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La vie en rose [Rhys Matters]
La vie en rose [Rhys Matters]
Volver a casa era lo mejor que podría pasarme por esos días. Luego del incidente con mi padre hice de todo para que me enviaran lo más lejos posible de casa. No quería ver a nada, a todos esos "amigos" que al final del día me dejaron para no dañar la reputación de su familia. Al demonio con todos ellos, con sus padres adinerados y sus estupideces. Ni siquiera cuando a papá le dieron arresto domiciliario las cosas se pusieron mejor. No, las personas que estaban para mí cuando gastaba miles de dólares por noche en los bares, no pudieron estar cuando más los necesitaba. Al final me di cuenta de quienes eran mis amigos, y si bien me quedé sola, así estoy mucho mejor, no importa.
Aún no veía a mis hermanos tras mis largas vacaciones en París. Nada mejor que compras y más compras para levantar el ánimo. Se suponía que serían mis vacaciones de verano en aquel lugar, mi festejo por terminar la preparatoria y asistir al fin al alma mater de mi familia. Sería el orgullo de mi padre y bla bla bla. Lo único que me preguntaba por esas fechas era donde demonios se había metido mi hermana. Me dolía no pasar tanto tiempo con ella como lo hacíamos antes, pero así estaban las cosas, no podía hacer más.
Eran cerca de las cinco de la tarde en uno de esos templados días de noviembre. El tercero que pasaba en la ciudad luego de entrar con retraso al curso. Iba vestida con ropa muy casual para mi estilo regular, pero una no puede ir en tacones a la tienda de la esquina. Un cardigan ligero me ayudaba a protegerme de la fresca brisa. No necesitaba más. Eso y mi cámara fotográfica sin la que no salía a ninguna parte. Tenía tantas fotografías de París que tuve que hacerme con ocho memorias para poder contenerlas. A pesar de que conocía Los Ángeles como la palma de mi mano, sospechaba que no me faltarían cosas hermosas que admirar.
Llegué al muelle en un santiamén conduciendo mi hermoso y nuevo bebé, un Charger SS color púrpura, regalo de mi padre por entrar a UCLA y poner el nombre Lawson en alto. Era la joya de mi corona. Noté como varios chicos se me quedaban viendo, seguro en pocas ocasiones podían ver a una chica hermosa que encima disfrutara de un buen auto. No era mi culpa que se codearan con idiotas. A mi lado, igual que siempre Altair me seguía de cerca con su elegante caminar, alejando a la mayor parte de las impertinentes personas que se les ocurría siquiera dirigirme la mirada. A veces olvidaba que en lugares como esos no se veían muchas personas de mi clase.
Me paseé por el muelle, evitando a toda costa a las familias con niños. Por alguna razón no soportaba a esos pequeños demonios. Sólo pensar en que uno de ellos se me acercara, con las manos llenas de lo que fuera que estuvieran comiendo, me hizo estremecer. No, esas pequeñas bestias prefería tenerlas a cierta distancia. Seguí por ahí, comí un perrito caliente con una soda light y admiré el paisaje compuesto por los últimos surfistas del lugar con sus esculturales cuerpos. Los inmortalicé con mi cámara un par de veces y conseguí algunas sonrisas y un par de números de teléfono como recompensa. No era nada del otro mundo, nada que no hubiera hecho antes, pero por alguna razón esa tarde parecía especial. Quizá se deba a lo que se me presentaba en frente y tan repentinamente. Generalmente no me agradan esos chicos con pinta de desaliñados, me parecen algo sucios, pero él tenía algo. Lo miré de arriba a bajo. Buen cuerpo. Cabello un tanto largo para mi gusto. Barba, aunque agradablemente arreglada, algo larga, pero relativamente bien. Y sí, eran esos ojos y la forma en que su figura se recortaba contra el sol que caía lo que llamaron mi atención. Tomé un par de fotos con descaro, sin que me importara si me veía y seguí en lo mío. Al final de cuentas, él como el noventa y nueve porciento del mundo, eran uno más del montón. Sólo esperaba que, por una simple fotografía, no fuera a creer que lo acosaba o algo por el estilo. Como fuera, seguí caminando, pasé por un lado suyo, seguida de Altair, le di una última mirada y me dispuse a olvidar al chico. Listo, dos fotos y ocho segundos, ni siquiera era un nuevo record.
Aún no veía a mis hermanos tras mis largas vacaciones en París. Nada mejor que compras y más compras para levantar el ánimo. Se suponía que serían mis vacaciones de verano en aquel lugar, mi festejo por terminar la preparatoria y asistir al fin al alma mater de mi familia. Sería el orgullo de mi padre y bla bla bla. Lo único que me preguntaba por esas fechas era donde demonios se había metido mi hermana. Me dolía no pasar tanto tiempo con ella como lo hacíamos antes, pero así estaban las cosas, no podía hacer más.
