Everything [Wyatt]

°En un taxi cualquiera, rubo a la Omega luego de la fiesta Delta°

Pese al gran esfuerzo que el muchacho hizo por sonar despreocupado y amable, ninguna de sus palabras logró convencerme y sabía a ciencia cierta que cada una de ellas formaba parte de lo que me pareció, "un maquiavélico" e injusto plan para arrastrarme fuera de la fiesta Delta. Aún me pregunto como consiguió concretar su objetivo, la verdad es que no lo recuerdo, la única imagen que se me viene al cerebro en este momento es que hace un par de minutos estábamos con Luca riendo, y luego estábamos en la carretera apunto de subirnos a un taxi cualquiera, que inexplicablemente contra mi voluntad, mi brazo izquierdo extendido atrajo a nosotros.
-Wyatt no quiero ir a casa, estoy bien... volvamos a la fiesta. -Le rogué al Omega que ya estaba subiendo al vehículo. No deseaba volver a la fraternidad, no quería acostarme en mi cama, donde el silencio de mi cuarto acompañado de la obscuridad avivaría los tantos pensamientos que el alcohol no había logrado acallar. Se supone que cuando bebes debes sentirte mejor, sin embargo puedo afirmar con plena seguridad, que ahora me siento muchísimo peor que hace media ahora atrás. No se si fue el cansancio, o la expresión de su cara pero terminé entrando en aquel taxi después de todo. El conductor habló pero yo no lo escuché porque no deseaba hablar, ni oir, ni ver, tan solo quería detenerme, parar de sentirme tan mal conmigo misma, por todo.
-Quizá no he bebido lo suficiente... Sí, eso es... Necesito más alcohol, necesito irme de aquí... no quiero estar en este lugar. -El auto emprendió su marcha con un suave ronroneo que me dio aún más sueño pero no el suficiente como para conseguir que me relajara y me dejara ir a un mundo lleno de sueños. No, estaba empecinada en acallarme, en obviar lo que me dolía, y en culpar a cualquiera que se interpusiera en ese objetivo, aunque sencillamente todo eso fue una ridiculez que inventé para distraerme porque es más sencillo descargar la ira en alguien que asumir que sientes tanto dolor que quieres gritar o llorar a mares.
-¿Por qué tuviste que sacarme de allí? -Volví mi mirada otra vez hacia el muchacho que viajaba junto a mi -¿No crees que soy lo suficientemente mayor como para saber cuándo estoy tan ebria que debo largarme de un lugar? -Mi corazón latía demasiado rápido, mi respiración era acelerada y mis puños estaban apretados, podía sentir como un ofuscamiento que poco a poco se transformaba en un enojo iracundo, se inflamaba en mi pecho, y era consciente de que debía detenerme, que esto no estaba bien, y que él era tan sensible y delicado que una sencilla frase podría romperlo, pero a pesar de eso no podía limitarme a mi misma. -No tienes derecho a decirme lo que tengo que hacer y lo que no... Porque nada de esto habría sucedido sino fuera por ti.. -Me acerqué a él y mis puños impactaron contra su torso levemente. -¿¿Sabes lo mucho que me he esforzado estos tres meses por ser paciente?? ¿¿Por sonreír incluso cuando no me sentía feliz?? ¿¿Por repetir una y otra vez que todo estaba bien, como una especie de disco de vinilo que se resquebraja más y más a medida que se escucha??  Y tu siempre pensaste que todo se trataba de hacer el amor.. -Sacudí mi cabeza, con pesadumbre. - No, te equivocas, se trata de que cada vez que me rechazas nos alejamos, cada vez que dices "no" hay un límite, que me aleja de ti y que pone una fecha de caducidad a nosotros ¡Y no puedo hacer nada para arreglarlo porque no me dejas! ¡Eso duele! ¡Duele mucho! -¡Debo detenerme debo parar!- Mis manos resbalaron aún agarrotadas y las miré, mientras diminutas lágrimas de impotencia nublaban mi visión. -Lo intento... te juro que he intentado entenderte con todas mis fuerzas pero aunque me esforcé por comprender es imposible que sienta que es mi culpa si cada vez que me acerco a ti me apartas. Me siento rota, rota e insuficiente, inútil y tan estúpida por no poder ayudar... No me gusta sentirme así, no me gusta sentir que no sirvo.   -Suspiré dejando que el aire saliera completamente de mis pulmones y con el los restos de reciente enfado. -A veces me canso de jugar a poder con todo...  -El abatimiento se unió al cansancio formando una especie de unión letal que hizo a mis abrazos caer rendidos, era como si toda mi energía si hubiese evaporado al expresar mis emociones y aún sentía los rastros de esas pequeñas gotitas que humedecían mi rostro. Recosté mi mejilla en su pecho como solía hacer habitualmente y mis parpados cayeron inexorablemente sobre mis ojos. -Te amo... te amo muchísimo más de lo que imaginas ¿Cómo puedo mostrártelo? -Susurré y eso fue lo último que recuerdo de esa noche.

