I can't let you go [Jacob Shamrock]

El primer pensamiento de la mañana coordino a la perfección con el clima que impactaba sobre la ciudad de California. Embocé una pequeña sonrisa involuntaria en la comisura de mis labios. Mi piel se encontraba un tanto roja a causa de las continuas exposiciones al sol, sin embargo...no me quejaba. Los últimos países donde había residido el sol simplemente era una utopía. Jalé las sabanas, dejándome libres de ellas al paso y di pequeños pasos silenciosos, para no alarmar a mis compañeras de habitación; verdaderamente no tenía intenciones de despertarlas y mucho menos de dar explicaciones de hacia donde me dirigía. Prefería compartir ese momento de la mañana conmigo misma. Busqué  la ropa más cómoda que con dificultad pude encontrar tanteando en la oscuridad.

¡Que bonito no tener ninguna obligación! pensé mientras tomaba un yogurt bebible y una botella de agua del refrigerador. Mire mi reloj de muñeca y asentí mi cabeza, reafirmando mi pensamiento "Si salgo ahora mismo, probablemente el muelle no este tan lleno como la mayoría de las veces". Me apresuré para terminar con mi desayuno improvisado y salí a toda velocidad de la residencia sigma, colgando la pequeña llave en un collar sobre mi cuello para no olvidarla una vez más... o por lo menos como en la mayoría de las veces que decidía marcharme a solas.

Comencé a trotar a paso lento, pero constante. El muelle no quedaba demasiado lejos de la pequeña ciudad universitaria, pero no quería esforzar mi cuerpo al máximo si era que no lo meritaba. Probablemente si estuviera acompañada por una persona trataría de seguir su paso aunque la planta de mis pies lloraran a gritos; nunca estuve orgullosa de ser tan competitiva. Una pequeña brisa comenzó a recorrer por el lugar y no sé en que momento mi paso se acelero al máximo. Me encantaba la adrenalina de querer tener el mismo potencial o dirección que el viento... me da por así decirlo un poco de libertad.  
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   
Aproximadamente habían pasado unos cuarenta minutos, cuando me deje caer en un área verde y libre, para que mis músculos tuvieran su descanso merecido. Me acosté con sumo cuidado de que no haya ninguno objeto peligroso a mi alrededor y apoye ambas manos sobre mi abdomen mientras de a poco mi ritmo cardíaco se normalizaba  Saqué ambos auriculares de mis oídos, para poder oír el ruido de la naturaleza en su totalidad...los buques, los pájaros, las ramas de los árboles gruñendo con cada ráfaga de viento.De repente... algo húmedo impacto sobre mi rostro, provocando que arrugara mi nariz. Su aliento se sentía acelerado. Abrí mis ojos y deje escapar una sonrisa ante el mamífero que se encontraba frente a mí.  No fue el peculiar tono intenso de sus ojos lo que le llamo la atención sino el modo en que me miró.  Por una décima de segundo tuvo la sensación de que aquella mirada era capaz de penetrarme el alma. Más de una vez he dicho que los perros son mis animales totémicos... pero nunca había tenido una conexión tan fuerte como esa.
Me senté para quedar a su altura y acaricie atrás de su oreja, aguardando en silencio por unos segundos hasta que su dueño apareciera, pero no había nadie alrededor. Lo abracé apenas un poco hacia mi cuerpo y susurre con dulzura.- ¿Donde esta tu dueño bebé? .- Miré nuevamente hacia los costados, mientras daba pequeñas palmaditas en su lomo, que aparentemente le agradaban, ya que se había tomado el atrevimiento de apoyar su mentón sobre mi muslo. Deje escapar una pequeña carcajada y negué levemente con mi cabeza.- Seguramente estás cómodo... pero no te puedo dejar acá...- Lleve una de mis manos hacia mi frente y acaricie lentamente su pelaje mientras pensaba en la forma más efectiva de encontrar a su dueño ¿Como era que mi tutora me había explicado? ¿Cuando se pierde un niño hay que aplaudir? Oh vamos Amelie, no es un niño...es un animal.

No era que las relaciones humanas fueran mi predilección. Para mi, la mayoría de la gente estaba cargada de trivalidades, estupideces, y cosas sin sentido. Temas que podían sacarme de mis casillas rápidamente. A veces la gente me tachaba de ser displicente, mal humorado, e incluso amargado. Pero vamos, ¿no es mejor retirarse cerrando la puerta, que romperle la cara a un payaso? Esas eran mis opciones. Quien prefiera la segunda, no tengo problemas tampoco. Quizás por este motivo, siempre fui muy cercano a los animales. "Claro hombre, si no hablan" Me decían. Pero va más allá. Prefiero el silencio cuando no hay palabras inteligentes por decir. Y la mayoría de la gente era... Estúpida.

Desde mis años en la escuela militar estadounidense, nunca pude quitarme la costumbre de trotar por la mañana. Claro, no tan temprano como mis años pasados. Allá la hora de levantada era a las 5:00 AM. Y el frío calaba los huesos. Ahora podía darme el lujo de hacerlo a los horarios que mis clases lo permitían. Aún en mi cabeza resonaba el eco de la voz del instructor que me hizo la vida imposible durante mis primeros momentos dentro. Pero que terminó con la cabeza agachada cuando recibí todas mis condecoraciones. Como amaba callar la boca de la gente, y mostrarles lo que yo era en toda su cara.

Así fue como cuando a penas el sol comenzó a brillar, salí junto a Jason a trotar por los alrededores de la ciudad. No solía usar correa con el, porque le había bien adiestrado a penas era un cachorro. A mi no me gustaba que me tomaran, y me dibujaran un rumbo. Tampoco lo haría yo con el animal. Como esperaba a medida que mi paso era más rápido, el perro también lo hacía ágilmente con sus patas. No me gustaba el uso de audífonos durante el día. Lo veía como abstraerse de la realidad. Cerrar los oídos ante lo que sucede. Y... ¿Para qué hacerlo cuando mi vida es tan perfecta?

Tras una hora trotando, decidí darle un breve descanso al cachorro. Yo podía seguir, mi rendimiento físico era increíble después de haber estado los años en la milicia, y más luego. Donde profundicé todos mis conocimientos, y mi físico, claro está. Me inclino para hacerle un cariño, pero parece que alguien tenía deseos de jugar. Fruncí el ceño, y grité su nombre ― ¡Jason! ¡Vuelve ahora! ― Espero en mi sitio. Debía volver en algún momento, ¿no? ― ¡Jason! ― Odiaba no me obedeciera, o en general que cualquier cosa no me resultara. Y ya, antes de perder los estribos, fui a buscarle. A paso lento, que no notara tanto interés. De pronto veo una melena rubia sobre el pelaje negro de mi cachorro. ¿Por qué lo acariciaba así? Parecía que alguien se iba a llevar toda mi mala hostia hoy. De momento le veo subir la mirada, y detengo mis pensamientos. Sus cabellos al sol, su rostro increíble. Una mujer hermosa. Mi molestia se transformó en una sonrisa ladina ― Jason, ¿dónde estabas, campeón? ― Hago una caricia pronunciada por su cabeza. Acto seguido giro mi rostro hacia ella, la enigmática chica de cabello color oro ― No tenías mala compañía, eso sí ― Aclaro mirando los ojos de la chica ― Soy Jacob ― Estiro mi mano hacia ella algo frío. Está bien que me muestre algo amable porque vale, está bastante guapa. Pero tampoco me regalaré ― Es pequeño, y aún no entiende que el que manda, soy yo ― Me refiero al perro, y hago una nueva sonrisa. Sonrisa forzada, más destinada a coquetear que otra cosa.