I'm just too far from where you are I wanna go home [Lili]

“Mi pequeña Amélie, usted no tiene los huesos de cristal. Podrá soportar los golpes de la vida. Si deja pasar esta oportunidad con el tiempo su corazón se irá volviendo seco y frágil como mi esqueleto. ¿Qué espera? Vaya”. En definitiva el psicólogo tenía más razón de lo que podía admitir. Quizá no me gusta demasiado el acento innecesario que utilizaba cada que pronunciaba mi nombre, pero aún así los años que llevaba en la rama definitivamente lo habían convertido en un hombre digno de su especialización. En aquellas pequeñas arrugas de su entrecejo se podían analizar un millón de infinitas probabilidades acerca de su estado anímico. En definitiva mi mente solo era capaz de exigirme una norma : Deberías salir de la universidad.

Y no solo salir a recorrer el centro de la ciudad, necesitaba hacer un pequeño viaje. Donde mi cabeza llegara a comprender la magnitud de todo lo que me rodeaba. Ya no se trataba de no sentirme parte de un lugar o un grupo, la indiferencia era creciente hacia mí misma. De la misma manera en la que no podía retener siquiera una oración de mis libros de nutrición, no podía concentrarme en hallarme a mí misma. Y he aquí el dilema, porque todos podríamos desconfiar de lo que los demás podrían ser… pero no de lo que somos. Así que como una obra de arte arme una pequeña maleta en la que solamente llevaría lo esencial y no le di ningún tipo de explicación a mis compañeras de habitación, lo que por alguna parte me dolía, porque sabía que Lili realmente se molestaría si algo me sucedería allí afuera. Pero la experiencia fue por más de conmovedora. Pude acercarme a cierto tipo de personas que dejaron una gran huella, porque verdaderamente sabían cuál era el significado de la palabra solidaridad.  

Para cuando comenzaba a extrañar a mi segunda familia, decidí que era momento de regresar a casa, por lo que tomé todas mis pertenencias y nuevamente me subí al tren que me llevaría camino a California. Un pequeño dolor comenzó a resonar desde el fondo de mis entrañas por solo haber estado comunicada por vía telefónica con mi mejor amiga durante su cumpleaños. No sonaba demasiado animada, pero aún así tenía la esperanza de que alguien pudiera cambiar su día. Toqué arriba de la tela de mi cartera el paquete del regalo y solo pude emitir una sonrisa en cuanto pude percibir el letrero de la universidad desde la ventana del taxi. Una vez que le pague al señor con bigote, solo pude salir corriendo hacia la entrada. Afortunadamente alguien había tenido la brillante idea de dejar la puerta principal abierta, de lo contrario hubiese representado un obstáculo para mi llegada triunfal.

Deje caer el bolso en uno de los grandes sillones del comedor principal, mientras algunas muchachas de rostros desconocidos me miraban como si se tratase de un fantasma. Corretee por varios pasillos, en búsqueda de mis sigmas favoritas sin ningún tipo de respuesta visual ¿En la cocina? ¿La biblioteca? ¿El jardín? Allí en la parte trasera de la residencia se encontraba la persona que se había ganado mi corazón. —¡Ahí estás! — Grité efusiva mientras me lanzaba sobre su cuerpo cual primate, dejando mis piernas alrededor de su cintura. Llene su cara de pequeños besos como si de eso dependiera mi existencia y pegue nuevamente mi mejilla con la suya. — Te extrañe mucho, de verdad. La próxima vez vienes conmigo, no es una pregunta. — Susurré rápidamente.

