Levesque, Jonathan Christopher. ID.

Callado pero intranquilo, Johnny es, probablemente, la peor pesadilla de cualquiera. Aparentemente, es un chico serio, inteligente como ningún otro, y accesible hasta cierto punto. De sonrisa encantadora y ojos hipnotizantes, el muchacho pareciera un sueño de persona. Quizás sea servicial, atento y buen consejero, pero su lado oscuro nadie lo sabe más que él mismo y nadie más.

De buenas a primeras, Jonathan es casi el típico chico cerebrito que ni se esfuerza por estudiar o sacar buenas calificaciones; simplemente lo hace. Su memoria eidetica le ayuda de cierta manera a ello. No es vergonzoso, ni carece de confianza en sí mismo como cualquiera de su clase. El ojiazul quizás tenga una sonrisa amable, y aunque sus ojos, cuando se dista de la realidad parecen pensar en cosas inhumanas, pueden haberte parecido solamente concentrados en algo... ¿Cierto?

No es un chico físico. Con esto me refiero a que no le gusta que la gente lo toque o él mismo tocar a la gente a menos que esté de humor. Ten en claro que se va a tensar si hay un roce de piel inocente con él sin alguna advertencia. John puede ser algo explosivo, dejando salir su lado malo a flote, pero nunca totalmente. Nunca.

¿Por dentro? Uno de los seres más oscuros y malévolos que puedes encontrar alguna vez en la vida. Sí, parece un chico normal, pero la mayor parte de los psicópatas parecen personas normales.

El fuego es su principal debilidad, pero eso no lo detiene. La sangre le llama la atención en buena medida, al igual que los juegos psicológicos. Es de sangre fría y nunca teme de las consecuencias de sus actos, más sí de los posibles castigos. Es por esto que se esfuerza en saber y planear cada uno de sus actos vandálicos, llevando a cabo planes mentales y elaborando diferentes tácticas para escapar después de lograr su cometido.

Jonathan nunca se va a rendir ante ninguna cosa, sea uno de sus deslices psicópatas o algo tan mundano como una partida de fútbol. Él tiene que ser el mejor cueste lo que le cueste, sea esforzándose realmente por ello o simplemente lastimando físicamente a alguien. Si debe herirlos mentalmente lo hará. Él siempre tiene lo que quiere, siempre.

Abandonado. Esa es la palabra que marcó la vida de Johnny desde temprana edad. Y no es que sus dos padres lo hayan dejado a la deriva en un orfanato para una vida normal. El abandono puede ser tanto físico como emocional, y a Johnny le ocurrió el segundo. Su madre, Hallie, se casó con uno de los peores hombres que habrías podido conocer... antes de Johnny, claro. Alexander Levesque era un borracho, un degenerado, mujeriego y machista hombre. Alex y Hallie se conocieron en no sé dónde y terminaron en un hotel. Una cosa llevó a la otra, y la mujer terminó embarazada de su primer hijo: Jonathan. Pasaron dos años en los que el niño apenas tenía un ojo encima, y eso casi ni sucedía. Alex obligaba a Hallie a bailarle, a traerle cervezas y además, a trabajar. ¿Él? Muy apenas levantaba el culo de ese sofá apestoso. La casa olía a tabaco, cerveza y comida pasada. Hallie apenas y podía mantener la casa y al niño y dejar dinero para las cosas que pidiera Alex. Afortunadamente, en el restaurante en el que ella trabajaba de noche, se compadecían de ella y le daban la comida que sobraba. Sin embargo, la vida la castigó más.

Dos años después de que Johnny naciera, llegó otro bebé, Mark. La vida trató mal a Johnny desde que nació, probablemente por no ser deseado. Pero Mark... Hubo un cambio con Alex, y Mark resultó ser el consentido. Incluso de su madre. Johnny de pronto casi que dejó de existir para los demás Levesque, excepto para Alex. El hombre, cada vez que el niño lloraba por algo, le metía una cachetada. ¿Piensan que era una cachetada leve, casi que un roce? Pues no. Era rara la vez que no le sacaba sangre de la nariz por sus golpes. Y, conforme fue creciendo, todo se hizo peor.

Cuando tenía ocho años, no tenía un solo amigo. Así es. Tenía calificaciones perfectas, no tenía amigos y eso era el blanco perfecto para el bullying. Pero, antes de que los niños de su clase pudiesen apenas abrir la boca, él ya les estaba mirando tan mal que casi podía transmitirles cómo pensaba matarlos. Y poco le faltó para hacerlo.

