A friend can turn a nightmare into a dream || Amelili

Había dormido poco, y por distintas cosas por hacer esta mañana me levanté con las gallinas y anduve de aquí para allá, comprando materiales para unos proyectos, tenía clases hasta la hora de almuerzo y afortunadamente la tarde libre. Podría haberme quedado en la Universidad o llamar a alguno de mis amigos, o a Jacko, pero estaba bastante adormilada y preferí volver a la casa de las azulitas llegando apenas a la habitación 100, que estaba demasiado vacía a esa hora del día para lanzarme a mi cama y sin abrigo ni nada, pues no hacía frio, y todavía vestida con la ropa con la que había usado durante la mañana me entregue a los brazos de Morfeo cayendo en un profundo sueño del que estaba segura nadie me levantaría así fuera con una grúa por algunas horas.

Pero ya había una media hora desde que cerré los ojos cuando algo no me dejaba dormir. Y eran aquellas imágenes que pasaban a toda velocidad por mi cabeza, ante mi y solo conseguían horrorizarme de todos modos posibles. Eran siempre las mismas pesadillas, la repetición hasta el infinito de aquella llamada que había dicho que mi hermano había tenido un accidente, aquella recreación que mi mente había hecho de aquel momento, e aquel auto sin control para caer dando vueltas en un depresión del relieve. Despierta, entendía que era todo mi imaginación, lo que yo había plantado en ella pues no estaba en ese momento. Pero perdida entre mis sueños no distinguía que podía ser real o exagerado, ni tampoco sabía como mi cuerpo se movía nervioso, molesto e incomodo mientras las lagrimas salían de mis ojos.- No… no…- decía mientras de vuelta en el sueño gritaba esas mismas palabras. Era aquella idea de ver irse a mi hermano ante mis ojos, una y otra vez, atormentándome. Las imágenes volvían en un espiral, tan rápido como doloroso y con todo mi esfuerzo en el sueño cerré los ojos escapando de él abriendo los ojos a la realidad. –¡Connor!- grité mientras seguía llorando y respiraba con dificultad, volviendo a mi cama en aquella habitación compartida.

La bella voz de Sam Smith se reproducía en mis auriculares mientras podía percibir la bella sensación de calor en mi espalda. No sé de quién había sido la grandiosa idea de instalar hidromasaje en las bañeras de la casa…pero en ese momento simplemente la estaba amando. Toda mi columna vertebral se relajaba y las sales de aroma a limón se impregnaban en mi piel. Posiblemente hubiera pasado todo el día en el baño si mi subconsciente no me hubiese recordado que debía ir a comprar unos cuantos apuntes para la mañana siguiente… eso si no quería oír una ronda de reclamos por parte del profesor. Una pequeña sonrisa de satisfacción se estableció en mi rostro. El año anterior simplemente había sido perfecto en mis estudios y solo esperaba que siguiera de la misma manera…por la misma línea. Ninguna distracción ajena podría influenciar en mis estudios. No al menos si quería terminar rápidamente para unirme a la asociación de médicos sin fronteras y partir lejos.

Cepille mi cabello rápidamente, mientras pasaba una blusa unos cuantos talles más grandes que mi cuerpo arriba de mi cabeza. Aún me quedaban unas horas libres, por lo que podría comer algo y marcharme de la residencia. Mi estomago rugía por algo de alimento mientras trataba de delinear apenas un poco mis ojos con algo de paz. Está bien, ya haré que comas algo- pensé para mí misma mientras me abrazaba a mi propio estomago. Salí rápidamente de la habitación y tranquilice mi paso en cuanto vi a Lili tendida en su cama. Posiblemente había tenido un día duro. Saque una pequeña manta del armario y tapé sus pies. Aunque el día no estaba lo suficientemente frio cuando uno se recuesta por simple pereza comienza a tener escalofríos. Deje escapar un pequeño suspiro y dejé una suave caricia sobre su cabello.

Fue cuando estaba arrodillada buscando mi calzado que escuche un gran grito proveniente de la habitación. Me levante de golpe y noté que mi amiga estaba teniendo una gran pesadilla. Me paré, para acercarme y noté que una gran cantidad de lágrimas descendían por sus mejillas. Tapé mi boca con una de mis manos un tanto preocupada y no perdí tiempo en sentarme junto a ella. La abracé con fuerza, sin previo aviso y comencé a deslizar mi mano de arriba hacia abajo en la superficie de su espalda. Cerré mis ojos con fuerza mientras el sonido de su llanto hacia que mi entrañas se destrozaran en pedacitos ¿Acaso había algo peor que ver llorando a quien quieres tanto? – Ya, tranquila princesa.- Musité lentamente sin soltar ni un segundo mi agarre.- Solo ha sido una pesadilla, ya estás bien.- Aún el nombre que había gritado había quedado resonando en mi cabeza, más tarde quizá tendría la oportunidad de preguntarle…pero a juzgar por su comportamiento algo muy grave había pasado con esa persona o quizá le había hecho daño. De repente el hambre se había desvanecido por completo y solo podía centrar mi atención en ella.