Después de mi cumpleaños, las cosas empezaron a verse de mejor color. Los días anteriores solo eran el debacle interno de que hacer, si escapar o no escapar, si decirle a alguien o no que quería estar sola, evadir todas esas celebraciones y felicitaciones que no quería recibir porque para mi no era un día alegre, un día en el que hubiera algo que celebrar en lo absoluto. Para mi era triste, era solo el recordatorio que a diferencia de muchos, tuve la fortuna de llegar acompañada de alguien a este mundo, pero que la vida es tan cruel para habérmelo quitado cuando aun nos quedaba una vida por delante. Finalmente escapé, había escapado el día anterior en la noche, dejando mi celular apagado y sin avisarle a nadie. Pero la persona que tenía mi corazón en sus manos, de algún modo también podía leer la mente pues me acompaño a mirar el mar que tanto amaba sin juzgarme, sin preguntar demasiado hasta que me sentí mejor y pude volver a casa. Era una afortunada, no solo tenía al mejor hombre del mundo a mi lado, sino también a esas amigas que rápidamente se habían convertido en hermanas en mi corazón, y tampoco hicieron, la mayoría demasiado revuelo por mi pequeña desaparición. En mi cama había un regalo de Emma que hojee con cariño mientras mi celular de nuevo encendido me avisaba de los mensajes que no leí hasta mucho más tarde, solo recibiendo una llamada de Amelie a quien extrañaba con el alma.

Entendía que a veces uno debía escapar, y por eso no juzgue en ningún momento que Amelie tuviera que hacer aquel viaje que la mantuvo lejos de mí, incluso la apoye y trate que mientras ella quisiera, nos mantuviéramos en contacto. Junto a Emma, se habían convertido en aquellas personas indispensables en mi vida que amaba verla todo el día, desayunábamos juntas antes de ir a clases y comíamos chocolates antes de dormir. Molestábamos a Brooke y tirábamos comentarios que hacían sonrojar a Emma, en el terreno de la amistad era sin duda mi alma gemela. La extrañaba pero sabía, confiaba, en que en el momento preciso para ella volvería y volvería la habitación 100 a estar completa.

Ese día estaba en el patio viendo como se perdían en los arbustos Tigre y Cherry, jugando mientras Tequila miraba cansado desde la ventana. Reí ante esta situación mientras daba el ultimo sorbo a un te y posé con suavidad la taza sobre el barandal que estaba a mi lado. Un grito me sacó de mi calma interior mirando hacia donde vino aquella voz que reconocía, pero que pensaba solo era un juego de mi mente. Sonreí de inmediato mientras mis brazos la rodearon para sosternala. Mi Amelie estaba aquí y era real, no un holograma ni una invención de mi cabeza que la extrañaba tanto como mi corazón. – Rubiaaaaaa- grité dando un beso en su mejilla. ¿De donde había salido? ¿Por qué no había avisado? La hubiera ido a buscar al aeropuerto, organizado una salida o algo para hoy.- Sabes que amo los viajes…. Pero mejor no te vayas más…- dije acariciando su cabello con ternura.- ¿Cómo estas mi preciosa rubia? ¡Debiste avisarme!- le dije sin soltarla, después de tanto tiempo lejos no quería dejar ir a mi mejor amiga ni por un solo segundo.

Me tomé un pequeño espacio para suspirar y poder sentir todo aquel aroma verde que rodeaba a la casa Sigma. Había extrañado poder sentir ese perfume a “casa” que había categorizado al lugar como uno de los mejores dentro de mis recuerdos. Recorrí apenas un poco el jardín con mi vista, sin notar ningún tipo de cambio evidente, lo que me hizo sentir cierto regocijo en el interior. Probablemente nada había cambiado desde que me había marchado, pero sí era una nueva yo, más segura, más alegre, más viva. Abracé con fuerza una vez más a mi mejor amiga y deje escapar una ladina sonrisa de la comisura de mis labios. — La verdad es que estoy mejor que nunca. Era… necesario escaparme un rato de aquí. No por ustedes, no por las muchachas, ni mucho menos por la universidad. Pero necesitaba un pequeño respiro. Todo ha sido suficiente como para encontrar renovada. — Afirme con cierto color en mi tonalidad, me había propuesto a que nada se entrometiera en el camino hacia la felicidad. Llevo tanto tiempo sonriéndole a la vida, que cuando deje de hacerlo, ella empezó a devolverme la sonrisa. —De hecho… hay mucho que contar. Estuve completamente fuera de mis casillas, incluso me anime a hacerme un tatuaje. Mira… —Lleve mi cabello hacia un costado y jalé tan solo un poco de mi remera  para dejar el hombro al descubierto. Allí en uno de los lugares favoritos de mi cuerpo –desde ahora en más- había dos mariposas, en colores vivos que representaban a las dos personas que había querido más en toda mi vida, mis padres. — Son mamá y papá… o bueno, eso quería que representara. — Le dí el tiempo suficiente a la castaña para que lo pudiera observar y me roté una vez más para tenerla de frente.