Eran cerca de las cinco de la tarde en uno de esos templados días de noviembre. El tercero que pasaba en la ciudad luego de entrar con retraso al curso. Iba vestida con ropa muy casual para mi estilo regular, pero una no puede ir en tacones a la tienda de la esquina. Un cardigan ligero me ayudaba a protegerme de la fresca brisa. No necesitaba más. Eso y mi cámara fotográfica sin la que no salía a ninguna parte. Tenía tantas fotografías de París que tuve que hacerme con ocho memorias para poder contenerlas. A pesar de que conocía Los Ángeles como la palma de mi mano, sospechaba que no me faltarían cosas hermosas que admirar.
Llegué al muelle en un santiamén conduciendo mi hermoso y nuevo bebé, un Charger SS color púrpura, regalo de mi padre por entrar a UCLA y poner el nombre Lawson en alto. Era la joya de mi corona. Noté como varios chicos se me quedaban viendo, seguro en pocas ocasiones podían ver a una chica hermosa que encima disfrutara de un buen auto. No era mi culpa que se codearan con idiotas. A mi lado, igual que siempre Altair me seguía de cerca con su elegante caminar, alejando a la mayor parte de las impertinentes personas que se les ocurría siquiera dirigirme la mirada. A veces olvidaba que en lugares como esos no se veían muchas personas de mi clase.
Me paseé por el muelle, evitando a toda costa a las familias con niños. Por alguna razón no soportaba a esos pequeños demonios. Sólo pensar en que uno de ellos se me acercara, con las manos llenas de lo que fuera que estuvieran comiendo, me hizo estremecer. No, esas pequeñas bestias prefería tenerlas a cierta distancia. Seguí por ahí, comí un perrito caliente con una soda light y admiré el paisaje compuesto por los últimos surfistas del lugar con sus esculturales cuerpos. Los inmortalicé con mi cámara un par de veces y conseguí algunas sonrisas y un par de números de teléfono como recompensa. No era nada del otro mundo, nada que no hubiera hecho antes, pero por alguna razón esa tarde parecía especial. Quizá se deba a lo que se me presentaba en frente y tan repentinamente. Generalmente no me agradan esos chicos con pinta de desaliñados, me parecen algo sucios, pero él tenía algo. Lo miré de arriba a bajo. Buen cuerpo. Cabello un tanto largo para mi gusto. Barba, aunque agradablemente arreglada, algo larga, pero relativamente bien. Y sí, eran esos ojos y la forma en que su figura se recortaba contra el sol que caía lo que llamaron mi atención. Tomé un par de fotos con descaro, sin que me importara si me veía y seguí en lo mío. Al final de cuentas, él como el noventa y nueve porciento del mundo, eran uno más del montón. Sólo esperaba que, por una simple fotografía, no fuera a creer que lo acosaba o algo por el estilo. Como fuera, seguí caminando, pasé por un lado suyo, seguida de Altair, le di una última mirada y me dispuse a olvidar al chico. Listo, dos fotos y ocho segundos, ni siquiera era un nuevo record.
Última edición por Elizabeth Lawson el Sáb Nov 22, 2014 3:10 pm, editado 1 vez
Invitado
Re: La vie en rose [Rhys Matters]
Playa. Arena. Sol. Olas. Surf.
La perfección conjunta en un mismo lugar. Estuve todo el día en la playa. Mi día comenzó alrededor de las 13:10 pm. La noche anterior me dejo muerto y dormí hasta tarde. Almorcé en un local de pizzas, hamburguesas, perros calientes y demás comida chatarra. Estuve desde que termine de almorzar en la playa cazando algunas olas. Hubo olas pequeñas que serian para entrar en calor. También hubo excelentes olas que pude capturar y surfear. Me encantaba la sensación de poder surfear. El viento que cocha con mi rostro. El aroma del océano. La frescura del agua. Surfear era increíble, no dejaría de hacerlo en la vida. No olvido las olas fallidas que deje escapar. No siempre era un excelente surfista. La mayoría del tiempo estaba en el agua sufriendo alguna caída patética pero poco me importaba, era lo divertido del surf.
Termine de montar olas, era hora de tirarme bajo el sol un buen rato. Los rayos solares no estaban muy intensos ese día. Me gustaba el clima así, un sol tenue y la brisa típica de la playa. Increíble. Incomparable. Use mi mochila como almohada, recostando la cabeza en ella. La toalla fue mí como colchón. Extendí los brazos hacia detrás de la cabeza, la pose mas cómoda a mi criterio. No hizo falta usar la toalla para secarme, lo hizo el sol. Mi short todavía estaba húmedo pero no interesaba. Poco a poco la playa fue poblándose de gente. La tranquilidad se fue por la tangente y todo fue un completo desastre. Niños corriendo como locos por todos lados sin interesar que tu estas tirado ahí en la arena. Idiotas turistas que intentaban surfear pero solo eran un estorbo. Ahora de irse RJ, otro día será más divertido para surfear. Enrolle la toalla y la guarde en la mochila. Quite la tabla de surf de la arena y partí lejos de la playa. Llegue a la zona de los muelles luego de subir una extensa escalera viaje de madera. Los años perjudicaron esa escalera, en cualquier momento la madera podrida iba a ceder.