Aunque Layla era una chica totalmente dócil cuando se encontraba sobria, había sido bastante difícil hacerla subir al vehicula saliendo de la fiesta de los Delta Tau, sabía que se estaba divirtiendo, lo notaba por el olor a alcohol que me golpeaba cada vez que me hablaba, pero no podía permitir que hiciera algún ridículo público del cual se fuera arrepentir al día siguiente, aunque se enojara o la tomara conmigo eso no me importaba en el momento, por lo que sabía a pesar de nuestro distanciamiento seguía siendo su novio por lo que la protegería mientras ella me lo permitiera. Reí un poco cuando me rogo por volver mientras yo le decía al conductor que continuara mientras la rodeaba con mis brazos en un abrazo con doble intensión, una era tenerla cerca de mi cuerpo, la otra que fuera a hacer alguna tontería inesperada como abrir una puerta o algo por el estilo, cosas que algunos amigos hacían cuando se encontraban en ese estado. Lo que nunca me espere fue que en su estado etílico su enojo se diera a relucir por lo que me quede en silencio algo desubicado por sus acusaciones sobre no considerarla mayor para tomar sus decisiones – Estas ebria Layla, soy tu novio, solo quiero que no te suceda algo –Le respondí intentando no tomarme muy en serio las cosas que me decía pues todos sabíamos que con alcohol éramos capaz de decir cualquier cosa.

Lo que de seguro fue como una cachetada en el rostro fue cuando ella me echo la culpa de lo que estaba pasando, no entendía como era el que había causado que ella ahora estuviera totalmente desviada de sus sentidos. Sus puños golpearon mi pecho sin aviso lo que me hizo desorientarme aun mas, intente tomar sus manos con suavidad para calmarla pero no había manera de hacer que se detuviera una vez que comenzó a soltarme lo que aparentemente se había guardado todo este tiempo, me sentí mal en ese momento, una realmente mierda al no ver el sufrimiento interno que le estaba causando a la chica que amaba, mi rostro se descompuso en una mueca de dolor mientras intentaba calmarla tomando su rostro con mis manos acercándome a besar sus mejillas- Lo siento… -Le susurre uniendo mi frente con la suya para luego abrazarla con fuerza sintiendo que las palabras que acababa de soltar se repetían una y otra vez en mi cabeza, era un maldito egoísta que no había pensado para nada en cómo se sentía ella en toda la situación, solo pensaba en mí y lo decepcionado de mis mismo que me sentía – Te amo, este egoísta inseguro te ama – Le solté sintiendo como el auto se detenía de golpe, parecía que habíamos llegado, busque en mi billetera un billete para el conductor antes de salir del vehículo tomando la mano de la chica para ayudarle, debía llevarla a su cama, no sé ni cómo lo logre pero minutos después estaba metiéndola en la cama, pude sentir la pintura en su cuerpo, además de su ropa incomoda, me costó un poco cambiarla colocándole sus pijamas para luego tomar varias toallas mojadas limpiando un poco su piel mientras ella dormía, para finalmente dejarme caer a su lado sacando solo mi calzado pensando en lo que ella había dicho, tenía que hacer algo, poner de mi parte para regresar todo a la normalidad, entonces superar mi miedo para hacerla feliz, con esos pensamientos caí rendido a su lado.