—¿Cómo ha estado todo por aquí? ¿Las muchachas? ¿Emma, Brooke? ¿Tigre? ¿Tu novio? — Cuestioné con picardía mientras daba pequeños golpecitos sobre sus costillas de forma alentadora con mi codo. — ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! — Recordé y la abracé nuevamente de forma eufórica llenando todo su rostro de pequeños besitos. Verdaderamente me sentía un tanto culpable por no poder haber estado allí y hacerle una fiesta. No todos los días del año nace una persona tan especial como ella. — De verdad que lo siento mucho por no estar aquí… juro que en algún momento lo voy a recompensar. Lo que me recuerda… tengo algo aquí para ti. — Revolví nuevamente mi bolso, para encontrar el presente que había comprado para ella y se lo entregue en sus manos con una pequeña sonrisa. —Bueno, también era una de forma de tenerte cerca. —Agregué mientras aguardaba a que la muchacha pudiese tener entre sus manos la pulsera de plata, con pequeños dijes en forma de pluma y algunas perlas en color celeste.  De forma inmediata cuando lo estaba ideando podía recordar su rostro. Tener el mismo en mi muñeca representaba de alguna manera llevarla donde quien conmigo. — Te ayudo… — Murmuré mientras tomaba la pulsera entre mis manos y la prendía en su muñeca. — ¡Bellísima! — Alagué mientras me acercaba una vez más y le daba un beso sobre su frente.

Era bueno verla radiante, después de aquel bajón anímico que le había visto manifestarse antes de la última vez que se fue. Recordaba nuestra última conversación, a los oídos de cualquiera demasiado criptica, demasiado extraña, demasiado sin sentidos. A nuestras almas, que ya se entendían con un idioma indescifrable, fue la mejor de las conversaciones que hubiera tenido con mi mejor amiga. Aquella chica que de repente llego a mi vida y a pesar de descubrir a poco andar que nuestras similitudes nos habían tenido por caminos cercanos más de una vez, hicimos caso omiso a las bromas y burlas, porque sabíamos nuestra amistad era muchísimo más fuerte. Y ahora la veía feliz, con ese algo, sin poder definir, que le faltaba antes de partir. Esa aura que envolvía la mirada que denota experiencia, y que solo quien conoce bien a otra persona es capaz de ver aun con los ojos cerrados.- Era porque te estabas enamorando de mi- le bromee alzando las cejas repetidamente mientras mis brazos ordenaban uno de sus brazos con cariño, como quien encadena a alguien para no dejarlo ir más. Aun así me separe un tanto para que me mostrara sus tatuajes, ante lo cual mi sorpresa fue gigante.- ¡¿Un tatuaje?!- exclamé. Yo me quería hacer uno pero aun no daba el paso. Era tan valiente para algunas cosas, y tan cobarde para otras. Pero el significado de aquellas dos mariposas que mi dedo índice señalo como dándoles realidad, me había sin duda enternecido. Ambas sabíamos lo que eran las perdidas, y como cualquier cosa, hasta la mas mínima, que mantuviera un poco a esos que estaban lejos servía de alimento, de sustento para el alma.- Me encanta… me encanta- susurré conmovida entrecerrando los ojos sin dejar de verla.