Me detuve al pie de la escalera, ya lejos de la playa, de los problemas, del bullicio molesto. La camisa que debía tener puesta la llevo sujeta a la cintura, dejando mi torso al descubierto. Saque el móvil para hablar con mi amigo Tony, quería saber que estaban haciendo e ir con ellos para continuar con mi día. Siempre busco disfrutar por completo mis días sin trabajo, que luego cargo con responsabilidades y no puedo hacer locuras. El móvil de Tony me envió al buzo. Maldito ebrio que deja el móvil apagado en un día como este. — Oye gran idiota, llámame cuando escuches el mensaje. Quiero saber si hacen algo ahora o esta noche. Soy RJ. ¡Llámame idiota! — Listo el mensaje termine con la llamada. Pase junto a una rubia bastante bonita. La chica traía una cámara que pase por alto, mi atención se centro en el perro Gran Danes que la acompaña. Amo los animales, sobre todo los perros, fue irresistible no llamar al animal para saludarlo con tiernos cariños en su gigante cabeza. — Hola amiguito ¿Cómo estás? — Deje la tabla sobre el suelo de madera, llevando mis dos manos a la cabeza de ese hermoso animal. Le hable como si de verdad fuera a entenderme o responderme. No podía evitarlo. — Lo siento. No quiero molestar pero tu perro es de lo más genial. — Levante la cabeza en dirección a la rubia que me miraba con cara de pocos amigos. ¿Qué le sucedía? ¿Acaso fui el único loco que la detuvo para acariciar al animal? ¿Qué la gente no aprecia la perfección? Da igual.
Invitado
Re: La vie en rose [Rhys Matters]
El chico que había sido halagado por mi cámara rápidamente cayó de mi gracia. Bastaron unos pasos y escuchar su lamentable léxico para darme cuenta de que era otro más del montón, esa clase de personas con a duras penas un dedo de frente. Era una verdadera lástima que una mirada tan linda no coincidiera con el chico. Al menos a su favor y para mi deleite, podríamos decir que las imágenes quedaron de buen ver. Nada mejor que un hombre inmortalmente callado. En el caso de ese chico, lo mejor era así, bonito y calladito que así se veía mejor.
En eso estaba, pensando que no podía retrasar más mi visita a mis hermanos y probablemente también a casa cuando la misma voz que pronunció tan "ilustres" (nótese el sarcasmo) palabras, llamó la atención de mi bebé. Altair, como siempre, no se resistió a las caricias. El mundo entero lo ve grande y aterrador pero lo perdemos completamente cuando le rascas las orejas, cosa que el extraño hizo. Puse mala cara, más que nada porque el desconocido interrumpía mi retirada. En definitiva el chico estaba anotando puntos y más puntos en contra. Como fuera, esa mirada me llamó la atención lo suficiente para que yo presentara buena cara. Puedo ser un ángel cuando me lo propongo.
- Su nombre es Altair- le aclaré con cierto tono altanero que nunca en la vida he podido evitar. Me viene de fábrica. Esperaba que a él no le molestara. Lo miré de arriba a bajo, pensando si valía la pena perder mi tiempo con alguien como él. Lo bueno de mi círculo social es que somos pocos y nos conocemos bien unos a otros. Eso si, jamás hay que subestimar a un desconocido, siempre salen nuevos ricos, que si bien no son de buen gusto, siempre son un divertido y estúpido entretenimiento.
Una banda de niños pasaron muy cerca de nosotros y a mí me dio un estremecimiento. Iban cargados con tambaleantes conos de helado (en plena época del año), demasiado cerca de mi cardigan nuevo para lo que me era agradable. ¡Dios santo! ¿Los padres no podían encerrar a sus pequeñas bestias? Si no fuera porque quería esperar a la noche y tomar algunas imágenes con la iluminación del muelle a medio caer, ya habría puesto pies en polvorosa lejos de todos esos seres. Miré de nuevo al chico que, con total falta de respeto, me había pasado por alto para concentrarse en Altair y caí en la cuenta de algo. Había sido demasiado indulgente a pesar de su falta de cortesía hacia mi persona y las cosas no debían ser así. Sin mediar palabra para con el hombre chasqueé los dedos y precedí a mi cachorro de vuelta a la barandilla del muelle donde le había tomado foros al desconocido.
Sí, quizá tenía el ego un poco lastimado por su falta de interés hacia mí, quizá era también que me había molestado la forma casi normal en que se nos había acercado. Fuera como fuere, no lo quería cerca pero tampoco abandonaría la playa, irme en ese momento significaría una victoria para él, una que estaba segura que Dorian describiría como imaginaciones mías. Siempre me acusó de tener una imaginación potente, de anteponerme a las cosas que ni siquiera habían sido pensadas. Como fuera, no lo dejaría ganar ni siquiera en mi imaginación. Por lo menos había quedado una cosa bien clara: para mí, él no era merecedor ni siquiera de una despedida.
