Lean on me || June Chambers

Acerqué mi rostro una vez más hasta el espejo del baño, detalladamente remarqué el delineador justo debajo de mis ojos, acentuando el color de estos y sonriendo a como había quedado finalmente mi reflejo. Acomodaba por última vez mi cabello suelto, sin haber hecho uso de alguna rizadora o una plancha para el cabello, estaba perfectamente natural e iba vestida de la forma más cómoda. Recibí esa brisa tan fresca del mar y asentí, observando el interior del yate, había pasado tanto desde el uso de este que me había dado nostalgia dejarlo tan solo. Tal vez sea un tanto extraño, pero le había tomado cariño a una maquina que se movilizaba por las aguas saladas, aquel mueble que había decidido comprar junto a Emily y vaya que se habían debatido mucho, pero venía de sus propios esfuerzos. Pase la mano cerca de una pared, la decoración era limpia y cada rincón era pulido todas las mañanas, de todos los días.

Por una parte estaba acostumbrada a convivir con personal de servicio, en mis momentos libres y solitarios, charlaba de cosas con un tanto de importancia para mí. Algo que nadie podía llegar a creer que era verdad, se habían acostumbrado a esta imagen de que el servicio y los mandatarios, jamás pueden cruzar por una línea de amistad.—Buenas tardes—sonreí fascinada por el olor que de la cocina salía, relamí mis labios y me acerqué corriendo hasta el punto inicial del exquisito hedor—Delicioso, muchas gracias—tomé un bocadillo y retomé mi camino a cubierta. Tomé el Iphone entre mis manos mientras caminaba y comencé a teclear “No tardes demasiado Jj, que el hambre me podrá”. Otra vez su amiga pasaba a ser parte de un día más de su vida, compartirían aquella tarde en el yate, esperando que fuese una tarde tranquila y llena de cosillas por contar. ¿Hace cuánto no se reunían? Tal vez antes del viaje ni le vio el rostro más que para la competencia de la semana griega y ya era momento de retomar aquella charla que se dejaron incompleta en la ocasión que durmió en casa. “Date prisa Chambers” me apoyé en la barandilla que daba frente al mar y suspiré. Tenía demasiado que soltar frente a la rubia.

Por una parte estaba completamente emocionada al saber que por fin podría ver a la rubia, después de tanto, habían pasado demasiadas cosas en tan poco tiempo o eso aparentaba el reloj, las horas, días y semanas habían transcurrido tan rápido, que no pareciese que ya tenía más que a alguien a su lado. No era necesario entrar en detalles dentro de mis pensamientos, preferí sumirme en el azul claro que había en el mar, pasar a observar el cielo por algunos instantes antes de sentir como dos brazos frágiles y a la vez fuertes para apachurrar, me estrechaban. Sonreí y reí un poco, cerrando los ojos por su repentina lanzada, me giré para apoyar mi cabeza en su hombro y besarle la mejilla como saludo—¡Pero qué has tardado June!—le da a su voz un tono agudo, para que se sintiese un poco la molestia que no tenía, algo de drama falso a la situación.—Te extrañé mucho, infeliz, casi creí que te habías olvidado de mi hasta que supe de qué saliste de viaje—moví mis cejas de arriba hacia abajo en un gesto provocativo. Rodé los ojos cuando habló de comida, teníamos tantas cosas de las que hablar y ella sería, el día de hoy, quien se llevaría las mil cosas dentro de mi cabeza.—Mil y una más—le guiñé el ojo, entrelazando nuestros brazos para girar en dirección a la mesa instalada y preparada entre las sillas playeras de la cubierta.

Caminé junto a ella, los primeros segundos en silencio, escuchando el choque del agua con la nave y luego, la miré de reojo—Te noto distinta Chambers, ¿qué has hecho todo este tiempo?—eso era lo principal, me interesaba por su estado y quería saber cómo se encontraba, como había pasado todos esos días en laguna desconocida—He estado de maravilla, ena…enumerando los días, para saber algo de ti—cambié estratégicamente mi oración, si le contaría los principales acontecimientos, iríamos despacio. La señalé con mi índice, sentándome en una de las sillas y dejando que ella se acomodase en la que estaba al otro lado de la mesa—Cuéntame tú, ¿cómo está el ruso?—asentí mirándola directamente a los ojos, así podría detector algo en ellos. Se trataba de mi mejor amiga, podía conocerla como la palma de mi mano y sus ojos, eran la principal fuente de información, de ella podías extraer lo que sentía. O si pasaba algo. Pinché con un tenedor un trazo de sandía que estaba picada en uno de los platos, habían al menos cuatro con variedad para disfrutar—Vamos, cuéntale a tu gran y súper mejor amiga, las novedades—entrecerré los ojos, negando, adelantándome a algunos hechos. Sonreí luego para que no se preocupase.