Había despertado del sueño. De aquel mal sueño y todavía no podía salir de la angustia y pena de todo lo que se había sentido tan real, tan cercano, tan terriblemente tenebroso y como se partía mi corazón a cada segundo. Las lágrimas salían a borbotones por mis ojos y mi cuerpo entero temblaba. Mientras el corazón latía como si hubiera recibido la peor noticia de todas por fin volvía a la realidad que era mi cama, todavía el sol no se iba en aquel lugar pero aquel sueño se había sentido una eternidad. No alcanzaba a volver en mi cuando siento unos brazos rodeándome y ni siquiera pude identificar en primer momento quien era quien me abrazaba, simplemente me lancé a llorar con más fuerza aún, desahogándome por completo de aquella pena que era la más grande que había tenido en la vida. Nadie sabía muy bien en la Universidad, era algo que tenía yo escondido y simplemente solo lo hablaba rápido cambiando el tema para no causar lástima en nadie. Mis brazos rodearon a la persona que me tenía entre los suyos con fuerza porque de verdad necesitaba aquella contención.

Poco a poco las lágrimas se empezaron a acabar, me limpie con la mano los ojos y aunque seguía asustada por fin pude ver quien estaba junto a mi, y no me dio demasiada sorpresa ver a Amelie. La rubia no solo era mi compañera de habitación y fraternidad sino una de las personas que más había aprendido a querer desde que llegue a vivir a esa casa. No estaba acostumbrada a tener amigas, por lo general me había rodeado más de hombres y al no tener los mismos gustos que las típicas chicas en secundaria resultaba bastante difícil congeniar con ellas. Pero todo cambió cuando entre a Sigma, y tuve la fortuna de tocar en una habitación con chicas tan distintas y valiosas como lo era Emma, Brooke y Amelie. La rubia me había conquistado enseguida con su manera de ser, y de verdad ahora que me consolaba en mi despertar tan accidentado, no pude evitar que mi corazón se reconfortara poco a poco con sus caricias y sus palabras llenas de cariño. Era como si un familiar estuviera cerca. Tal como mi madre, rubia también por lo demás, me consolaba en mis terrores nocturnos infantiles. Era aquella necesidad tan primaria de sentirse protegido de la cual tenía una carencia que al menos esa tarde mi amiga cumplía. Me abracé a ella con más fuerza aún.- No quiero más… se veía tan real- sollocé ya sin lagrimas al menos. Estaba de vuelta en la realidad, y afortunadamente, estaba en casa y Amelie no podría jamás comprender lo bueno de que fuera ella quien estaba allí más que cualquier otra persona.

Las lágrimas comenzaron a brotar por mis ojos al sentir el mismo dolor que ella estaba pasando en ese momento. Sabía perfectamente porque dolían sus ojos… una muerte. Los reconocía porque los sabía de memoria por mi misma frente al espejo, cada noche que el monstro que habitaba en la parte inferior de mi cama me  recordaba que mis padres habían fallecido probablemente por mi culpa, solo por una inocente ocurrencia de una niña al ver una bandera. Apreté mis ojos con fuerza y pude percibir el gusto salado en mi boca, que comenzaba a recorrer de a poco mi mentón. Sabía que no debía recordar, siempre dolía demasiado, pero la fusión de mi dolor con el suyo simplemente emanaba tristeza en el aire. Me recargue sobre el hombro de Lili, ya no sabía de cuál de las dos era el llanto que caía. No sabía si ella me estaba consolado a mí, o era yo la que estaba consolándola en ese momento. Solo era consciente de que ella compartía mi dolor y eso era más que suficiente.  

Acaricie calmadamente su cabello, como lo hacía mi hermana cada vez que arrojaba almohadas por toda la habitación y gritaba. Es difícil de explicar un sentimiento cuando este rebalsa de tu alma. Me di cuenta en ese preciso instante lo muchacho que me importaba la castaña. No era que me consideraba un insensible, pero la vida siempre me había jugado una mala pasada… y de repente llego a esta universidad lejana donde todo es demasiado perfecto como para algo vaya mal. Lili me ha tomado como retazo para remendar su vida y yo he hecho lo mismo con ella, de a poco, se metió entre mis venas y me infecto de esa felicidad tan suya, que emana de su aura como el vapor del café que degusta por las mañanas, definitivamente ella es una de las mejores cosas que me ha pasado en California ¿será por eso que le tengo tanto aprecio a esta ciudad?

Levante su cara desde el mentón y deje escapar una pequeña sonrisa al vernos a ambas como un espejo, a través de sus ojos cielo podía ver los míos hinchados junto a mis labios y mis mejillas como si estuviera realmente enferma. – Lo sé pequeña, lo sé…ya no pasa más, estás aquí conmigo.- Asegure tomando sus manos. Deje un pequeño apretón sobre las mismas y las lleve en dirección hacia mis labios para dejar un beso dulce y reconfortante. Sonrie Lili por favor, no saber lo mucho que me duele verte llorando.