En eso estaba, pensando que no podía retrasar más mi visita a mis hermanos y probablemente también a casa cuando la misma voz que pronunció tan "ilustres" (nótese el sarcasmo) palabras, llamó la atención de mi bebé. Altair, como siempre, no se resistió a las caricias. El mundo entero lo ve grande y aterrador pero lo perdemos completamente cuando le rascas las orejas, cosa que el extraño hizo. Puse mala cara, más que nada porque el desconocido interrumpía mi retirada. En definitiva el chico estaba anotando puntos y más puntos en contra. Como fuera, esa mirada me llamó la atención lo suficiente para que yo presentara buena cara. Puedo ser un ángel cuando me lo propongo.
- Su nombre es Altair- le aclaré con cierto tono altanero que nunca en la vida he podido evitar. Me viene de fábrica. Esperaba que a él no le molestara. Lo miré de arriba a bajo, pensando si valía la pena perder mi tiempo con alguien como él. Lo bueno de mi círculo social es que somos pocos y nos conocemos bien unos a otros. Eso si, jamás hay que subestimar a un desconocido, siempre salen nuevos ricos, que si bien no son de buen gusto, siempre son un divertido y estúpido entretenimiento.
Una banda de niños pasaron muy cerca de nosotros y a mí me dio un estremecimiento. Iban cargados con tambaleantes conos de helado (en plena época del año), demasiado cerca de mi cardigan nuevo para lo que me era agradable. ¡Dios santo! ¿Los padres no podían encerrar a sus pequeñas bestias? Si no fuera porque quería esperar a la noche y tomar algunas imágenes con la iluminación del muelle a medio caer, ya habría puesto pies en polvorosa lejos de todos esos seres. Miré de nuevo al chico que, con total falta de respeto, me había pasado por alto para concentrarse en Altair y caí en la cuenta de algo. Había sido demasiado indulgente a pesar de su falta de cortesía hacia mi persona y las cosas no debían ser así. Sin mediar palabra para con el hombre chasqueé los dedos y precedí a mi cachorro de vuelta a la barandilla del muelle donde le había tomado foros al desconocido.
Sí, quizá tenía el ego un poco lastimado por su falta de interés hacia mí, quizá era también que me había molestado la forma casi normal en que se nos había acercado. Fuera como fuere, no lo quería cerca pero tampoco abandonaría la playa, irme en ese momento significaría una victoria para él, una que estaba segura que Dorian describiría como imaginaciones mías. Siempre me acusó de tener una imaginación potente, de anteponerme a las cosas que ni siquiera habían sido pensadas. Como fuera, no lo dejaría ganar ni siquiera en mi imaginación. Por lo menos había quedado una cosa bien clara: para mí, él no era merecedor ni siquiera de una despedida.
Invitado
Re: La vie en rose [Rhys Matters]
No suelo llevarme por las primeras impresiones. Ni juzgar a un desconocido desde el primer momento. Cada quien tenia sus días buenos y malos, quizás la rubia estaba en uno de esos días donde te molesta todo a tu alrededor. Había muchos motivos que me daban a pensar que la rubia no era más que otra niña rica y caprichosa. De esas que consiguen lo que sea convirtiendo ese deseo en un capricho de niña de 5 años. No me agrado pensar así desde un comienzo pero las palabras “soy una consentida” estaban escritas por todo su cuerpo. Desde su fría mirada, para nada agradable, hasta su pose de espera angustiante. Yo seguía con el animal, sin siquiera querer levantar la vista hacia la joven esbelta ¿Por qué? Su perro me trato mejor que su indiferente comportamiento. — Altair. Lindo nombre tienes amigo. — La cola del perro parecía querer decirme algo o demostrar el entusiasmo que tenía el animal en ese momento. No dejaba de agitarla de un lado a otro, ni tampoco se alejo de mi, le gustaba ser todo un mimado también. Ese gesto me robo una sonrisa y Altair se gano muchas más caricias por todo su cuerpo. El animal era magnifico. Amo a los perros grandes, si tuviera espacio en casa tendría uno sin dudarlo. Altair estaba tan a gusto que se dejo caer en el suelo. Reí por eso sin dejar de mimarlo por un tiempo. Como todo animal quería caricias, y como todo cachorro quería jugar. Por eso, cuando unos niños pasaron cerca del lugar con sus helados, corriendo y riendo, Altair se puso de pie de un salto mirando a los niños y agitando la cola. Pobre perro, quien sabe cuántas horas sin juegos divertidos tuvo que sufrir por tener una dueña algo centrada y un poco aburrida. Me incorpore luego de unos minutos. Estaba por cruzar palabras con la rubia pero esta llamo a su perro con un chasquido de dedos. Me quede algo confundido ¿Se iría así sin más? ¿Sin despedirse? Aunque sea un insulto o algo. Ni cortesía para ser cruel poseía esa joven.