- Las chicas están bien, aunque te extrañamos… deben dejar de irse y dejarnos a Brooke y a mi solas- le reproché riendo, - Jackson esta bien… estoy demasiado enamorada, más que cuando te fuiste... cada día me asusto un poquito menos- le comentó ya con menos miedo que cuando lo conversamos en la habitación cuando Amelie me calmó de una pesadilla. Estaba enamorada y lo había asumido con deliciosa calma, quizás porque no tenía miedo de Jacko, simplemente era el mejor novio que yo podía encontrar, no era perfecto, pero era ideal para mí. Mis manos acariciaron el cabello rubio de mi mejor amiga, habían tantas conversaciones que habíamos tenido a distancia y poder estar contándole las profundidades de mi corazón. Estaba tranquilamente disfrutando del momento cuando me abraza por mi cumpleaños, pasado semanas atrás, a lo que sonreí. Quizás ese lado tenia de bueno que estuviera lejos, no se había preocupado de mi desaparición, y aunque el día había terminado excelente, no me hubiera gustado hacerla sentir mal.- sabes que no debias traerme nada, solo traerte a ti misma- le dije honesta, tenerla de vuelta era el mejor regalo. Pero el que me dio también me encantó, y deje lo pusiera en mi mano antes de darle un sonoro beso n sus mejillas.- Me encanta, Ame….- dije en voz bajita, disfrutando el momento.

Recordé que me había olvidado de ponerla al dia sobre alguien, y fue ahí cuando tome su mano con fuerza subiendo escaleras arribas. – No vas a creer lo grande que esta, parece un gato de peluche- dije llegando a la mitica 100, y dentro estaba, donde sino, el rey de la habitación. Tigre, el gato, mirando con sorpresa aquella humana que hace tiempo no veía, pero que cumplía todos sus caprichos, no como mamá LIli, mamá Ame era mejor yo.

Deje escapar un pequeño suspiro mientras esquivaba las distintas valijas que se encontraban a nuestro alrededor. Había pasado un tiempo prologando desde que no me encontraba en la residencia, pero la hermandad nunca perdía su hilo en integrar a nuevas muchachas. Definitivamente habían tenido un mes activo.   —Quizá me perdí de bastante… — Musite con cierta sorpresa mientras alzaba tan solo un poco mis cejas. Negué levemente con mi cabeza luego de mantener un momento de catarsis y cuestioné hacía la castaña. — ¿Emma se ha marchado otra vez? Oh… — No podía negar que me ponía un tanto triste. Parecía como si toda su estadía se hubiese convertido en una nueva forma de descubrir el mundo, pero si era lo que la hacía feliz, era correcto. Deje el bolso que llevaba en manos a un costado de la habitación cuando las puertas se abrieron de par en par, dejando al descubierto a esa pequeña criatura que mis sentimientos tanto habían extrañado. — ¡Allí estás! — Murmuré con una suave sonrisa en mis comisuras mientras me acercaba hacía el pequeño animal y lo llena de besos en la parte superior de su cabeza. Había crecido tanto que parecía mentira. Lo ubique sobre mi cama para dejar pequeñas caricias sobre su barriga de forma juguetona. — Pero si es el gatito más hermoso del mundo. — Admití con cierto aires de madre orgullosa.  Siempre había mantenido la fuerte convicción de que Tigre de alguna manera había logrado reforzar nuestra amistad, pesé a que Emma más de una vez lo veía como una amenaza hacía su pez. El pequeño recuerdo me dejo despojarme de una pequeña carcajada, que me reserve para mí misma.

Me acosté sobre la cama, dejándome desplazar en el lugar de forma libre, volviendo a sentir aquel aroma de mis preciadas sabanas. — Creo que he extrañado esta cama tanto como extraño al chocolate luego de una semana. — Dije risueña mientras me acurrucaba en una de mis almohadas. La habitación aún seguía manteniendo aquellos olores tan característicos, tan nuestros. Miré en dirección hacía el pequeño espacio de la morocha que una vez más se encontraba vacio y presioné mis labios con cierta fuerza. — ¿Crees que esta vez vuelva? — Cuestioné, sin dejar de hacer pequeños mimos a la mascota.