Algo pasa cuando tu piel entra en contacto con la piel de un ser querido. Cuando el mundo pareciera ir demasiado rápido que todo parece un espiral, cuando las cosas parecen estar rebalsándote y no hay nada que tu puedas hacer para impedirlo. En ese momento, el solo roce de una caricia sobre tu cabello, de un abrazo entregado con cariño en el que te fundes en la otra persona puede cambiar aquello que se ve como el descontrol total. Tu respiración pasa a ser normal nuevamente, se siente el aire entrando a tus pulmones y olvidas que hace un segundo no podías ni respirar, el ritmo cardiaco se normaliza y después de un rato, se acompasa a tu ser querido. La gente menospreciaba los abrazos, en pos de otras tantas muestras de cariño, pero para mi, esa labor de sostén, de pilar en el cual te apoyas hacía que prefiriera mil veces un abrazo. Y aquella rubia, que en poco tiempo se había convertido en algo tan fundamental en mi vida. No tuve amigas chicas de verdad en mi paso por la secundaria, y ahora agradecía como la vida me demostraba que había estado tan equivocada al jamás buscar amigas. Solo mis compañeras de habitación eran tres personas importantes para mí, con la ternura de Emma, la energía de Brooke y el entendimiento que tenía con Ame.

Por eso, si bien las lagrimas salían de nuevo, ya no era la angustia pura, sino el método que tenía para desahogarme, para dejar pasar el mal rato y poder volver a la realidad. Me aferré con mas fuerza a Amelie hasta que de apoco, la respiración se pudo volver a controlar, y lo que me decía de algún modo lo empecé a creer lentamente. No porque sintiera que las cosas podían pasar, quien entendiera lo pasado como yo, quien hubiera pasado por lo mismo, sabría solo se aprendía a vivir con ello. Sin embargo, algo había de cierto, estaba allí con ella. Nada podía ser tan malo. La mire a los ojos y me preocupe un poco, parecían bastante afectada de verme mal y no quería, no quería ponerla así por lo que me esforcé con todo mi ser en yo estar mejor acariciando también sus rubios cabellos. – Siento el haberte asustado- musité lentamente, mientras intentaba sonreir.- ¿Dónde ibas, Ame?- le pregunté observándola un poco, ya estaba algo más calmada, se veía recién bañada y vestida. Tan niñita que era yo que le había interrumpido su salida.

¿Qué tan popular podía ser la frase "Si te caes te levanto, y si me acuesto contigo"? Probablemente durante los últimos minutos había adquirido un significado que nunca antes había logrado en mí. Sus manos provocaron que mis lágrimas dejaran de brotar mis mejillas y solo puede embozar un gran sonrisa en la comisura de mis labios. Me removí hasta el respaldar de su cama y deposite la coronilla de mi cabeza en ella. Mis ojos se encontraban un tanto hinchados en ese instantes... y probablemente mis labios también. Maldigo a la anatomía de mi cuerpo. Repase la punta de mi nariz con la parte de mi interna de mi muñeca y centré toda mi atención en la castaña que se encontraba tan solo a unos centímetros de mi cuerpo, recomponiéndose de la escena. — Hum... solo tenía que ir a buscar unos apuntes en la librería. — Musité con vos algo acortajeada y traté de despejar mi garganta con una pequeña tos provocada. — Solo tenía que retirarlos... le enviaré un mensaje a Dominique, probablemente ella aún este en la universidad. — Agregué mientras tomaba mi teléfono móvil en manos y realizaba el pequeño tramite de intercambio con la sigma. Afortunadamente ella estudiaba la misma carrera y teníamos esa facilidad de movilización cuando la otra quería algo.  Mis ánimos habían disminuido un poco, por causa y efecto de los sucesos. Creía  mucho más prudente permanecer dentro de la residencia y asegurarme que Lili siguiera bien.


Me senté en forma de canastita, recargando ambas manos sobre mis rodillas y deje escapar un suave suspiro mientras dejaba caricias en la espalda de mi compañera. Aún habían quedado muchas incógnitas para resolver luego del llanto. No quería pecar en imprudencia, por lo que prefería que ella misma tomara la decisión de hablar o acerca de la cuestión. Estreché mis dientes con la punta de mi lengua y miré de manera compasiva sus ojos. — Lil... ¿sabías que mis padres fallecieron en un accidente? — Solté, de golpe y sin anestesia. La mayoría de las muchachas más de una vez me habian oido hablar con mi "madre" por teléfono. Ese era el titulo oficial que le predisponía para no tener que llegar a dar una gran explicación de la realidad. Ella era simplemente mi tutora, no la llamaba "Ana" por un simple capricho de adolescente, con negatividad a sus figuras paternales. Junto con su esposo habian realizado un gran trabajo con mi crianza, sin embargo... nada era lo mismo.    En el fondo de mi pecho algo se retorcia cada vez que la llamaba "mamá" frente algún desconocido... probablemente un sentimiento de infidelidad. Desde pequeña -y aún en el presente- sentía que mi madre me observaba ¿Se habrá enojado alguna vez? Lo juro mamá... solo tengo una sola madre.