Lamente la perdida de mi nuevo amigo. Hubiera deseado jugar un poco mas con el perro pero ni modo, su dueña no tiene interés alguno en quedarse. Venga RJ ¿Te rindes tan fácil por una niña millonaria? ¡Saca provecho del momento! ¡Se original!
Mire nuevamente a la rubia y note que tenía una cámara de última generación colgando del cuello. Quede abrumado. Mas que sorprendido. —Linda cámara. Una de las mejores del mercado. — Con una cámara así cualquier bobo podía sacar fotos increíbles. Su definición era ideal, los colores, todo. Esa cámara era perfecta. ¿Debo seguir preguntando? Posiblemente si, si es que deseaba continuar con una charla. Por ahora tenía que esforzarme para hablar con aquella joven ¿Por qué era tan complicado hacerlo? Si tan solo la chica tuviera una buena voluntad… todo sería mucho más fácil y divertido. —¿Eres fotógrafa o solo es un pasatiempo? — Quite la camisa que traigo sujeta a la cintura para usarla de nuevo. Las mangas estaban algo arrugadas por el nudo pero podía arreglarlo doblando prolijamente para convertir la camisa en mangas mucho más cortas y cómodas.
Además de querer conocer más a la joven, aun no entendía porque, tenía otro motivo para quedarme allí. Presenciar el atardecer desde el muelle. Nunca voy a cansarme de verlo. Me daba algo de pena que pocos pudieran apreciar un momento así. —¿Te quedas a ver el atardecer? —
Invitado
Re: La vie en rose [Rhys Matters]
Las personas me resultan aburridas casi al primer momento. Ese chico no fue la excepción. Admito que hirió un poco mi ego que no se fijara en mi mas que en mi fiel amigo, que si, un perro siempre puede ayudar a iniciar una conversación, pero nunca, por ninguna razón, debe sustituir el centro del interés. Eso quitó todos los puntos que el pudo haber ganado para que yo le hablara. Tal fue su ofensa que ni siquiera se merecía mas allá de una simple frase, indicando el nombre de mi mascota. Listo, era todo lo que tendría de mi, lo que los modales Lawson me obligaban a darle. Mera educación y no mas, al final de cuentas, muchos años le había tomado a mi madre educarme.
Es por eso que seguí adelante, caminando con Altair por ahí, esperando ver algo mas que fuera digno de ser fotografiado. Si he de ser sincera, el chico no había estado nada mal, pero su comportamiento me molesto. Quizá luego, solo por algo de coraje, borrara las fotografías. Cosas mejores había captado con mi cámara. Altair me seguía un poco a regañadientes, le dedique una mirada molesta, lo ultimo que me faltaba es que se llevara bien con el maleducado desconocido. Como fuera, me hizo caso, igual que siempre, y me siguió, dejando al chico de lado.
Pensé que lo dejaría, que lo había ofendido lo suficiente para que él siguiera su camino y me dejara seguir el mío, pero no, el chico me dio alcance y comenzó a hablar de mi cámara. Odiaba cuando todos se creían expertos fotógrafos. La cámara que llevaba en ese momento no era nada especial, sólo apuntabas y las fotografías te salían perfectas, lo esencial para cuando tienes un poco de alcohol en las venas y no tienes tiempo de fijar la lente como debería. Como fuera, que se pusiera a hablar de esa cámara en particular no decía mucho de él.
Paré mis pasos y solté un largo suspiro para calmarme y demostrar que, con el desplante anterior y todo, tenía una buena educación.
- La mejor en el mercado- le aclaré- Incluso un mono podría tomar una fotografía con esta cámara...- rezongué por lo bajo, haciendo eco de mi mente a la vida real. Entonces me preguntó que si era fotógrafa profesional. Eso era algo complicado de responder. Hacía mucho tiempo, quizá no tanto, sólo tres años, pasé unos meses modelando y aprendí todo lo que se debe saber sobre luz, sombra, y las mejores tomas. Se podría decir que, en teoría, sabía de fotografía profesional, pero en práctica... estaba algo oxidada- Un poco de ambas- me limité a responder, encogiéndome ligeramente de hombros. Entre tanto Altair había reanudado sus cariños al desconocido, poniendo su cabeza bajo la mano del hombre, pidiendo que lo acariciaran.
Estaba por irme cuando él me preguntó si me quedaría al atardecer. Claro que lo haría, sin dudas. Asentí con la cabeza, chasqueé los dedos para llamar a Altair y subí los viejos y casi extintos escalones del muelle en busca de algo digno de ser fotografiado. El ocaso estaba casi en su punto y necesitaba darme prisa. Sin siquiera fijarme si el desconocido me seguía pero sintiendo la respiración de Altair en mi cintura, guardé la cámara que llevaba al cuello y saqué mi favorita, una de 1937, difíciles de conseguir si no tienes los recursos. Una Rolleiflex hermosa que mi padre me había regalado al cumplir 16.