- Han hecho de todo acá, nunca paran , ya veràs que cosas vienen- le dije con ànimo, de verdad me hacía extremadamente feliz tenerla allí, como si ese pedacito de mi corazón volviera a estar en su lugar y no fuera del cuerpo, flotando quizás donde. Pero entonces mi buen humor palideció un tanto al nombrar a mi cuñada que nuevamente estaba lejos de mi y me daba una pena enorme. No tanto como a Jacko, estaba segura, pero de todos modos estaba demasiado triste por aquella partida, feliz por ella porque enfrentarìa nuevas aventuras y serìa radiantemente feliz como siempre solìa serlo. pero yo no era una persona que se acostumbrara alguna vez a las despedidas, las odiaba.Quizàs por eso me sentía tan afortunada de estar con alguien que se proyecta a futuro, que dijera de frente que no nos ibamos a separar, que esto no era cosa de un rato.


Pero aquellas divagaciones llegaron a su fin, momentáneamente, cuando Tigre apareció en escena. Era tan hermosa la relación que esos dos tenìan que no podìa sentirme ni un ápice celosa cuando veía ambos eran felices.- Dile cómo te has portado, dile quien rasguño a Jacko en la cara, Tigre - le increpe al gatito como si entendiera, aunque ahora me reìa porque el rasguño no fue tan profundo pero convencí a Jacko que el dìa que discutieramos Tigre serìa mucho más violento protegiéndome, si ahora solo lo rasguño porque el delta me abrazaba.Pero entonces preguntó nuevamente por Emma, y mi risa desapareciò en solo un segundo, sin poder evitarlo. O mejor dicho, con Amelie no necesitaba evitar nada, podía ser yo misma.- Yo creo California no es más su hogar, Ame….. - me tumbe a su lado y la abracé con ganas, como no dejándola ir.- Cuéntame todo…. ¿A quién esperas ver, qué quieres hacer? - sususrrè despaciò, curiosa por sus respuestas.

Abrí mis ojos como platos, mirando en dirección hacía el pequeño animal. Verdaderamente me sorprendía que hubiese desarrollado esos mecánicos de defensa, pero era la clara evidencia de que los animales sentían tanto o quizá más que las propias personas. Por eso siempre los prefería ante todo. Negué levemente con cabeza, sin poder evitar dejar escapar una pequeña carcajada. — Vaya, probablemente tengamos que tener más cuidado con este pequeño boxeador o algún día causará alguna herida grave. — Murmuré con ternura, aunque no meritaba ese tono para la cuestión, solo que lo extrañaba tanto a los dos que ya no podía mantener ni un momento más en neutro.  Dejé al pequeño a un costado de mi cuerpo, sintiendo como era rodeada por los brazos de mi castaña preferida con mucho cariño. Apoyé mi mejilla con la ajena, dejandola reposar tan solo un momento sobre la de ella y dejé escapar un pequeño suspiro de mis comisuras. — Es lo que... la hace feliz ¿Verdad? Supongo que Emma siempre tuvo el pasaporte de viajera internacional, solo que a nosotras nos costaba aceptarlo. — Afirmé, apretando mis labios con cierta fuerza formando una linea fina. Sabía que si seguíamos hablando de la morena probablemente terminaría quebrandome en pequeños pedazos y resultaba bastante sencillo para personas sensibles como nosotras terminaran llorando.

Dejé escapar una ladina sonrisa ante sus nuevos cuestionamientos y apoyé uno de mis dedos sobre mis comisuras, algo pensativa. — ¿Hacer? ¡Comer! Siento que en cualquier momento mi estomago terminará destruyendo todo mi interior si no le doy una buena razón para trabajar. — Susurré con gracia, aunque no había una sola pizca de sarcasmo. Luego de tantas horas de viaje lo primero que quería hacer era devorar lo primero que se encontraba en mi camino.  Siempre tuve un apetito grande, de hecho.— Y quiero... conocer las dueñas de todas esas valijas que se encuentran en el pasillo ¿Acaso ya tenemos una compañera nueva? — Interrogué con algo de preocupación, no sabía como reaccionaría frente a una nueva compañía. Aunque me encontraba completamente segura de que todas las Sigmas eran personas increíbles, por lo que no tendríamos problemas de adaptación. Pero, vaya que dolía que esa cama estuviese ocupado una vez más.