No quería retrasarla si iba a un lugar importante. Amelie, desde el momento en que la conocí, había tenido un cuidado especialísimo por mí, como si supiéramos que podíamos curarnos mutuamente de nuestras heridas. Esas tres chicas en esa habitación y yo teníamos un vinculo difícil de explicar debido a nuestras diferencias de personalidad, pero que sin embargo si uno creía en una magia cósmica llamada destino, nosotras cuatro estábamos unidas por algún hilo invisible. Pero la rubia tenía esa forma de ser conmigo que me hacía quererla demasiado, aún cuando a poco de conocernos nos dimos cuentas de unas coincidencias bastantes irónicas de la vida, y que rápidamente quedaron en el pasado. Pero Amelie en este instante me aseguró que Domi, otra hermosa sigma, podía ver sus apuntes por ella y agradecí se pudiera quedar conmigo, pues cuando me había tranquilizado eso no sería posible sin su presencia.- Gracias, Ame- dije con suavidad mientras sentía mas confort en cada caricia que dejaba en mi espalda.

No sabía que tanto había gritado, no sabía si había hablado, así que el hecho de que soñara con mi hermano pensaba era un hecho que solo era para mí, y aun tendría tiempo para averiguarlo cuando Amelie soltó la bomba, su verdad que hasta el momento no conocía. El poco tiempo que llevábamos de amistad no permitía que algunos temas fueran tocados en profundidad, y suponía que como en mi caso, eran temas de los cuales ninguna hablaba demasiado rápido, en parte para no provocar la lástima de los demás, como para no entrometer a nadie en algo que era de cada una, muy dentro de nosotras, más que nada. Tomé su mano apretándola con fuerza, no habían palabras, o existían demasiadas que no tenían ningún sentido. Había una colección de frases cliché para estos momentos, pero yo sabía mejor que nadie que ninguna de ellas servía para algo, solo ayudaba a crear esa barrera entre la persona que lo dice y quien recibe las palabras. Pero aquel gesto de manos intentaba transmitirle que si bien nunca la entendería a cabalidad, sabia que tipo de dolor era, sabía exactamente como destruía el alma y que no te querías mover por miedo a que los pedacitos, unidos con pegamento mil veces, fueran a salir volando por los aires por enésima vez. Con mi mano libre tomé uno de los marcos de fotos que estaban cuidadosamente en mi mesita de noche, allí aparecía yo, hace dos años, con un chico que me sacaba unos quince centímetros de altura abrazado a mí.- El es Connor, mi mellizo, también murió en un accidente- solté con un nudo en mi garganta, pocos lo sabían, y odiaba esa mirada que tenían las personas cuando lo sabían. Por eso no le di esa mirada a Amelie cuando me dijo su verdad, y por eso tampoco la vi en sus ojos para mí. – Apesta…. Cada día…- solté. Ella entendería.- Pero ellos deben estar orgullosos- solté sobre sus padres. Amelie era una de las mejores chicas que había conocido, completamente, y ahora entendía donde radicaba su fortaleza. Yo quería eso, quería ser alguien de quien Connor se sintiera orgullosa. ¿Acaso era demasiado pedir?

Mi labio inferior comenzó a temblar lentamente como si las palabras pronunciadas por la muchacha de cabellera castaña sonaran como una puñalada en dirección hacia mi estomago. Jamás me había preguntado si ellos estaban orgullosos de lo que hacía o como lo hacía, simplemente tratada de disfrutar de mi día a día sin necesidad de angustiarme a cada momento. Había días en los que estaba sola y podía hacerme ese tipo de planteos… pero quizá era una de las razones por las que me gustaba estar llena de actividades.  Una lágrima comenzó a descender lentamente por mi mejilla izquierda, hasta topar con mis labios, donde mi inundo con un sabor salado. Limpie rápidamente su rostro, como si no quisiera que quedara evidencia de ella en mí y traté de forzar una pequeña sonrisa en la comisura de mis labios. —Estoy segura que ellos están aquí con nosotros… aunque siquiera lo podamos creer— Asentí, como reafirmando mi idea principal y deje una pequeña caricia espaciosa en el hombro de la muchacha. No había palabras suficientes como para saciar la depresión interna que cada uno acarrea consigo cada vez que un ser querido se va. Pero mi padre siempre había dicho que las estrellas brillaban hasta que nosotros encontráramos  las nuestras propias y sin duda había hallado mucho de las mías ahí mismo en Ucla. De hecho, Lili era una de mis estrellas.

Me senté en forma de canastita para mi propia comodidad y me estiré hacia un costado, prácticamente dejando la parte superior de mi cuerpo en el piso, jalando una pequeña caja de metal. En su interior había varios chocolates, que habían sido obra del día de San Valentín y varios “suministros”, como yo los consideraba, para mis momentos tristes. Abrí la tapa, que emitió un sonido bastante estruendoso al ejercer fuerza y la puse entre ambas para que pudiéramos tener acceso. —Adelante… es necesario— Murmuré con gracia mientras tomaba una de las pequeñas barras de chocolate y comenzaba a deshacerme de su envoltura.
Realice el primer mordisco, disfrutando de lo excito del dulce de cacao en mi paladar y lleve uno de los mechones de cabello hacia la parte trasera de mi oreja.   —¿Sabes? No recuerdo sus caras… a veces tengo que refrescar mi memoria con fotografías — Musité mirando en dirección hacia mis pies, porque aunque no lo admitiera estaba un tanto avergonzada ¿Acaso era normal? Deje escapar un pequeño suspiro y con mi dedo pulgar limpie la sobra de chocolate que se había acumulado en mi labio inferior.