Al fondo, a unos diez metros de mí, había una pareja de personas mayores, tomadas de la mano y apoyadas contra la barandilla. Veían el ocaso. Por alguna razón llamaron mi atención. Me acomodé de manera que ellos fueran el centro de la imagen y abrí el lente. Me encantaban esas tomas, más que nada porque daban mucho trabajo. La cuestión era que ellos debían quedarse un minuto entero en esa posición para salir fijos en la imagen, mientras que el resto del mundo sería una mancha en el film. Siempre creí que era como si una persona se quedara congelada en el tiempo mientras el resto del mundo sigue su curso. Y esperé, ahí de pie, sin moverme, viendo a un par de chicas pasar casi corriendo, siguiendo a los que parecían ser sus novios. Mientras tanto, el anciano le acariciaba el dorso de la mano a la mujer. Y justo en ese momento, quise que Darcy fuera real... que la vida fuera color de rosa, como parecía ser la de ellos.
Es por eso que seguí adelante, caminando con Altair por ahí, esperando ver algo mas que fuera digno de ser fotografiado. Si he de ser sincera, el chico no había estado nada mal, pero su comportamiento me molesto. Quizá luego, solo por algo de coraje, borrara las fotografías. Cosas mejores había captado con mi cámara. Altair me seguía un poco a regañadientes, le dedique una mirada molesta, lo ultimo que me faltaba es que se llevara bien con el maleducado desconocido. Como fuera, me hizo caso, igual que siempre, y me siguió, dejando al chico de lado.
Pensé que lo dejaría, que lo había ofendido lo suficiente para que él siguiera su camino y me dejara seguir el mío, pero no, el chico me dio alcance y comenzó a hablar de mi cámara. Odiaba cuando todos se creían expertos fotógrafos. La cámara que llevaba en ese momento no era nada especial, sólo apuntabas y las fotografías te salían perfectas, lo esencial para cuando tienes un poco de alcohol en las venas y no tienes tiempo de fijar la lente como debería. Como fuera, que se pusiera a hablar de esa cámara en particular no decía mucho de él.
Paré mis pasos y solté un largo suspiro para calmarme y demostrar que, con el desplante anterior y todo, tenía una buena educación.
- La mejor en el mercado- le aclaré- Incluso un mono podría tomar una fotografía con esta cámara...- rezongué por lo bajo, haciendo eco de mi mente a la vida real. Entonces me preguntó que si era fotógrafa profesional. Eso era algo complicado de responder. Hacía mucho tiempo, quizá no tanto, sólo tres años, pasé unos meses modelando y aprendí todo lo que se debe saber sobre luz, sombra, y las mejores tomas. Se podría decir que, en teoría, sabía de fotografía profesional, pero en práctica... estaba algo oxidada- Un poco de ambas- me limité a responder, encogiéndome ligeramente de hombros. Entre tanto Altair había reanudado sus cariños al desconocido, poniendo su cabeza bajo la mano del hombre, pidiendo que lo acariciaran.
Estaba por irme cuando él me preguntó si me quedaría al atardecer. Claro que lo haría, sin dudas. Asentí con la cabeza, chasqueé los dedos para llamar a Altair y subí los viejos y casi extintos escalones del muelle en busca de algo digno de ser fotografiado. El ocaso estaba casi en su punto y necesitaba darme prisa. Sin siquiera fijarme si el desconocido me seguía pero sintiendo la respiración de Altair en mi cintura, guardé la cámara que llevaba al cuello y saqué mi favorita, una de 1937, difíciles de conseguir si no tienes los recursos. Una Rolleiflex hermosa que mi padre me había regalado al cumplir 16.
Al fondo, a unos diez metros de mí, había una pareja de personas mayores, tomadas de la mano y apoyadas contra la barandilla. Veían el ocaso. Por alguna razón llamaron mi atención. Me acomodé de manera que ellos fueran el centro de la imagen y abrí el lente. Me encantaban esas tomas, más que nada porque daban mucho trabajo. La cuestión era que ellos debían quedarse un minuto entero en esa posición para salir fijos en la imagen, mientras que el resto del mundo sería una mancha en el film. Siempre creí que era como si una persona se quedara congelada en el tiempo mientras el resto del mundo sigue su curso. Y esperé, ahí de pie, sin moverme, viendo a un par de chicas pasar casi corriendo, siguiendo a los que parecían ser sus novios. Mientras tanto, el anciano le acariciaba el dorso de la mano a la mujer. Y justo en ese momento, quise que Darcy fuera real... que la vida fuera color de rosa, como parecía ser la de ellos.
Invitado
Re: La vie en rose [Rhys Matters]
Situación actual: Muy delicada. Un error y RJ quedas fuera de combate.