Johnny, aproximadamente a esa edad, descubrió su gusto por la muerte. No la muerte en la que piensas en vampiros y esas estupideces; la muerte real. Comenzó con pajaritos. Les rompía el cuello y se iba al patio de su casa para sacarles todo. Torturaba ratones, y se llenaba las manos de sangre con tal de verlos sufrir. No sabía que eso no era un comportamiento normal. Pero siguió haciéndolo hasta sus diez años. Allí, sus traumas siguieron creciendo. Descubrió el fuego cuando cumplió diez. Era de noche, y su padre estaba dormido en el sofá. Tomó las cerillas y salió a la casa abandonada que estaba cerca de su casa, como tres hacia la derecha. Se metió y encendió un par de cerillas. Pronto se aburrió, pero el olor a fósforo quemado le encantó. Decidió entonces ir por algo más grande. Tomó un poco de hierba seca y la quemó en el patio, con cuidado de no crear un incendio. El fuego era pequeño y no llamaba la atención, pero le encantó. Apagó la mini-fogata y se fue a casa.

Pasaron los años, cada vez haciendo más y más "travesuras" en su tiempo libre. Nunca falló con una tarea, más que nada porque, después de leer varios libros, descubrió que tenía una memoria asombrosa. Se dedicaba a hacer de todo después de hacer su tarea; desde matar animalitos hasta crear casi incendios. Alguna vez se asustó lo suficiente por una rama en llamas que usó su mini extinguidor en caso de no querer crear algo serio. Pero todo cambió cuando la nación del fuego atacó su padre excedió la línea.

Estaba haciendo tarea, tranquilo. De hecho, era raro que no estuviese tranquilo. El hombre peleó con Mark y decidió desquitarse con Johnny, dándole una paliza. Iba sangrando y llorando, pero salió de su casa. Volvió en la noche, después de repasar su plan. Roció gasolina suficiente, pero no demasiada porque sabía que después levantaría sospechas. Encendió una cerilla y entonces notó el zippo de su padre. Sonrió. La única vez que lo verás sonreír de esa manera probablemente sea cuando vaya a hacer algo malo. Tomó el zippo y encendió otra cerilla, dejándola caer. Ni Mark ni su madre estaban en casa, por lo que quedó como que nadie de ellos fue el culpable.

La sala se quemó por completo, pero Johnny ya estaba lejos. El parque era un lugar que lo tranquilizaba, a pesar de lo que había hecho. No tenía un solo remordimiento, y su sonrisa era diabólica. Nadie iba a saber que fue él. La mente maestra. Y estaba contento por ello. Regresó a casa dos horas después, cuando los bomberos y la policía estaban allí. Fingió estar sorprendido. Incluso corrió hasta su casa. Todo el mundo le creyó cuando dijo que estaba en el parque de paseo, y alegó que los golpes que tenía eran porque un muchacho drogado lo había golpeado. Sus miradas de condolencia por aquello eran combustible para él. Después de ello, Hallie decidió que debían irse de allí.


Se mudaron a otra casa, ésta vez en Chino, California, no muy diferente a donde vivían antes. La calidad de vida era deplorable, pero no interfirió con el progreso que tenía él mismo. Revalidó sus estudios y pronto se decidió que quería ir a la UCLA. ¿Fraternidad? Ni lo pienses. Con dieciocho años, llegó a la universidad, queriendo con toda su oscura alma estudiar química. Entró, y no fue extraño, gracias a su inteligencia. Consiguió un empleo —modelo. No pregunten— en donde gana lo suficiente para rentarse un departamento junto con otros chicos; obviamente, él tiene el cuarto más silencioso y alejado.

La cosa aquí es que Johnny sigue haciendo lo de siempre. Si bien es tan cuidadoso como si se tratase de una bomba a punto de estallar, han desaparecido mascotas en el área, siendo encontradas, después algo más lejos de la zona. Eso sí, no pasa tan seguido como cuando era niño, pero cada vez que tiene uno de sus episodios, encuentra la manera de satisfacer su sed de sangre. Aún así, el muchacho no se ha atrevido a matar a alguien más, aunque tiene un latente deseo de experimentar la sensación tal cual del líquido rojizo, humano, en sus manos. ¿Quién será el siguiente?

¿Fraternidad? ¿Por qué una fraternidad sería digna de un muchacho tan inteligente y malévolo como lo es Johnny? No. No, para nada. Johnny no necesita una fraternidad, él tiene otras prioridades. Ni Epsilon por el dinero, y mucho menos un Delta. Asco. Las fiestas, la gente y lo ruidoso no es lo suyo. Bien podría haber sido Omega, pero simplemente le molesta la gente en general. Mejor se rentó un departamento cerca y ya, eso es mejor que estar cerca de gente ruidosa o normal.

Mascota: x
Pertenencia más preciada: El zippo que arrebató de su padre antes de matarlo.
Mayor miedo: Que le descubran, pero ser olvidado. Desea que lo recuerden por lo que hace.
Pareja: ¿?
Canción que te describe: Centuries - Fall Out Boy.
Otras cosas:
+Siempre tiene el zippo recargado.
+Tiene una navaja automática completamente negra.
+Siempre lleva las uñas cortas, no soporta que estén aunque sea un poco largas.
+Tiene ganas de tatuarse.
+Tiene un IQ de 190 puntos.