- No solo ellos están para nosotras… también estamos la una para la otra.- Podía sonar algo cursi, pero de verdad era honesto de mi parte decirlo. Antes de Ame, no sabía lo que podía ser una amiga cercana, solo estaba Mia que prácticamente había crecido conmigo, pues era hija de la mejor amiga de mi madre. Pero con Amelie nos habíamos encontrado en la vida la una a la otra, y era una afortunada de tenerla en mi vida, de poder decirle buenos días cada mañana y cuando debamos irnos de aquella casa de seguro a la que más extrañaría , ciento por ciento seguro, sería a Amelie. Tomabamos con humor ciertas circunstancias que nos habían unido antes siquiera de conocernos, y nos apoyábamos en todo momento. Quizás era aquella falta de alguien el que había hecho que encajábamos como piezas de un rompecabezas, perfectamente.- Yo estoy muy orgullosa de ti, preciosa- dije acariciando su cabello y dejando un beso en su mejilla cariñosamente, para quedarme a su lado. No dudé un solo momento cuando me ofrecía chocolates llevando uno a mi boca para darle un mordisco.- Todo lo salva el chocolate… deberíamos reforzar nuestras municiones- pensé, ya que últimamente estábamos atiborrándonos de comida chatarra, de verdad debíamos cuidar eso, o como dije, comprar más chocolate.

Escuché con atención sus palabras mientras acariciaba su espalda afectuosamente, no quería llegar a ese momento de olvidar el rostro de Connor, su sonrisa autosuficiente y su mirada castaña heredada de papá. Yo afortunadamente aun no necesitaba de fotografías para recordar la cara de mi mellizo, la herida estaba aun abierta y era demasiado reciente que de hecho veía su rostro en cada sueño, y en cada pesadilla. Pero de seguro en algún momento tendría que hacer lo mismo que ella.- Lo que me da miedo… es olvidar su voz. Quizás por eso sigo corriendo autos, cuando acelero el auto… lo escucho claramente dándome instrucciones.- confesé por primera vez. No s elo había dicho a Jackson siquiera, el solo sabía que Connor me había enseñado y que le dedicaba mi triunfos, pero no que de verdad lo podía escuchar. Tomé la foto para mostrársela.- Era guapo eh… Podrías haber sido mi cuñada-. Alcé una ceja en broma solo para tratar de animarnos un poco.

Mis ojos se iluminaron con cierta simpatía al escuchar la última frase de Lili. Aunque sonara un tanto extraño, solo bastaba con que su hermano fuese un tercio de lo buena persona que era ella como para que mi atención se posara en él. — Apuesto a que sí... y si era parecido a tí nuestros hijos hubiesen salido como unos modelos dignos de cualquier tapa de revista. — Murmuré siguiendo su propia broma mientras dejaba escapar una pequeña carcajada y llevaba nuevamente un trozo de chocolate a la comisura de los labios. Recuerdo con exactitud la manera en la que mamá comía los dulces ; los introducía de a poco en sus labios tratando de percibir su olor, luego los apoyaba en el paladar para que todas las partículas de azúcar comenzaran a realizar su reacción de solubilidad y cerraba los ojos, como si en ese preciso momento se pudiera transportar a otro lugar. Ella era realmente hermosa en absolutamente todo, incluso cuando solo podía escuchar sus pasos en la cocina de la casa cuando era la primera que se despertaba y preparaba el desayuno para todos. Te extraño tanto mamá.

Apoye ambas manos sobre mi abdomen y me incline apenas un poco hacia un costado. Ahora mi cabeza estaba acomodada plácidamente en el hombro de Lili y me podía sentir en completa paz.— ¿Sabes? Una de las cosas que más extraño de Argentina son las expresiones en español... y el mate. Algún día deberiamos viajar y te haré probar el mate. — Susurré concentrada en mis propios pensamientos mientras miraba en dirección hacia mis manos y recordaba las largas rondas familiares donde más de uno lo consideraría poco higiénico, pero aún así agradable. — Mi hermana viaja con más frecuencia que yo. — Agregué como si estuviera un tanto enojada con mis propias palabras, porque aún tenía en algunos años ese tipo de negación. Quizá si iba allí me desmoronaba por completa ante el recuerdo de ambos. Mi abuela no pararía de llorar al verme, sabiendo que soy su retrato vivo y mi abuelo me presumiría ante toda su familia aún llamándome "Claire" por error. El contexto simplemente me destrozaba.

Me recoste, acomodando la almohada bajo mi cabeza y deje escapar un pequeño suspiro mientras cerraba mis ojos. Solo deseaba que mi mente se pusiera en blanco de una vez y dejar de pensar acerca de mi pasado. — En otra vida seguramente fui parte de la segunda guerra mundial, un militar o algo similar. De lo contrario no tendría estos dolores de cabeza como si fuesen bombardeos. — Susurré con una pequeña sonrisa en mis comisuras, un tanto emocionada por mi propio comentario ¿Quién se cruza con jovenes rubias que creen en las mediums y en vidas pasadas todos los días?  Yo me figuro con ella todos los días frente al espejo.— Y seguramente tenía un mono... porque amo los monos. — Agregué con una carcajada y lleve mis manos hacia el abdomen de Lili para ejercer unas pocas cosquillas con la única intención de molestarla.