Reì ante como tratábamos a Tigre, tal y como si fuera un hijo de verdad. Un hijo extraño, con tres madres y ni un solo padre. Quizás le faltaba esa figura masculina y no sería un mimado que hacía lo que venía en gana. O quizás era porque había recibido instrucciones bastante confusas, de atacar a uno de sus padrastros, que era Zsadist, tal y como Amelie y yo lo habíamos estado entrenando en broma y ahora entendía que debía atacar a todos los hombres acercándose a sus madres.- Está celoso de Jacko, pero tendrá que superarlo y quererlo, ya que será su padrastro para siempre- dije bastante convencida, ya que estaba demasiado enamorada, y demasiado segura de que ahora lo que teníamos era de verdad, y de que era tanto nuestro miedo de sufrir de un corazón roto, y de herir al otro, que nos cuidamos bastante. Asentí pensando ahora en la otra Rochtman. - Todas mis amigas son unos pajaritos… pero lo bueno es que me dejan enjaularlas un poco tiempo… - Yo era un ave californiana, no volaba con el invierno, me quedaba en este mismo lugar, pero entendía esas chicas que robaban tanto de mi corazòn debían marchar cada tanto a ser ellas, a ser felices, y no sin dolor lo aceptaba porque era lo mejor para ellas.


Me levantè de un tiròn d emi lugar para tomar la mano de mi mejor amiga sin soltarla, dejando que nuestro bebe siguiera recorriendo de un lugar a otro la habitación, que los bolsos quedaran por toda la habitacion, ya habría tiempo para devolver todo a su preciado lugar.- ¿Te hago unos tacos rellenos de todo?- le motive para irnos a la cocina. Me gustaba cocinar cuando era para alguien que quería, y para pagar todo el chocolate robado a Amelie, a veces cocinaba cosas con chocolate para conquistar a mi mejor amiga de nuevo.- Brooke está en eso, viendo quien irá en cada habitación, yo le digo que la que se vea más loca nos la dejemos- le dije con gracia mientras dejaba besos en su mejilla. No sabía lo feliz que me hacía esa chica con solo estar ahí.- Ahora seré tu chef a pedido, dime que quieres que cocine … peor no te malacostumbres- reí.

Tomé su mano rápidamente en cuanto comenzó a jalarme en dirección hacia la cocina, no impuse resistencia puesto que me encontraba mucho más hambrienta que lo normal. Aquellas galletas un tanto húmedas que había conseguido en la terminal de ómnibus no habían saciado demasiado mi estomago. La idea de unos tacos-rellenos-de-todo sonaba bastante tentador. Mordí mi labio inferior tan solo un poco y asentí con mi cabeza.  — Así me gusta. Eres inteligente, hermosa, saber cocinar y además reparas autos ¿Qué más podría uno pedir? — Murmuré con gracia, aunque esos eran tan solo alguna de las pocas virtudes que podría mencionar de mi mejor amiga. Jackson era de lo más afortunado por tenerla a su lado. Descendimos lentamente por las escaleras mientras observaba aquellas cabezas que se asomaban en el living principal. — Ah sí ¿Y alguna que sea de tu preferencia? ¡Todas tienen caras de buenas! — Mencioné, mientras esforzaba mi vista al máximo para capturar sus rostros en mi memoria. Quizá necesitaba volver por los lentes de contacto.