Mi dolorido cuerpo descansaba sobre la superficie de la cómoda cama, que pese a ser sumamente espaciosa para mi, estaba vez me resultó excesivamente pequeña. Tenía calor, mucho calor, como si fuera una de esas tardes húmedas en las que el aire se hace más pesado, eso sonaba bastante coherente, mis músculos dolían por la presión de la atmósfera generada por el húmedo calor de una tarde de sábado. Sí, era de tarde... ¿Por qué era de tarde? No recordaba la mañana, a decir verdad tampoco recordaba la noche... ¿Por qué mi cerebro piensa así, esta mañana, tarde noche, o lo que sea que sea? Me volteé y mis cabellos se enredaron con mis hombros alborotándose en todas las direcciones aumentando aún más mi temperatura corporal, necesitaba espacio, movimiento pero no podía levantarme me sentía como si me hubiese aplastado una especie de locomotora, estiré mi pié derecho y me golpeé contra la pared. ¡Maldita la hora que se me había ocurrido cambiar todo de lugar! -¡Ay! -Bruscamente me volteé nuevamente, y eso no fue una buena idea porque mis huesos sonaron quejándose. -¡Uy! -Abracé mis rodillas rápidamente con mis brazos y me quedé recostada como un pequeño ovillo que no deseaba más nada que adormecer su cuerpo otra vez, aunque en el fondo sabía que no podría volver a conciliar el sueño. Lentamente estiré mis miembros para comenzar un lento proceso de incorporación pero desgraciadamente me topé con otro obstáculo, un obstáculo que no reconocí con los ojos cerrados. Mis parpados dejaron al descubierto mis ojos que tardaron un par de segundos antes toparse con la imagen de un muchacho rubio que dormía plácidamente a mi lado. -¿Wyatt? -Pensé en voz alta, no lograba acordarme de que había sucedido. ¿Cómo habíamos llegado allí? ¡La pintura! Observé mis brazos, y no había rastro alguno de las manchas de tigre del día anterior, tampoco estaba allí mi vestido que había oficiado como disfraz, en su lugar estaba mi pijama preferido. -Ok, bien debo concentrarme... Rayas... tigre... fiesta delta... Delta igual alcohol, Wyatt y Reed bailando, un vaso rojos... - Poco a poco las imágenes de lo ocurrido la noche anterior fueron a pareciendo en mi cabeza, el taxi, mi voz chirriante, el enojo, mis puños cerrados. -¡Oh, no! -Enterré mi cabeza en la almohada y desee morir o que una especie de nave espacial me raptara y me llevara a otro planeta. La había cagado... ¡Que vergüenza!

No había sido difícil quedarme dormido al lado de Layla, me encantaba dormir con ella aunque aquella noche había sido extremadamente cariñosa pues no me soltó en toda la noche rodeándome con sus brazos hasta que luego de varias se giró acomodándose mejor en la cama por lo que tuve un poco más de libertar para tener una buena posición terminando por caer en un trance profundo de sueño hasta que finalmente un movimiento logro hacer que despertara un poco, seguido la voz de Layla un tanto afectada por la noche anterior diciéndome mi nombre algo sorprendida – Buenos días hermosa – Solté sin dudar pensando que tal vez la Omega se encontraba algo confusa sobre lo que había pasado la noche anterior, a lo mejor era algo bueno pues conociéndola nunca me hubiera dado el discurso del taxi sin alcohol, aquello me llevo a recordar todo el dolor que sus palabras habían expresado, yo la estaba lastimando con mis temores, dudas y poca confianza en mí mismo. No pude evitar que una mueca se formara en mi rostro pues de seguro era el momento de hablar formalmente del asunto por lo que me removí un poco buscando encararla guiándome por el sonido de su voz, suspire cómodamente sobre una de sus almohadas llevando mi mano hacia uno de sus brazos acariciándolo con suavidad – Te sientes bien? –Lo más seguro era que tuviera una enorme resaca pues jamás la había visto tan bebida, no tenía mucha experiencia pues nunca había llegado a tal limite etílico pero lo más seguro era que al igual que los demás solían enfermarse al día siguiente.

Tenía unas ganas enormes de abrazarla y decirle cuanto la amaba pero no estaba seguro como se lo tomaría, por lo que mantuve mi distancia en la cama esperando por escuchar su voz nuevamente para intentar descifrar como se encontraba – Quieres que te prepare un café? –Le agregue finalmente intentando poner la mejor cara posible, intentando organizar mis ideas en la cabeza para enfrentar la conversación, si tanto le dolía a ella mis negativas a tener intimidad física lo intentaría nuevamente, pero no sabía cómo decírselo pues tampoco quería que sintiera que me estaba forzando pues era hombre y también lo deseaba con intensidad pero mi miedo a la decepción era una mayor.