La escuché hablar fascinada por cuanto me decía de Argentina, nunca había estado allí, pero alguna vez habíamos querido con Connor tomar el auto y llegar, aun no sabíamos como, a la Patagonia, así que Argentina era parte de los intereses que tenía para mis viajes, pero con el tiempo y las lágrimas toda esa clase de planes para futuro se habían desvanecido. Aunque ahora, podían tomar un nuevo color, una nueva forma alegre por cuanto con quien me podría embarcar en aquella aventura era mi mejor amiga.-  Nunca he tomado, debes enseñarme todas esas cosas- le dije mientras acariciaba su cabello de manera cariñosa.-  Quiero bailar tango en Buenos Aires alguna vez, ¿te parece? ¿sabes?- le dije entretenida con una sonrisa en mi rostro, ya casi olvidando por completo que solo hace minutos había despertado entre lágrimas.-    Una vez tome una clase, pero de seguro en el momento me envuelve la emoción y bailo…  algo- le comenté riendo escondiendo mi boca para reírme. Era muy de hacer las cosas sin pensar en que podían ser algo ridículas, pero me gustaría aprender tango en algún momento y más aun tomarme la clásica foto en Buenos Aires, en Caminito bailando. –   Nunca he viajado con una amiga- le confesé, era un poco extraña por no haber tenido demasiadas amigas hasta la Universidad, sobre todo por la facilidad que estas se dieron.  

Es como si nos hubiésemos conocido en otra vida y justo pensaba eso mientras apoyaba con suavidad mi cabeza en la almohada y la veía a los ojos cuando ella menciona lo de sus dolores de cabeza y sonrío acariciando su frente con cuidado.-   Creo que no ayudo mucho con mis pesadillas- solté preocupada y luego le dedique una sonrisa cariñosa mientras seguía acariciando su frente, pasando ahora a sus cabellos.-  Prometo  no hacer mucho más ruido acá, hay que pedirle ahora a Broo lo mismo- reí, solíamos reírnos de nosotras mismas, teníamos un sentido del humor tan relajado las tres que no era sorpresa lo cercanas que éramos.-   ¿te imaginas en esa época? Pero quizás de allí es tu templanza… no sé, yo creo que vivi  Roma a veces… no sé ni porqué- le conté tranquilamente. Esa sensación de poder decirlo que fuera era impagable. Y estaba relajada cuando unas cosquillas me atacaron de la manera más loca posible, haciendo que me retorciera y gritara.-  No, Amelie, no- grité tratando de alejarla antes que mi cabeza diera en el respaldo, cosa que hizo.-  Ouch…- solté  riendo aún, de verdad eran mi perdición las cosquillas, y la rubia lo sabía la perfección. Suspiré ante lo que dices.-  Bueno… yo también, me gusta más uno claro- solté escondiendo mi rostro en la almohada. Solo a ella le podía confesar todo lo que pasaba por mi mente y corazón.

Un gran bohemio argentino, y salteño por supuesto, me contó una anécdota o más bien, una de sus innumerables trasnochadas:. Me acuerdo que estábamos todos discutiendo sobre la dictadura y los desaparecidos, y en la mesa no faltaba el borracho dormido. Estaba tendido sobre la mesa y entre pequeños silencios se lo podía escuchar roncar. Pero se levantó acusándonos e insultándonos de que no sabíamos nada. "Ustedes son unos boludos, no tienen razón". "Eh, para si no sabes de qué mierda hablamos" contesto de mala manera una de mis hermanas. Entonces el borracho suelta: "Yo tengo noticias, una buena y otra mala. ¿Cuál quieren saber? ¿La mala? La mala es que todos nos vamos a morir, no se supo nunca de nadie que haya sobrevivido a la tierra. La buena es que esos hijos de puta no van a reencarnar... porque no tienen alma." Más tarde tuve la oportunidad de conocer su nombre de pila y me cultivo de toda la cultura argentina. Sabía bailar el tango de una manera sublime y yo era su pequeña aprendiz. — ¿Que si me gusta? Debe ser una de las pocas danzas que sé bailar con gracia. — Susurré mientras dejaba escapar una pequeña carcajada y asentía con mi cabeza ante sus palabras. — Algún día debemos de ir... estoy segura que te gustara mucho Argentina.  O será que yo estoy demasiado enamorada de ella. —  Dije con dulzura mientras escondía uno de los mechones que caía sobre mi frente atrás de la oreja izquierda.

