momento tenso y triste, nos hizo mucho mas unidos. Ella confiaba en mi para contarme algo tan perturbador, eso me agrado mucho, saber que las cosas iban mejorando día a día y que definitivamente ella era la chica para mi desde el primer momento.

Hubo un silencio necesario entre ambos, era el momento para que las cosas lograran calmarse. Me quede sumido en mis pensamientos, obviamente relacionadas con la reciente confesión. Estaba tan concentrado pensando en ello que ignore el pequeño ruido que hubo de fondo. Me di cuenta cuando Brooke comenzó a hablar de ello, aunque en un comienzo solo la mire un poco desconcertado ya que no logre escuchar nada por estar tan distraído conmigo mismo. La mire muy extrañado, pensando que ese ruido fue de afuera y no era nada grave. — No Brooke, no fue nada. Deja de decir tonterías. — Le dije sin tener respuesta de su parte. Me quede sentado en el sofá, mirando sobre el respaldo como ella iba a investigar al supuesto ladrón. Sé que es casi imposible que alguien logre entrar a la casa, solo eran fantasías de mi novia. — Brooke por favor no hay nada, como crees que puede entrar un ladrón. — Deje el sofá de un salto yendo atrás de mi novia. Me dio un poco de risa su arma, parecía una loca de película. La deje jugar a la policía un rato, hasta que me di cuenta de todo lo que estaba pasando. Olvide que el cachorro estaba solo en su pequeña cajita ¡Como pude olvidarlo! Seguramente logro escapar y anda llorando por toda la casa en busca de alguien. Quise ir a revisar todo, que la sorpresa no quede arruinada pero no pude. Todo el plan del regalo sorpresa estaba casi arruinado. Balbucee un par de cosas sin saber que decir para encubrir todo. Nada inteligente llego a mi mente y solo tuve una terrible opción: decir la verdad.

Levanto al pequeño cachorro del suelo, dejando que descansara sobre mi pecho. Su colita se movía de un lado a otro, feliz de verme. — Se supone que esto no debió pasar… — Me acerco a ella, acariciando al cachorro justo debajo de su oreja. — Iba a ser sorpresa pero bueno, se adelanto así que… feliz navidad, Brooke. — Deje algunos besos en el cuello del animal, era un mimado, mi pequeño travieso consentido, gordo y dormilón. — Te dije que ibas a tener una mamá muy hermosa… —

El sentir los brazos protectores de Zeta abrazandome con tal fuerza, me hacia sentir bien. Junto a el sentía que nada malo me iba a volver a ocurrir, y que si lo hacía el iba a estar ahí para apoyarme y ayudar a pasar lo que sea juntos. Empezaba a pensar que Zeta era demasiado bueno para ser verdad, demasiado bueno para que estuviera conmigo. Poco a poco el llanto se fue tranquilizando, procuraba no volver a pensar en aquel terrible suceso porque si lo hacia las lágrimas no tardarían mucho en volver a brotar. Aún abrazada a Zeta cerré los ojos con fuerza y me obligué a dibujar una sonrisa sobre mis labios. Ahora sabía que podía confiar en el para absolutamente todo, y eso solo conseguía hacerme más fuerte. El amor era fuerza, ahora lo tenía claro. Escuché sus palabras y asentí con suavidad, separándome de el para mirarle a los ojos y dejar que me acariciase el rostro con aquella suavidad que tanto le caracterizaba. Agarré su mano y le miré directamente a sus orbes azules. Decían que los ojos eran el espejo del alma, y no podía estar más acuerdo con ello. Los de Zeta se mostraban tristes, compasivos y, por sobre todo, destrozados por verme de aquella manera. No estaba acostumbrado a verme tan débil, de hecho, ni yo lo estaba. Mis manos estaban frías, lo que hacia contraste con las de Zeta, que estaban bastante calientes. — Gracias. — Dije sinceramente, haciendo contacto directo con sus ojos. — Gracias por... por todo. Creo que eres la persona más importante de mi vida, creo que... — Miré hacia nuestras manos por un segundo, pero acto seguido volví a mirarle. — Creo que tu me has hecho recobrar la ilusión, y por eso, gracias. — Sonreí de nuevo. Estaba siendo completamente honesta con el, debido a lo que le acababa de contar y a como había reaccionado sabía que era la persona correcta.

El ruido proveniente de las habitaciones de arriba logró sacarme de aquel ensimismamiento, no tenía ni idea de que había sido ese ruido pero estaba dispuesta a averiguarlo. Zeta intentó detenerme, asegurándome que era imposible que alguien hubiera entrado en la casa, pero yo no le creía, muchísimos ladrones habían entrado en casas con alta seguridad, al fin y al cabo eran expertos, ningún sistema podría detenerles. Con la sartén en mano comencé a caminar con cautela, un sartenazo en la cabeza y sería suficiente para dejarlo alelado. Quizá me estaba arriesgando, pero quizá no, lo que no estaba dispuesta era a permitir que nadie robase en la casa de mi novio. Pero mi plan se desmoronó en cuanto vi a un cachorro de cuatro patas bajar por las escaleras con mucha energía. Acto seguido bajé yo, con la misma energía que el cachorro tenía. En mi rostro se podía ver ilusión y felicidad, nada parecido a lo que había estado sintiendo hace unos minutos atrás. —¿¡Cómo no me habías dicho que te habías comprado un perro!? ¡A que esperabas para decírmelo! — Dije mientras que miraba como Zeta cogía al pequeño. ¡Era adorable! Pero entonces hubo un pequeño silencio y Zeta me confesó que en realidad el perro era para mi. Me sorprendí, era el mejor regalo que nadie podía hacerme. Una enorme sonrisa se dibujó de forma instantánea sobre mis labios y casi se podía decir que una lágrima iba a asomar tarde o temprano. — No... no puede ser. ¿Es...es para mi? — Aún no lograba salir de mi asombro, era increíble todo lo que Zeta hacia por mi. Ver la escena entre Zeta y el cachorro me enterneció, eran tan bonitos juntos... — No... no sé que decir. — En realidad no lo sabía, la sorpresa me había pillado totalmente desprevenida, y bueno, a el también. Me acerque hacia ellos dos y acaricie la tripita del animal, era hermoso. Miré a Zeta por unos segundos y sonreí. — Te amo. — Dije moviendo los labios, pero sin articular palabra.