La rubia era así, muy seria cuando lo deseaba. Lo note en los 20 minutos que llevamos de charla, aunque no sé si charla sea un calificativo para describir la situación. Una charla entre dos personas era un intercambio fluido de argumentos y oraciones, donde ambos intentaban entablar una conexión. Aquí la situación era muy opuesta. Era evidente que ella no quería socializar conmigo y también era muy notorio que yo solo intentaba molestar. Los de su clase eran así, tenían un censor muy delicado cuando de enfado se trataba. Su orgullo era elevado y eso era un punto en su contra. No esperaba una respuesta, así que oírla hablar me tomo desprevenido. Regrese toda la atención a la rubia. Por cierto ¿Cuál era su nombre? ¿Lo olvide o ella nunca lo menciono? Da igual, voy a olvidarlo de todos modos. — Podría pero la esencia no será captada. Hay que esperar el momento justo, saber captar la realidad en un clic. — Esas palabras siempre tengo presente cada vez que debo fotografiar. Mi profesor lo repite en cada clase y se emociona cuando sus alumnos logran captar la esencia. Una imagen representa eso, una alegría de un momento feliz o la paz que se refleja en una imagen de un paisaje lejano, la belleza del mundo que pocos alcanzan a ver. Quería decir entre líneas que también soy un fotógrafo, no cualquier turista con una cámara bonita. Hay muchos que decían ser fotógrafos, y hay pocos que realmente lo son. Mientras escuche la respuesta simple y seca de la joven, el perro regreso a mi lado sin poder resistir las ganas de más caricias. Sonreí ampliamente casi dejando escapar una tenue risa. El perro era un consentido de primer nivel. No prive al cachorro de más caricias en su pelaje, sino todo lo contrario. Mi mano se perdía entre su pelo y el animal se quedo sentado junto a mi moviendo su cola de un lado a otro. Estaba muy a gusto conmigo, por lo menos mi presencia era aceptara por alguien. —Buen chico. — El perro solo me miro por dos segundos y luego se concentro en otro objeto. De nuevo sonreí.
El perro se fue con su dueña justo cuando el atardecer inicio. Perfecto, tenía las manos libres para poder capturar el instante que deseaba, justo antes del último rayo de sol. Esa era la imagen que deseaba. Sujete la mochila, donde estaba mi cámara. No era la gran cosa, nunca salía con la cámara que realizo los trabajos por miedo a perderla o arruinarla, la cámara que ahora sujeto en mi mano era personal, iba conmigo a todos lados y ya tenía algunos golpes. Muchas aventuras vividas. Enfoque la lente y quede esperando como si fuera un francotirador. El momento estaba por llegar. Segundo tras segundos. Debía concentrarme para dar clic en el momento indicado. Un par de segundos más… y por fin di un clic. Estaba en el modo de capturar múltiples imágenes en cuestión de segundos. Significa que tengo capturado una secuencia de imágenes del último instante del atardecer. Estaba realizado, así me sentía. Más allá de haber logrado ese último rayo de sol, sabía que tenía una gran imagen en la cámara y que alguna revista o compañía pagaría algo por una foto así. Por eso amaba la fotografía, era una fuente de dinero fácil, solo tenias que tener un buen ojo y una cámara en el momento justo.
La cámara regreso a la mochila. Sobre mi hombro cargue la mochila y ya estaba listo para regresar a casa. ¿A casa? Por favor RJ, apenas comienza la noche, ni pienses en regresar. Gire sobre mis pies, dispuesto a irme aunque no sin despedirme de mi nuevo amigo canino. Busque a la rubia con la mirada, encontrando a la desconocida algo lejos de mi posición. Lamente eso, realmente quería mimar al perro una vez más. A menos que… hiciera una locura. — Hey fotógrafa ¿Tienes tiempo para una cerveza? —
Invitado
Re: La vie en rose [Rhys Matters]
Algunas personas simplemente no entienden lo que les dices. Pero no nos adelantemos demasiado a las cosas.
El chico intentó, sin lugar a dudas, impresionarme con sus palabras que causaron un efecto casi somnífero en mi persona. En serio que él no me dejaría de sorprender nunca por su... normalidad. ¿En serio no se le ocurría ningún comentario medianamente ingenioso con qué impresionar? Parecía que no. Hablaba de captar el momento, lo cual sonaba casi a chiste ya que en sí, una fotografía es captar el momento. Un buen fotógrafo sabe que de eso se trata el asunto, de estar ahí para presionar el botón en el momento justo, pero sobre todo, sabe que ese momento tarda en llegar y que en muchas ocasiones debes gastar rollo tras rollo en imágenes que ni siquiera usarás. Me entraron unas locas ganas de preguntarle si era aficionado pero se me quitaron rápidamente luego de que sus palabras respondieran a mi pregunta. Lo era.
Dejé las cosas por la paz de una buena vez. Al final de cuentas, no se discute con personas de ese tipo, todo lo contrario, te haces a un lado y procuras no salir muy contagiado de tanta... decadencia. Llamé a Altair y me fui lo más lejos posible hacia donde hubiera algo digno de admirar. A penas tuve que dar unos pasos para cuando supe que había conseguido algo. Mientras esperaba, casi contando los segundos que completaran un minuto, podía ver la imagen en mi mente, capa por capa mientras era revelada. En un primer plano, los ancianos, estáticos. Como fondo tendríamos el ocaso bajando lentamente y tiñéndolo todo de rojos, rosas y púrpuras. Y por último, personas yendo y viniendo, meros borrones en la imagen, ecos y fantasmas de seres que viven su vida tan rápido que no se paran a ver lo más básico: el amor entre dos personas.