Pare ambas manos en cuanto escuche el pequeño sonido de la madera siendo participe de un choque contra la cabeza de la castaña y no pude evitar sentir hasta una pequeña punzada en mi cabeza debido a lo mucho que me estaba riendo. Tapé mi boca y procuré calmarme una vez que comenzó a hablar de aquel muchacho que cada vez se estaba volviendo más y más importante en su vida. Mordí mi labio inferior con cierta complicidad y dí dos pequeños aplausos con mis palmas. — Bravo, así de feliz es que te quiero ver todos los días. — Verdaderamente el brillo que llevaba en sus ojos despertaba una cierta ilusión en mí. No había nada que me haga más feliz que ver a los de mi alrededor enamorados. Los fuegos artificiales se encendían y comenzaban los coros de los ángeles. — Ahora bien... el te rompe el corazón y yo le rompo la cara. — Bromee mientras me volteaba para poder mirarla con mayor atención. — ¿Te sientes enamorada? — Cuestioné, atenta a lo que fuese a contestar. No recordaba cuando era la última vez que me había enamorado por completo, por lo que despertaba una cierta nostalgia en mi persona.  Pero mi padre siempre decía que solo bastaba con estar enamorado de la vida... y yo le creí.

Yo era un poco de todos lados, no me sentía completamente americana pues ninguno de mis padres era demasiado puro de sangre, y ninguno de mis abuelos era americano, de hecho.  La sangre mexicana de papá se manifestaba más en mi carácter que otra cosa, podía llegar a tener una forma de ser “muy latina”, como siempre decía mamá, cuando me lo proponía. Sin embargo sabía que físicamente, había sacado mucho más de las raíces húngaras de mamá,  haciendo una mezcla bastante difícil de describir. Por eso decía con orgullo que era Californiana, donde se mezclaban todas esas rarezas que me definían, así como la sangre argentina llamaba a gritos a Amelie.- Me debes enseñar a bailar… ¿dale? Vamos di que si- digo juntando mis manos pidiéndole por favor mientras ponía una cara de puchero epica sentándome mejor en la cama, para luego devolver mis castaños a la almohada mirándola con cariño.- Debemos usar nuestras vacaciones para eso…  me encanta viajar- dije soltando un suspiro.

La mire con atención luego de mi avergonzada confesión. Si ella lo decía, debía ser verdad, debía verme feliz, y es que a veces sentía que sonreía como tonta cuando recordaba alguna  conversación o algún momento juntos. No es que hubieran miles de hombres en mi pasado, pero si habían unos cuantos, cuál de todos peor experiencia que la anterior, era como si buscara las desilusiones, los dolores. Con Jacko  era completamente lo contrario, sabía que no era como ninguno de esos desengaños y si bien al principio jamás pensé se podía fijar en una chica como yo, el simplemente haberme fijado en un chico mejor me hacía sentir que crecía, que podía cuidarme de mi misma.- Jacko es bueno… no querría romper mi corazón- sabía perfectamente que a veces uno rompía el corazón de las personas sin querer realmente hacerlo, pero sabía que  Jackson era bueno, que me cuidaba aun sin darme cuenta, que tenía esos gestos que no me quería perder nunca. Y entonces vino esa pregunta que no supe cómo responder, mas por inexperiencia que por no sentir realmente algo por Jacko. Lo adoraba, eso era cierto, y  si bien era lo suficientemente independiente para vivir sin él, no quería hacerlo, me gustaba verlo en mis días, la manera en que se había acoplado a todo en mi alrededor, como si perteneciera allí desde siempre.- No me lo he preguntado…- confesé honesta.-  Pero si lo que siento no es estar enamorándome, tengo miedo  de la intensidad de lo que eso sea… - acepté con un suspiro y una sonrisa tímida.- Creo que no solo el, sino también ustedes, pero en gran medida él… me hacen lo feliz que nunca pensé podría volver a sentirme- una lagrima rebelde escapo de uno de mis ojos, apresurándome a limpiarla, dando un nuevo suspiro.

Y después de unos segundos perdida en mis pensamientos la mire con curiosidad. Sabía algo pasaba, y no estaba segura de saber que. Quería estar allí para apoyarla en todo, de esos e trataba ser mejores amigas después de todo, pero la idea que mis propios juicios respecto de ciertas personas me nublen, simplemente me asustaba.- ¿Y tú? ¿No hay nadie en ese corazón?- le interrogué.

Me senté en una mejor posición para no estar completamente recostada sobre mi estomago y tener una mayor proyección de la voz. Si bien nunca había tenido una de las voces más angelicales del mundo me defendía bastante bien o eso decían la mayoría de mis familiares y amigos que me oían cantar todo el tiempo. No podía estar ni un momento sin relacionar cualquier aspecto de mi vida con una canción.  — Cuando estemos viejos y tiemblen mis manos al tomar las tuyas... y nos falte el llanto la risa y la bulla de  estos tres diablillos que ya estarán lejos.  Cuando estemos viejos, cuando estemos solos... cuando no haya nada y nos duela todo. — Entoné con cierto tono seductor que solo el tango podía ocultar desde sus más profundas raíces. Aún recordaba las tardes en la que mi padre se dedicaba a tocar música criolla, acompañado de la guitarra y el mate. Anhelaba más que nada poder compartir todos esos momentos de felicidad con mi mejor amiga. Cuando todo se vuelve paz en mi interior y puedo ser completamente yo, tal y como cuando me encuentro solo con ella. — Por supuesto. Apenas tengamos vacaciones nos tomaremos un avión. Ya tenemos donde quedarnos. —  Afirmé asintiendo con mi cabeza, con el propósito fijo de que algún día pisaría otra vez mis tierras natales.

