Estado Muerto || Elizabeth

Pocos conocían la parte de mí que no era la imagen que quería dar al mundo, esa faceta de chico sin problemas que la vida le valía un carajo y que lo tenía todo en la vida, siempre con un ego inquebrantable que le importaba una mierda el resto del mundo, pero lo cierto es que aunque no lo dijera o lo hiciera notar ciertos aspectos llegaban a tocar mi escondido corazón logrando entrar en un estado que yo llamaba “Estado muerto” que se trataba que me perdía completamente del mundo, no contactaba con nadie, me la pasaba bebiendo la mayoría del tiempo sin importar que cantidad de alcohol tenía en la sangre o cuánto dinero gastaba en aquello, de todas formas o era como si tuviera que economizar algún gasto o algo por el estilo. Esto sumado al hecho de que estábamos en vacaciones me había servido para perderme completamente del mapa, en especial el de mis hermanos o mis compañeros de fraternidad aunque para los últimos esto era algo normal pues no solía informarles nunca mis planes mucho menos tomarlos en cuenta pues simplemente no tenía que darle explicaciones a nadie, siquiera a mi padre quien se creía dueño de mi vida y pensaba que podía controlarme a su antojo, lo que provocaba que efectivamente siempre hiciera lo contrario a lo que me decía.

Aquella tarde, bueno creía que era tarde pues el sol ya había bajado lo suficiente, me encontraba en mi yate recostado en una de las sillas de tomar el sol utilizando solo mi bañador bebiendo la que sería mi octava o decima cerveza sin aun sentir que el alcohol causara algún cambio en mí, esto pasaba cuando te acostumbrabas a beber en una gran cantidad a diario, siempre necesitabas más alcohol para que tu cuerpo reaccionara por lo que estimaba que necesitaría al menos ocho cervezas mas pero no me importaba no era como si tuviera algún plan, siquiera sabía dónde se encontraba mi celular en ese momento, ni me importaba solo quería relajarme sintiendo la brisa salaba que me otorgaba el mar y bueno embriagarme lo suficiente para dormir un poco más de doce horas para no tener que despertar con un enorme dolor de cabeza, aunque la verdad no solía sufrir de resacas, el secreto estaba en nunca dejar de beber, de esta manera no dejabas que el cuerpo te resintiera lo mismo.

Estaba en uno de esos días donde lo único que quieres es desaparecer del radar un poco, hacerte a un lado y dejar que el mundo pare. Dejar de posar y hacer de friki un rato. No es que tuviera mucha opción. Había encontrado algo parecido a unas amigas en el lugar, nada serio (no confiaba en nadie más que en Dorian luego de lo ocurrido con mis "amigos" anteriores), pero al final del día no era como si pudiera hablar largo y tendido con ellas. Su mayor tema de conversación eran los últimos zapatos salidos de la Gran Manzana y si había en su color favorito o si debían mandarlos hacer. No es que no me encantaran los zapatos, es que a veces, en días como ese, simplemente quería ser yo misma.

No estaba muy segura si se debía, en su mayor parte, a ese chico con el que me había topado nuevamente, ese chico tan extraño como yo para haber coincidido más de una vez en San Diego. Había empezado a replantearme mis idas a NerdHQ con tal de no verlo nuevamente. No es que no me agradara su precedencia... quizá si me disgustaba un poco, el punto es que nadie podía saber lo que ocurría ahí. San Diego era mi Las Vegas.

Quizá fue eso lo que me hizo salir mayoritariamente de mi zona de confort, el hecho de verlo de nuevo y sentir esa necesidad de sacar a la Ella real, a la que se pasa mucho tiempo diario jugando Dead frontier o leyendo Harry Potter. Ese chico era...

Agité la cabeza y me concentré en el camino, no podía perder la calle de vista o terminaría atropellando a alguien. Había dejado a mis nuevas amigas en la casa de la playa del padre de alguna de ellas ya que esa noche tendríamos fiesta. Me había planteado invitar al chico pero... no, lo mejor era dejar a Ty de lado. ¿Ty? ¿En serio comenzaría a llamarlo por su diminutivo? Tyler, sí, a ese chico. Respiré hondo y preferí concentrarme en High way to hell. Mejor eso que pensar en todo lo demás. No. Mejor pensar en lo que se encontraba al final de mi camino, la razón por la que había dejado todo y había conducido todo ese tiempo. Dorian.

El menor de mis hermanos varones se había comportado un poco raro desde mi llegada, habíamos prometido charlar un poco pero hasta el momento nos había sido imposible. No es que no quisiéramos, sólo que la escuela no nos dejaba mucho margen para nada. La literatura puede ser absorbente. Y al final del día, quería verlo.