¿A qué persona se le ocurre gritarle a su novio por falta de sexo? Y peor aún, en medio de un taxi... ¡Demonios! Desde pequeña podía intuir que algo en mi cabeza no funcionaba igual que la de las personas de mi edad, pero nunca creí que el grado de deficiencia de mi propia mente fuera tan enorme. Me sentía patética, lo que había hecho era verdaderamente un acto patético y no tenía idea de como sería capaz de mirar la cara de Wyatt ahora. En ese preciso momento en que pronuncié mentalmente su nombre el despertó y me habló tan positivo y amable como siempre, como si la noche pasada y las anteriores no existieran, como si fuese la cosa más común del mundo que él estuviera allí durmiendo a mi lado. -Hola... -Respondí con voz ronca sin despegarme de la almohada. ¿Algún día pasaría esta sensación de verguenza? No tenía idea, mis mejillas ardían tanto que prácticamente dolían y para hacer más tediosas las cosas, beber mucho deja contra indicaciones... La resaca, que no me dejaba razonar con claridad.
¡Rayos! Tenía ganas de largarme a llorar y patalear -Estúpida, estúpida Layla. -Una de sus manos acarició mi brazo más cercano a él y la frustración que apremiaba por invadirme debido a toda esa situación. -No, no me siento bien. -Respondí con parquedad que casi  llegaba a la falta de vida, necesitaba irme, salir de ahí huir no lo soportaba, quería alejarme de él, correr, esconderme, no ser más yo. Levanté mi cabeza inesperadamente y observé la puerta, una idea acababa de iluminarme de imprevisto. -No gracias, yo... esto... lo siento acabo de recordar que quedé con Reed... debo irme, puedes quedarte cuanto quieras. -Creía recordar levemente que mi amiga había bebido tanto o más que yo en la fiesta, por ende podía deducir que su estado no hoy no debía ser el mejor, aunque eso poco me importaba lo único que necesitaba era un escondite, no molestaría, ni si quiera hablaría.
Estiré mi mano en dirección a su cabello para acariciarlo sin embargo titubeé, lo rosé brevemente a modo de despedida, y salté de la cama lista a salir disparada por el umbral y perderme en los pasillos de la casa morada a toda velocidad.

Me di cuenta que Layla no estaba bien al instante que soltó la primera palabra, entonces supe que tal vez era demasiado positivo respecto a lo que había pasado la noche anterior, en mi cabeza simplemente hablaríamos de lo sucedido, dejaría de una vez de ser un idiota miedoso solo porque la amaba demasiado como parar herirla, pero toda aquella fantasía se derrumbó cuando se negó a que le trajera un café, mi rostro se descompuso en tristeza, tal vez su reacción era la mejor, cansada de un idiota que solo le provocaba dolor cuando ella solo quería amor, no me moví, no sabía que decir, que pensar, que expresar, mi cabeza era un lio, supe que era solo un pretexto cuando soltó tener que hacer algo con Reed – Entiendo –Solté suave tragando saliva mientras la cama se movía un poco anunciando que la chica se levantaba para luego estirar su mano hacia mi acariciando suavemente mi cabello, sabía que debía detenerla decirle algo que le hiciera regresar, pero de nuevo simplemente baje la cabeza resignado a todo lo que había ocasionado, todo se estaba acabando podía sentirlo, tal vez era un pensamiento trágico, pero así era, solía siempre pensar lo peor antes siquiera de enfrentarme a la realidad, la puerta quedo entre-abierta cuando ella abandono la habitación, lo que hizo que segundos después se escucharan las patas caninas de Dexter entrando en mi búsqueda –Hola amigo –Le dije estirando mi mano hacia el cuándo me levante de la cama para acariciar su cabeza sin mucho ánimo caminando hacia la salida – Tu sí que no me negaras el desayuno cierto? Debes tener hambre –Siempre le hablaba como si de verdad entendiera cada palabra y es que sospechaba que lo hacía – Vamos te llenare el estómago – Entonces ambos caminamos bajando las escaleras alejándonos de las habitación, mientras mi corazón se apretujaba cada vez que volvía a repetir las anteriores escenas en mi cabeza, eran esos momento donde lo mejor era tratar de no pensar aunque se volvía casi imposible.