Una vez que ingresamos a la cocina, me senté en una de las banquetas que se encontraban sobre la barra del desayuno y reposé ambos brazos con serenidad sobre la fria superficie mientras miraba en su dirección. — Juro solemnemente que jamás me acostumbraré a que Lili me cocine todos los días. Esa es una tarea de Amelie Rose Cortázar. — Dije con la mayor de las seriedades apoyando una mano en el pecho y dejando la libre en el aire, como si se tratara de un juramento de lo más formal. Aunque las formalidades no duraron demasiado, puesto que una vez mi lado infantil salía a luz y dejé escapar una pequeña carcajada. — Tacos, serán tacos. Me has antojado. — Afirmé, mientras me ponía de pie y buscaba en las alacenas dos vasos. Abrí la heladera, utilizando mi vista periférica para topar con algún refresco frutal. Vertí el contenido en ambos vasos y puse el suyo en su cercanía por si le apetecía. — ¿Sabes? Ahora me siento mucho más viva. Deberíamos hacer alguna travesura. Podríamos... entrar a la casa Alpha, o no, ir a dormir a la casa Kappa. — Dije con picarda, mientras movía ambas cejas de arriba hacía abajo de forma cómplice.— No es por nada, pero una vez me han mencionado que hay un auto de exportación abandonado en la parte trasera de la casa. Tengo fe en que podrías hacerlo funcionar. Han pasado miles de años, no creo que alguien venga a reclamar. — Traté de que mis argumentos la convencieran, mientras apoyaba aquel objeto de vidrio sobre mis comisuras y el refrescante liquido comenzaba a recorrer mi garganta.

- ¿Que sepa manejar el perder? - sabía que mientras se acercaba la semana griega, y sobre todo mientras yo supiera que sí o sí fuera a competir, me asustaba eso que poca gente había visto, lo competitiva que podía llegar a ser y lo mala perdedora que era. Jackson veía mis nervios y en alguna perdida me conoció en mis malas pulgas. Y aún así no había huido, lo que yo consideraba básicamente la prueba de oro, ya no se espantara por nada de mí, o eso esperaba. Amelie también parecía preocuparse de mí en todas mis facetas, ya sea las buenas o malas y de a poco comprendí que ese era el rol de una mejor amiga. No había tenido verdaderas amigas, no del nivel de Amelie, hasta que entre a Sigma, y todo ese encuentro estuvo marcado por una quìmica imposible de vencer, por eso ahora la miraba con tanto amor y por eso mis abrazos sin motivo, o quizás por tantos motivos, buscaban como víctima a aquella rubia.- Sabes que no me importa cocinar para ti… es algo que heredé de mi madre,demuestro amor cocinando - reí contándole aquel detalle que pensaba era una de las pocas cosas que hablaba de mi familia, pero con Amelie solía decir al azar cosas sobre mi hermosa y maternal madre, mi serio peor increible padre, o mi ídolo de la vida, mi Connor, mi hermano.

Picaba los ingredientes cuyos trozo en la nevera eran demasiado grandes sonriéndole a mi amiga, pidiéndole que me contara alguna aventura,la que ella eligiera, de su tiempo lejos de mí. Al escucharla me imaginaba a su lado, y aquella nostalgia de su ausencia se hacía menor, dolía menos porque la tenía al lado ahora mismo. Y estaba demasiado concentrada en preparar algo bien cuando Amelie sale con aquella loca idea, tan propia de ella, de nosotras dos que hace que de inmediato levanté la cabeza para mirarla, para bajarla de nuevo riendo mientras negaba con la cabeza terminando de preparar la comida, envolviendola  en papel aluminio. Doy dos pasos hacia atrás tomando la comida y le dedico de aquellas sonrisas que la rubia conocía, sacando las llaves del bolsillo trasero de mi pantalón para girarlas en mi dedo índice y guiñarle un ojo.- Que estamos esperando Amelie?… siempre hay herramientas en el Chevy… yo manejo tu guias - dije emocionada antes de tomar su mano para guiarla al Chevy, para que ella me dijera mejor el camino. ¿Componer el auto y pasar tiempo con mi mejor amiga? Panorama ideal.