Escuché atentamente a la castaña, prestando atención en cada una de sus palabras. Me hacia mucha ilusión de que estuviese tan contenta. Podía apostar todas mis fichas a que se estaba enamorando. Aunque claro ¿yo que podía saber del amor? La última vez que verdaderamente me había enamorado de una persona me había defraudado por completo, jugando con mis sentimientos como si me tratara de un misero títere que solo bastaba con jalar sus hilos. El amor no es algo que simplemente se va de un día para otro, por que más de una vez llegaba  a la conclusión que era la única que realmente había tenido un sentimiento genuino. Nadie destruye a quien ama. No obstante, un hombre se había atravesado por arte de magia en mi vida y aunque aún no se trataba de nada completamente serio se podría decir que se trataba de un pequeño rayito de luz en tanta tempestad. — Te lo contaré ¿bien? aún no lo sabe nadie. Pensaba guardarmelo porque es muy reciente y quizá algunas personas podrían salir lastimadas... — Murmuré con calma, dispuesta a abrirme sentimentalmente con ella. Podría poner mis manos al fuego que no diría nada, pero aún así sentía algo comprimirse en mi pecho por admitirlo. — Puede que me sienta un tanto atraída por el sublider de los Delta. —Admití de golpe sin ningún tipo de anestesia mientras tomaba una de las almohadas más cercanas y la aplastaba sobre mi rostro, dificultando un poco el escuchar mi voz. — Sé que su ruptura es reciente y sé que quizá sea un error. Pero no lo sé... me siento ¿bien? con él. No lo sé, quizá no sea nada. —  Comenté algo afligida, bien sabía ella que tenía un tanto de rechazo hacia las relaciones amorosas. Muchos muchachos habían pasado en mi camino y aún así no sentía que alguno de ellos se mereciera algo de mi parte, pero ¿Qué era lo que me hacia especial? Quizás nada, quizá solo esperaba más de lo que yo misma podía dar. Pero aún así, no podía evitar sentirme angustiada.

La escuché demasiado divertida, Amelie tenia esos arranques musicales que siempre me encantaban, que a veces nos hacían cantar o bailar a saltos sobre una cama porque no encontrábamos cosa mejor y más divertida que hacer. La adoraba, más de lo que cualquier persona pudiera medir, el amor por mi mejor amiga era infinito y la idea de tener unas vacaciones donde descubrir nuevos lugares para mi y recorrer  los recovecos de la mente en el espacio para ella sonaban como la mejor opción del mundo.- Voy a volver con acento, papá me mata si mi español vuelve con acento- le advertí  riendo, sabía el marcado acento argentino, y mi padre, orgulloso de sus padres mexicanos, no me dejaría entrar en la casa hasta que recobrara aquel tonito que aprendí de pequeña en esas visitas a mi abuela que con amor me decía Liliana, porque para ella me llamaba así y no Elice, que no sabía cómo demonios me habían puesto un nombre así si mi apellido era Hernández.

De verdad me sorprendió la respuesta a esa pregunta que hice más por curiosidad y porque quería saber en que estaba  mi mejor amiga. Jamás se me hubiera ocurrido, y durante un segundo pensé que tan mala amiga debía ser para que estas cosas te traigan por sorpresa.  No iba a negarle que la situación era compleja, pero la realidad no era como un puzle en la que todo se daba fácilmente, algunos eran más afortunados que otros, pero a nadie le llegaban las cosas sin trabajar y hasta luchar aunque fuera un poquito en ellas. Y así que yo era la primera persona en saber quien le gustaba a Amelie, tome y agradecí ese voto de confianza como la gema preciada que era acariciando su cabello con suavidad, ella era sin duda la persona que más confiaba, la única que podía saberlo todo  y saber que parte de mi alma estaba guardada bajo siete llaves en la suya, me hacía sentir algo más segura.- No te voy a mentir… claro que las cosas se ven complicadas…- un beso se poso sobre su frente.- Pero nada es imposible, y si te hace sentir bien por un momento que sea… vale la pena que vayas a descubrir si vale la pena- yo misma  que ahora parecía, y era, tan feliz, cuando recién conocí al delta pensé jamás se fijaría en mí, yo tenía mis miedos y el tenía los suyos producto de las  pasadas relaciones, y juntos nos curamos,  y aunque no fuéramos perfectos, éramos felices. Era lo mismo que quería para mi mejor amiga, y no me importaba con quien fuera, la iba a apoyar de todos modos, porque la felicidad que me importaba era la de ella.- Aquí me tienes para apoyarte, pata darte ánimos, para todos… y no le diré a nadie- dije soltando una sonrisa cómplice a medida que  bajaba la vista.- Y lo mismo, te rompe el corazón, yo le rompo la cara, y paso por encima de ella con el Chevy- dije segura, y si bien no era tan extrema, si alguien le hiciera daño, se sabría que con mis seres queridos nadie jugaba. Casi sonaba como mi hermano respecto a mi, ahora que lo pensaba, y un suspiro se hizo presente en la habitación.