Había ido a la mansión de los Toros para preguntar por él, pero nada, no hubo quien supiera su paradero, ni siquiera el mayor de nuestros hermanos y casi patriarca. Eso sólo podía significar una cosa. Si Dorian tenía algún placer en la vida además de las mujeres, ese era su barco y la soledad que podía darle el lugar. Él lo llamaba privacidad, pero cada quien le llama como se le viene en gana. Al final de cuentas terminé en el muelle, donde me apeé y caminé hacia el hermoso bote indicado. Debía admitir que mi hermano tenía buen gusto para eso, por lo menos, ya que para las chicas no. Subí como si fuera mío por completo y fui en busca de mi hermano, quitándome los lentes de sol y agradeciendo llevar pantaloncillos cortos y traje de baño bajo la blusa para tomar el sol. Encontré a mi hermano, notoriamente cabizbajo, tomando el sol en una silla. Llegué como si tal cosa, me senté en la silla restante, tomé su cerveza, le dí un trago y cerré los ojos para relajarme, como si nada pasara en el mundo. A cambio, sólo le solté una pregunta que sabía que lo diría todo.

- ¿Qué pasa, Dorian?

Me gustaba esa hora del día, el sol no estaba nada fuerte como para hacer que tu piel resintiera estar expuesta a los rayos ultravioleta pero al mismo tiempo lograbas sentir esa calor típico de california aunque no era mucho puesto aun no salíamos el invierno en su totalidad, la cerveza en mi mano se columpiaba un poco mientras mis piernas se estiraban sobre la mesa para estar más cómodo, no llevaba muchas cervezas cuando unos pasos me hicieron darme cuenta que no me encontraba solo en aquel momento, solo por un segundo mi palpitar se detuvo puesto pensé que se trataba de cierta chica aunque en realidad era imposible puesto se encontraba a millones de kilómetros de distancia ahora. Entonces los pasos se acercaron cada vez más hasta que una mano saco mi cerveza y ante mi unos segundos después estaba cierta rubia bebiendo ahora del líquido amarillo, levante una ceja negando con la cabeza mientras bajaba mis piernas sentándome un poco mejor ante mi pequeña hermana – Pasa que me dejaste sin mi cerveza –Dije en tono de broma mirándola atravesó de mis gafas oscuras, si había persona que podía saber dónde estaba o encontrarme en el mundo sin duda era la pequeña gemela que tenía frente a mí.

Tome el impulso de levantarme sintiendo que no lo hacía desde bastantes horas atrás, por lo que mis piernas lo resintieron un poco mientras caminaba a la pequeña hielera roja que abrí sin problema tomando otra cerveza – No estoy en mi mejor momento hermana, deseas algo? –Dije abriendo la botella para darle un largo trago sintiendo mi garganta reflejarse totalmente mientras regresaba a la cómoda silla nuevamente esperando a que la pequeña me dijera la causa de su visita, en realidad nunca me molestaba su presencia solo cuando solíamos discutir como todos los hermanos solíamos hacer, pero en aquel momento deseaba estar solo y borracho.

Ver a Dorian así no era una de las cosas que me causaran placer en la vida. Había días en que me gustaba molestarlo hasta que me corría de su habitación, días en que me convertía en un verdadero fastidio gastándole bromas o diciéndole cosas que sabía que le dolían lo suficiente como para que se molestara, pero no tanto para que me odiara. Y había ocasiones como esas en las que, simplemente mirarlo, me ponía triste. Claro que haría como si nada de eso pasara, como si yo estuviera completamente bien y nadie en el mundo me perturbara. A veces una tiene que pretender ser fuerte para que el resto pueda dejarse caer. Respiré profundo, intentando ignorar el comentario de mi hermano que sin duda pretendía desviar el tema. Entreabrí los ojos y lo miré. No me andaría por las ramas.

- No estás en la mansión. Llamé a mamá para enterarme de que no estabas en casa. Chris y Steph están preocupados porque no te han visto en todo el día- eso último era exagerar un poco las cosas. Los chicos habían expresado su extrañeza de no encontrar a Dorian por ningún lado pero tampoco era que tuvieran el alma en un hilo por saber su paradero- Desde que llegué has estado raro, callado, y tú no eres así. No me vengas que son los exámenes que hace mucho que pasaron. Así que, en pocas palabras, lo que deseo es saber realmente ¿qué demonios te pasa?

Por alguna razón sospechaba que ya conocía la respuesta, que eso se trataba de mujeres. Pero si conocía bien a mi hermano, y estaba segura de hacerlo, sin lugar a dudas ésta no era una mujer cualquiera. Pocas veces había visto a algún Lawson realmente interesado en nadie que no llevara el apellido, pero podía pasar. Yo misma tenía el caso con... Desvié mi loco cerebro de vuelta a lo importante: Dorian. Me dolía ver así a mi hermano, de malas y sin ganas de nada en absoluto.

Lo miré como quizá no lo había visto nunca y me pregunté qué más tendríamos en común. Era costumbre entre nuestros hermanos parecer cosas que no éramos casi siempre, máscaras ajenas que quedaban bien con el apellido. Quizá Dorian pasaba por lo mismo, quizá estaba enamorado de una chica pobre, un intento de cazafortunas que había jugado con él. Por un segundo me pareció un extraño, un chico que no conocía como creía hacerlo, alguien completamente diferente al niño que me arrojaba a la piscina cuando yo aún no sabía nadar, o el joven que me acompañaba a los bailes escolares para asegurarse de que nadie me invitaba. Y ni hablar del hombre en que se había convertido.