En eso estaba, imaginándome un mundo donde Darcy estaba frente a mí cuando una voz me interrumpió por completo. Era, en el sentido más literal de la palabra, como cuando estás escuchando un vinilo y alguien mueve la aguja sin avisar. O peor aún, como estar escuchando a Debussy en un salón y que alguien pase las uñas sobre el pizarrón.
Levanté la mirada y sí, era ese chico de nuevo. Hice una mueca y solté un ligero bufido por lo bajo. ¿En serio seguiría insistiendo? Comenzaba a molestarme más de la cuenta. Levanté el índice en su dirección, indicándole que esperara un poco. Seguí contando donde creía que me había quedado y esperé. El clic avisor llegó antes de lo que pensé y la fotografía se guardó en el film.
Con parsomima comencé a guardar mi cámara y, con aún más lentitud si era posible, caminé hacia el chico, sonriéndole tan animadamente como seguro no volvería a hacerlo en su persona. El cambio en mi semblante era notorio e inmediato. Una sonrisa casi angelical, casi sincera. Un parpadeo, agitando las largas pestañas que debía agradecer a mi genética y le pregunté.
- ¿Si te acepto el trago me dejarás en paz de una vez por todas?- mis dientes se apretaron en un intento de mantener la sonrisa. Y agregué- Acepto lo que quieras pero no me gusta la cerveza...- entre tanto Altair, por qué no, siguió con sus cariños a ese completo desconocido.
El chico intentó, sin lugar a dudas, impresionarme con sus palabras que causaron un efecto casi somnífero en mi persona. En serio que él no me dejaría de sorprender nunca por su... normalidad. ¿En serio no se le ocurría ningún comentario medianamente ingenioso con qué impresionar? Parecía que no. Hablaba de captar el momento, lo cual sonaba casi a chiste ya que en sí, una fotografía es captar el momento. Un buen fotógrafo sabe que de eso se trata el asunto, de estar ahí para presionar el botón en el momento justo, pero sobre todo, sabe que ese momento tarda en llegar y que en muchas ocasiones debes gastar rollo tras rollo en imágenes que ni siquiera usarás. Me entraron unas locas ganas de preguntarle si era aficionado pero se me quitaron rápidamente luego de que sus palabras respondieran a mi pregunta. Lo era.
Dejé las cosas por la paz de una buena vez. Al final de cuentas, no se discute con personas de ese tipo, todo lo contrario, te haces a un lado y procuras no salir muy contagiado de tanta... decadencia. Llamé a Altair y me fui lo más lejos posible hacia donde hubiera algo digno de admirar. A penas tuve que dar unos pasos para cuando supe que había conseguido algo. Mientras esperaba, casi contando los segundos que completaran un minuto, podía ver la imagen en mi mente, capa por capa mientras era revelada. En un primer plano, los ancianos, estáticos. Como fondo tendríamos el ocaso bajando lentamente y tiñéndolo todo de rojos, rosas y púrpuras. Y por último, personas yendo y viniendo, meros borrones en la imagen, ecos y fantasmas de seres que viven su vida tan rápido que no se paran a ver lo más básico: el amor entre dos personas.
En eso estaba, imaginándome un mundo donde Darcy estaba frente a mí cuando una voz me interrumpió por completo. Era, en el sentido más literal de la palabra, como cuando estás escuchando un vinilo y alguien mueve la aguja sin avisar. O peor aún, como estar escuchando a Debussy en un salón y que alguien pase las uñas sobre el pizarrón.
Levanté la mirada y sí, era ese chico de nuevo. Hice una mueca y solté un ligero bufido por lo bajo. ¿En serio seguiría insistiendo? Comenzaba a molestarme más de la cuenta. Levanté el índice en su dirección, indicándole que esperara un poco. Seguí contando donde creía que me había quedado y esperé. El clic avisor llegó antes de lo que pensé y la fotografía se guardó en el film.
Con parsomima comencé a guardar mi cámara y, con aún más lentitud si era posible, caminé hacia el chico, sonriéndole tan animadamente como seguro no volvería a hacerlo en su persona. El cambio en mi semblante era notorio e inmediato. Una sonrisa casi angelical, casi sincera. Un parpadeo, agitando las largas pestañas que debía agradecer a mi genética y le pregunté.
- ¿Si te acepto el trago me dejarás en paz de una vez por todas?- mis dientes se apretaron en un intento de mantener la sonrisa. Y agregué- Acepto lo que quieras pero no me gusta la cerveza...- entre tanto Altair, por qué no, siguió con sus cariños a ese completo desconocido.
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