Una caja de arena || Privado

Después de pasar por el centro de adopción había cambiado mi vida para dejar que entrase en ella un pequeño ser adorable. Mientras que miraba la gran cantidad de perros que desgraciadamente no tenían un hogar, Mathías no paraba de señalar al lugar de los gatos. Me gustaban los gatos, me parecían graciosos y adorables, pero jamás había tenido uno y sabía que era algo complicado comparado con el poco cuidado que requerían los perros. Aun asi llevamos al rubio a que los viese y allí estaba él. Su primer rasgo que más resaltaba es que no tenía el hocico como el resto de los gatos sí. Estaba correteando de un lado a otro sin prestar atención a los demás, se le veía feliz así. La chica encargada nos contó que tenía un fallo en los cromosomas, convirtiéndolo en un gato con cualidades especiales y ,para facilitarnos el entenderlo, nos hizo una comparación con lo que sería en los humanos. Resultaba que aquella preciosidad tenía Síndrome de Down. Miré a André y creo que le transmití con la mirada lo que quería decirle. Mathías empezó a jugar con él cuando la chica lo sacó y no tuvimos que hablar mucho más. Un gato con esa cualidad diferente se quedaría para siempre ahí y se veía que era alguien lleno de amor, aparte de que era el gato más bonito que había visto en mi vida.

Una media hora después estábamos en el coche con el pequeño entre mis brazos. Habíamos hecho oficial la adopción con todo el papeleo necesario. Ahora estaba mordiendo mis dedos sin apenas fuerza mientras le acariciaba con la otra mano. -Está perfecto.-respondí con una sonrisa. Era precioso y esa naricita…no podía esperar a presentarlo a los perritos. El CD de Katy Perry seguía sonando, ahora por Roar. Lo mas gracioso era oir a Mathías tarareándola. Íbamos a casa de Zeta porque él tenía una caja de arena para el pequeño gato. Cuando llegamos me agaché para que el rubito lo tocase mientras André montaba el carro de Ella. -Creo que está todo, sí.-respondí agarrando a Mathías de la mano y caminando unos pasos por delante de mí. Conocía el camino a la perfección.

Hoy no era un día más. Hoy dos de Octubre, Darren Archibald festeja otro año más de vida junto a su pequeña familia. Andre, Mathias y Ella habían dejado una enorme y adorable sorpresa para mi mejor amigo. Todo estaba listo desde hace algunas horas atrás, cuando Andre termino de armar todo en mi casa. Ahora Darren está en camino sin saber lo que le espera. No recuerdo muy bien la excusa de la visita a mi casa y por eso tuve que releer la charla con Andre para no terminar arruinando todo por ser un olvidadizo. Por mi parte prepare un regalo para mi mejor amigo. Fue complicado de elegir, no soy muy bueno para comprar obsequios. Hable con la mayoría de los muchachos preguntando sobre que comprar. También charle con Brooke y ella me acompaño hasta el centro comercial para comprar todo. No sé qué haría sin ella, la amaba demasiado.

Aguarde a la llegada de la pequeña familia. Estaba ansioso por ver la expresión de Darren y de ver como sus pequeños hijos, Mathias y Ella, lo agasajaban como se lo merecía. De todas las personas que conocí en UCLA, sin duda alguna Darren es de los amigos más fieles e incondicionales ¿Cómo no ser parte de esta sorpresa? — No hagas de las tuyas Milo, por favor… hoy no. — Regañe al cachorro antes de la llegada de las visitas. Sé que Milo adora la llagada de los niños, los tres juegan por horas hasta quedar dormidos por el suelo o por el sofá. Espero que esta vez suceda lo mismo, no es fácil seguir el ritmo de dos niños jugando con un pequeño perrito más tremendo que ellos. Repase los últimos detalles de la sorpresa. No quiero que nada quede fuera de lugar. Debe ser perfecto. Al poco tiempo escuche como un coche aparcaba en mi casa. Supuse que se trataba de la familia Archibald-O’sean. Milo también escucho del rugir del motor y de un salto dejo de estar recostado en el sofá para corretear directamente a la entrada. Milo siempre es el primero en recibir a las visitas y claro que esta vez no fue la excepción.

Poco tiempo fue lo que tuvo para planificar esta pequeña sorpresa, lo único que buscaba con ella es que su chico pasara un buen rato, a pesar, de que le había engañado con aquel pequeño pero típico dicho de: Solo vamos a pasarla nosotros, en familia. Refiriéndose con familia a ellos mismos y no extendiéndose a sus amigos, en esta ocasión, quien había sido el compinche o cómplice de esta pequeña reunión sorpresa para el castaño era nada más y menos que el mejor amigo del agasajado, André conocía desde hace un considerable tiempo que ambos eran mucho más que amigos, prácticamente rompían aquella regla de tener la misma sangre para ser hermanos, porque se veían como tal y además el rubio mismo se llevaba bien con Malone. Por lo tanto, era el perfecto padrino para todo. -Listo- Soltó en un tono divertido y empujó un poco al castaño para entrar después de él a la mansión, cerrando la puerta consigo. El pequeño caballerito ni medio dio un paso dentro del salón de la casa, se soltó de la mano de su papá (André) y salió corriendo hacia el chico que los esperaba adentro, su padrino. Correteando contento por tenerlo cerca, a Mathías le agradaban muchos los amigos de la pareja, a tal punto que los llegaba a considerar como sus tíos o como él mismo lo había dicho en aquel sueño un poco bizarro durante el viaje a Argentina: "titos" -Mini sorpresa, feliz cumpleaños amor- El rubio se había quedado atrás de su prometido, susurrándole aquellas palabras en un tono dulce y pasando a abrazarlo por la cintura de espaldas y dejar un beso en su mejilla, soltándolo después para que vaya a saludar a Zsadist, O'Sean sacó su celular.

Por si no teníamos suficiente con los perros, ahora se nos unía un gato. Claramente necesitaba otro tipo de cuidados diferentes a los de un perro, al igual que había que procurar que se llevasen todos bien por eso prejuicios de que ambos animales siempre se odiaban. Yo no estaba muy seguro de ello, porque si se juntaban de pequeños olvidaban lo que eran y se criaban como iguales, como si fuesen hermanos. Me sorprendía que Zeta tuviese una caja para el minino , pero si André lo decía pues tocaba confiar en él. Además, hacía varios días que no veía a mi amigo y me apetecía que hablásemos un poco de nuestras cosas. Lo que más gracia me hacía era la emoción de Mathías al enterarse de nuestro destino. Ella aún no comprendía tanto, aunque cuando veía a su hermano en ese estado ella también se ponía nerviosa aunque ni supiese el porqué. ¿Qué se pasaría por sus pequeñas cabecitas? Pagaría todo el dinero del mundo para poder descubrir lo que mis bebés pensaban.

-Mathías está muy ansioso parece.-resalté mientras me bajaba del vehículo con el pequeño animal entre mis brazos. Había cogido confianza rápidamente y no hacía ni el intento de querer separarse. Seguí a todos hasta entrar en la casa donde me encontré primero con Milo corriendo hacia nosotros; bueno, hacia los niños. -Pequeñajo.-me agaché para acariciarle la cabecita. Me sorprendí bastante por lo que vi, ya que no esperaba que me preparasen esto para mí. De hecho lo entendía perfectamente porque con las vacaciones muchos estaban en casa de su familia y estos dos chicos sacaron tiempo para mí. -Gracias.-respondí agradecido. Besé la mejilla de André y me fui a darle un abrazo a Zeta, sin quitar al gato que no quería moverse. -Muchas gracias a ti también, tio.-agradecí golpeándole la espalda.