Le di otro trago a la cerveza y esperé. Sólo quería darle oportunidad a que hablara sin presionarlo mucho. Sabía que era como una hoya de vapor, que sólo necesitaba un pequeño impulso para estallar y revelar todo lo que tenía en su interior... en un sentido metafórico de la palabra, claro, nunca querría que mi hermano estallara.

Escuche a mi hermana empezar a hablar mientras con una de mis manos rascaba mi barbilla exactamente en la zona donde mi barba crecía más de lo común, solía dejarme un poco en mi rostro pero en este momento había crecido más de lo que jamás lo había permitido, reí un poco ante sus argumento sobre el porqué se encontraba en el yate buscándome, hice sobar un poco mi lengua antes de subir mi mirada en busca de la suya – Vamos hermana, sabes que detesto estar en la mansión, detesto pasar tiempo con nuestro padre tratando de hacer como si no pasara nada en la familia –Solté algo asqueado de aun pensar como mi padre aún se creía el rey del mundo inclusive mientras se encontraba aun encerrado en su propia casa resguardado por todo un equipo de policías especializados para que el no pudiera poner un pie afuera –Detesto como trata a mama, como si no fuera nada –No solía hablar de estas cosas inclusive con mis hermanos pero parecía que el momento era el indicado para que mi lengua se soltara un poco de más intentando siempre dejar de lado el tema principal que me tenía en aquella situación.

Solte una risa que hasta a mi me sorprendio cuando le escuche hablar de mis hermanos mayores, a quien deseaba la pequeña Elizabeth engañar con aquellas palabras –Vamos princesa, me he perdido por semanas sin darles señales de vida y aun asi no se han preocupado ni un poco, deben estar relajados de no tenerme cerca para que puedan ser los esclavos de papa si que alguien les recuerde lo patético que eso es –Comente riendo, parecía que el licor finalmente lograba hacer algo en mi organismo, por lo que todo aquello me parecía un enorme chiste – Somos Lawson –Solte con algo de honor sarcástico en mi voz antes de darle otro largo trago a la cerveza- Honor, clase y dinero, nada nos puede afectar –Susurre esto al final recordando la razon por la que habia empezado a beber, cierta rubia que ahora habia desaparecido de mi vida luego de tenerla a mi lado desde los 15 años. – Que hay de ti hermanita? Que tal tu vida perfecta?

Con esa actitud, Dorian quería hacerse el fuerte. No era nada que no hubiera visto antes. Seguro mi hermano odiaba el grado de conocimiento que teníamos el uno del otro, lo único que yo tenía a mi favor era que mi hermano estaba demasiado deprimido como para notar lo que podría o no afligirme. De hecho, ni siquiera estaba debidamente "deprimida", sólo algo contrariada por un par de personas, ambos rubios, que me tenían un tanto mal. Corrijo, tres rubios, contando a Dorian. El hecho de que él no se encontrara bien también me afectaba a mí personalmente.

Dorian Lawson podría seguir todo el día en esa actitud de "bebo porque es divertido", pero yo lo conocía bien. ¿Cuándo había bebido tanto sin pensar antes en que algún reportero podía verlo y tomarle una fotografía indecente que luego saldría en la primera plana de sociales? Ese no era el Dorian Lawson que yo conocía, y si bien comenzaba, poco a poco, a convencerme en apariencia de que no estaba tan mal, ese sexto sentido femenino me decía la verdad. Mi hermano tenía algo grave y yo no descansaría hasta saber por qué. A veces hablar ayuda a desahogarse y yo quería ser un desahogo para Dorian.

- Todos detestamos a papá- comenté como si nada importara, encogiéndome de hombros, como si no me afectara demasiado el hecho de que el señor Lawson nos hubiera defraudado a todos- pero no por eso has dejado de visitar a mamá- terminé el contraataque. Le sacaría la verdad tarde o temprano. Sus argumentos no eran válidos para nada. Todo Lawson odiaba la forma en que el patriarca trataba a mamá pero ninguno dejábamos de visitarla. Atrasábamos todo lo posible nuestras visitas, pero no por eso dejábamos de asistir.

Citó el que, sin ser oficialmente, podría conocerse como el lema de los Lawson. Hice rodar los ojos con desesperación y fastidio. Que molesto era tener que escucharlo de Dorian, pero eso y el hecho de que desviara el tema me hicieron estar segura de las cosas.

- Perfecta- le mentí. Mi vida no era perfecta ni de cerca, pero yo siempre diría que si. Sonreí con suficiencia y lo por sobre el borde de la botella- Sabes que no dejaré de molestarte si no me dices la verdad y cuando me hartes me pondré tirana y comenzaré a tirar tus preciadas cervezas por la borda- esa última amenaza la cumpliría de una forma u otra, no soportaba ver mi hermano de esa manera.